Ciencia

CONCIENCIA Y REALIDAD

El otro día me encontraba con un antiguo amigo de mi adolescencia, con el que compartí múltiples y nuevas experiencias de todo tipo. Hacia unos 7 años que no lo veía, y sin embargo, lo encontré francamente rejuvenecido, tanto por la imagen corporal, por su vestimenta, incluso su forma de expresarse me pareció mucho más juvenil.
Recuerdo que la última vez lo vi más envejecido. Con la alegría del momento y ya que teníamos disponibles unos 20 minutos (¡todo un lujo! con las prisas de hoy que vivimos…) nos fuimos al bar de la esquina y nos tomamos unas cañitas y así aprovechar para ponernos al día de cómo nos iba la vida.
Al volver a casa, aún con el grato recuerdo de este encuentro, me puse a ojear un antiguo número de una revista científica. En uno de sus artículos se hablaba de la física cuántica, de la ilusión de la realidad que nos rodea, del paso del tiempo aún no siendo una magnitud absoluta, etc.
Leí que Einstein nos enseñó que nuestro cuerpo, como cualquier objeto material, es una ilusión, o que, cuando estamos receptivos a investigar y profundizar otros planos no vistos en nuestro cuerpo, es cuando descubrimos el inmenso potencial creador interno.
Por ejemplo, cualquier pensamiento o creencia que tengamos sobre cualquier aspecto de las cosas o de la vida en general, influye también sobre nuestro proceso de envejecimiento, ya que de alguna forma u otra, nuestras células son conscientes y obedecen a estas premisas que continuamente les suministramos y obran en consecuencia; esto es, si estamos en un entorno hostil, saturado de situaciones más o menos estresantes, todo ello puede ocasionar y desencadenar una catástrofe en nuestras defensas y sistema inmunológico, haciéndonos más débiles por consiguiente.
Se puede caer dentro de esta espiral, y ser víctima de un ataque cardíaco, o incrementar el riego de sufrir un tumor maligno. O se puede originar un estado psíquico – físico que desemboca en unas tasas de supervivencias escasas.
De manera inversa y por el mismo proceso, cuando estamos pletóricos, entusiastas y como se suele decir en un lenguaje coloquial cargados de energía positiva, (o cuando estamos enamorados…ahora que recuerdo, mi amigo me habló de una nueva chica que había conocido…), se ve claramente fortalecido nuestro sistema de defensas, con todos los enormes beneficios a todos los niveles que esto lleva consigo.
Pero quizás lo más importante que se deriva de los procesos anteriormente descritos es que no se puede delimitar de manera perfecta y matemática las fronteras entre lo Biológico y lo Psíquico. ¿Cuántas veces evocamos en una especie de espiral de locura que nos destruye, el recuerdo de un mal momento, de una crisis, de una desgracia sufrida, (o que vivimos como intensa subjetivamente, ya que, lo que para uno sea dramático, sea más tolerable o superable por otro individuo) y ese mero recuerdo provoca, el mismo intenso dolor como si lo estuviéramos sufriendo en ese preciso instante? ¿Somos conscientes de que nuestro organismo en cada recuerdo evocador, digamos negativo al cual lo forzamos y sometemos, se ve inundado de las mismas sustancias nocivas y potencialmente peligrosas que cuando lo vivimos “realmente” (aunque ambos procesos son reales en cuando a sus efectos), y que todo ello nos supone multiplicar de forma constante los riesgos de, otra vez, padecer nuevas amenazas??
Pienso que el envejecimiento depende mucho más de lo que creemos, en nuestro propio estado de conciencia, de nuestras creencias acerca de nosotros mismos, y que por tanto, podemos acelerarlo (si sometemos a nuestro cuerpo a los desórdenes anteriormente descritos), o darle la vuelta al proceso, o incluso revertirlo.
Si bien es cierto que el paradigma actual médico tiende más a considerar a nuestro cuerpo como una máquina biológica, y a la mente como un subproducto de ésta (no a la inversa) cada vez más va aflorando e instaurándose un nuevo paradigma, cuyas principales bases, y de una manera resumida, sería que el mundo que nos rodea y que percibimos, depende del observador. La química de nuestros cuerpos y su mejor o peor estado de conservación por consiguiente, es el resultado de la conciencia del cuerpo, de nuestros deseos, pensamientos y emociones.
En definitiva, podríamos decir que todos nosotros tenemos una visión personal e independiente acerca del mundo y de nosotros mismos, que cada uno de nosotros comparte y vive en un universo / mundo no extrapolable al de nuestro vecino, y que nuestra coordenadas temporales ni son las mismas que la de nuestros congéneres, o que incluso ésta cambian para nosotros mismos, dependiendo que dejemos de ser meros observadores de una gigantesca representación que nos rodea allá fuera, y seamos actores con conciencia, y que ésta afecte y modifique a su vez el escenario que nos alberga.
Como decía Paul Eluard: “Hay otros mundos…, pero están en éste”

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.