Cultura

El golfo de los poetas. Fernando Clemot. Ediciones Barataria (Sevilla, 2009)

 

El golfo de los Poetas

El golfo de los Poetas

“Notamos que se ha vuelto frágil nuestra osamenta cuando empezamos a recelar de cualquier caída, debe de existir un instinto que nos dice que nuestros huesos ya no son elásticos, que el cartílago se ha ido transformado en piedra y leña, pronto en cristal, que debemos obrar con cautela en los gestos que ejecutábamos sin pensar”. Página 17.

 

“La calima había deshecho la lluvia de la tarde y al acercarnos al barranco vimos que la luna asomaba entre una celosía de nubes. Relucía preñada como una becerra, nos miraba, hay algo de mágico en los ojos de una embarazada, hinchada de blanco estaba aquella luna, luz mil veces repetida en el socavón de las canteras de mármol”. Página 28.

 

“Dios nos libre de la sinceridad de los amigos, Val, de sus palomas mensajeras y sus repartos de culpas, de los necios con sus aduanas e impuestos, de las estúpidas verdades de la gente decente”. Página 46.

 

“…la propiedad es el cordón umbilical que nos une al mundo, nos radica en él… Nuestra vida es una lucha por aumentar nuestro ejército de pertenencias. Somos fieros aprendices de conquistadores, cuantas más posesiones mayor ambición, narcisos que desean ver su reflejo en multitud de aguas. Si pudiéramos seguiríamos llevándonos ese patrimonio a la tumba, como en Etruria o Egipto, no para disfrutar de él sino para que no volviera a pertenecer a nadie”. Páginas 104-105.

 

“El esqueleto es un hermano mayor sabio y hermético, probablemente no sea el hombre más que una oscura edad en el largo devenir de los huesos”. Página 184.

 

Una novela que, al poco de empezar (página 8) te “ataca” con las siguientes palabras:

 

“Se deshace todo lo humano como un trozo de pan seco y ni el arqueólogo más tenaz encontraría un resto de legiones en el lago Trasimeno, ni balas o morteros en Anzio o en Montecassino; todo queda cubierto de zarzales y sotobosque… La naturaleza es más sabia que el hombre y no gusta de recuerdos, tritura lo que no le sirve, hace abono y siembra de sus muertos, vapor de sus lamparones”

 

es, sin duda alguna un reto para la fortaleza del lector. El golfo de los poetas cuenta una historia que ya ha sido desmenuzada otras veces, pero, como diría Poe si hubiera nacido en los noventa de nuestro siglo, “el secreto está en la forma”. Porque la manera de relatarnos esas circunstancias que ya inspiraron a otros es sumamente peculiar. Quizá porque el narrador es un alcohólico que, tras un accidente, ha sufrido daños en el hipocampo y pierde la memoria reciente. Aunque en más de un momento de la novela cabe la pregunta de si es el accidente o su propio organismo el que le impide recordar el pasado más fresco, y por tanto la herida todavía dolorosa. Las cicatrices antiguas parecen arañar nuestra piel con los cambios de tiempo, los cumpleaños y las fechas determinadas, pero se trata de un ruido sordo, lejano, por mucho que en su día fuera una sutura infectada y purulenta. El pasado emponzoñado llama a la puerta con cierta niebla en el puño. Sin embargo el ayer que se toca con la mano todavía sangra.

 

Hace días, al reseñar Todas las maldiciones del mundo, comentaba los libros que hablan de la pérdida de la memoria. Aún podré añadir un tercero en breve a esta lista, si las circunstancias me lo permiten, pero la grandeza de la Literatura es comprobar los diferentes enfoques y puntos de partida que toma cada autor.

 

Fernando Clemot parece influido por la figura del escritor dado a los excesos: alcohólicos, sexuales… todo lo material o bestial que subyace en el ser humano y que es tan ser humano como su parte más elevada. Surgen en la mente Hemingway, Bukowski, y la Generación Beat al completo. Juega con la bisexualidad cuando la inminencia del deseo lo domina todo, y sugiere pasados de noches de juerga y noches gloriosas que quedarán para siempre en la telaraña del alcohol sin que nadie pueda rescatarlas.

 

Hay muchos aciertos en esta obra sobre la memoria: el concepto de las “ideas bisagra”; la estructura en siete días, como los que tardó Dios en crear el mundo y descansar; la localización en Carrara y en el llamado Golfo de los Poetas, siempre sugerentes y que le permiten imágenes sensuales muy poéticas rezumantes de fluidos; la crudeza y dulzura combinadas en dosis de acertado equilibrio; el combate psicológico del hombre contra sí mismo y su naturaleza…

 

La historia transcurre por los lentos cauces del tren antiguo, no por las rápidas autopistas contemporáneas sin límite de velocidad, dejándonos observar el paisaje exterior e interior del protagonista, auténtico laberinto de barrancos por el que resulta fácil caer a las playas de riscos. Por eso mismo la historia no está llena de acción, sino de un lento transcurrir por las imágenes grabadas en la mente obsesiva y adicta del protagonista.

 

Un libro para deleitarse con la escritura. Un libro para sufrir el progresivo descenso de un ángel oscuro que arrastra con sus metálicas alas el recuerdo, el presente recién acontecido y todo cuanto se encuentra a su paso, incluido pedazos de cielo.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.