Cultura

Los pájaros de Bangkok (bis)

Ya estoy aquí, con jetlag, pero me gusta ese estado de conciencia algodonoso. Se parece bastante a un trip lisérgico. El tiempo se estira, el espacio se ensancha, todo se vuelve nube.

He pasado cinco de los últimos siete meses lejos, lejísimos, de Vandalia. Marruecos, Egipto, Tailandia, Camboya, Abu Dhabi, Dubai, las Azores, otra vez Tailandia, Laos, Indonesia…

Volver es siempre un palo, y si se vuelve adonde yo he vuelto, una paliza.

Y, para colmo, el sábado y el domingo, aunque sólo por la mañana, firmo en la Feria. Lo haré a disgusto. Otra paliza. No sé decir que no. Me dejo llevar. A eso se le llama envejecer.

Me aburre, ahora, lo que tanta ilusión me hizo cuando lo hice por primera vez. Fue en Valencia, año de 1979. Me acompañaba el poeta y editor Jesús Munárriz. Acababa de salir Gárgoris y Habidis. Estábamos en la plaza del Caudillo, hoy del Ayuntamiento. Firmé cuarenta y cinco ejemplares. Compartí la caseta con Manolo Vázquez Montalbán.

Nos habíamos conocido, muy de pasada, en el bar de la Facultad de Letras de Madrid a comienzos de los sesenta, cuando los dos militábamos en el Partido Comunista, pero no nos habíamos visto desde entonces.

Manolo murió en el aeropuerto de Bangkok. Hace muy pocas horas yo estaba allí.

Era tímido, reservado, hosco… De él siempre recuerdo, con ternura, un episodio sin mayor importancia, pero significativo.

Fue en noviembre del 79. Acababan de darle el Planeta por una novela del detective Carvalho que se llamaba Los mares del Sur. Luego, cuatro años más tarde, sacaría otra, también de Carvalho, titulada, precisamente, Los pájaros de Bangkok.

El libro del Planeta se presentó en el Hotel Palace de Madrid. Yo asistí al acto y luego me perdí en la noche de la ciudad de la movida, que a la sazón estaba en su apogeo.

Cené, brujulée y a eso de las dos de la madrugada aparecí en el Oliver para tomar la última copa.

Allí, en una esquina del mostrador, estaba Manolo, solitario, tristísimo, con los ojos clavados en el fondo de la suya.

Me acerqué, lo saludé e indagué, sorprendido por su tristeza y su soledad, las razones de la una y de la otra, incomprensibles al término de una jornada tan gloriosa para él como, teóricamente, lo había sido aquélla.

-Ya ves…-dijo-. Ni siquiera con el Planeta ligo.

Y siguió contemplando el contenido de su copa.

Me eché a reír.

Era feo, comunista y sentimental.

¿Es un pájaro la muerte? ¿Es un trip lisérgico?

Seguro que se parece al jetlag.

Puesto a morir, no me importaría hacerlo en Bangkok.

¿Qué tal, Manolo? ¿Estás en alguna parte? ¿Se liga ahí?

Nos vemos…

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.