Hoy se vive deprisa, y por lo mismo bastante mal. Si a los jóvenes les preguntáramos qué saben acerca de las, antaño habituales, tertulias de rebotica, los más leídos y espabilados nos dirían que eran esas reuniones de intelectuales que solían hacerse en las trastiendas de las viejas farmacias de principios del pasado siglo; o antes, incluso. En el alba de los tiempos, vaya. Y una mayoría de esos jóvenes encuestados, ni siquiera habría oído hablar de ellas ni conocería de su existencia.
Y es que los tiempos cambian, como cambian los hábitos y las modas. Aquellas ancestrales tertulias estaban marcadas, sin duda, por la lectura de la prensa y el deseo de opinar al hilo de los artículos y noticias que venían en los papeles. Era también una manera –todo hay que decirlo- de estar acompañado y caliente junto a la salamandra de leña o de carbón, que no solía faltar casi nunca en las expendedurías de los boticarios.
Viajemos por un momento en el tiempo. Pensemos que la lectura de prensa periódica se generaliza mucho en España a partir de las nuevas necesidades sociales de información que se generan desde, sobre todo, mediado el siglo XIX, acrecentadas todavía un punto si cabe por la fiebre pequeño burguesa europea de estar informado de cuanto sucede en el mundo.
No se me va de las mientes, al tratar este asunto, la estampa costumbrista del cuadro de José Gutiérrez Solana titulado La rebotica[1], donde el pintor retrata tipos burgueses de la España del primer cuarto del siglo XX y donde, naturalmente, el periódico tiene un papel destacado como presencia viva y testigo directo de la actualidad.
Por cierto que, el término rebotica es un aragonesismo que significa trastienda a la vez que lugar donde se hacían las mezclas en las antiguas boticas o farmacias. Era un lugar discreto donde, además de proporcionar un cierto solaz para el boticario y sus amigos más íntimos, solían celebrarse reuniones de marcado tinte político y hasta conspirativo.
Las tertulias de rebotica fueron germen de movimientos asociativos, sociedades secretas y logias masónicas.
Las tertulias de rebotica tuvieron lugar en una época propicia, igual que sucedió con otras clases de tertulias, como las que se celebraban en salones, cafés o ateneos. Las primeras abarcan, principalmente, el siglo XVIII, lo que no significa que no las hubiese antes, aunque su periodo álgido se manifiesta con nitidez a lo largo del siglo XIX y el primer tercio del XX.
Antiguamente, el boticario –tanto en zonas rurales como urbanas, aunque con mayor raigambre en las rurales- era un personaje de saber enciclopédico, un hombre de mundo, culto y depositario de ciertos avances científicos de su tiempo; un hombre abierto y con singular facilidad, en muchos casos, para la conversación y la tertulia. Así es que las reuniones en las reboticas españolas del periodo comprendido entre 1850 y 1936, tuvieron en algunos casos mucha influencia y notoriedad. Como dijo en una ocasión Enrique Tierno, entre ruido de morteros y tintineo de probetas, se hizo parte de la historia de España contemporánea.
“En tiempos de Carlos III se celebraban las tertulias ilustradas, que desaparecieron al producirse la Revolución francesa y la guerra de la Independencia. De ellas saldría el hombre liberal separado en las vertientes de moderados y exaltados, formando todas aquellas sociedades patrióticas y secretas que lucharían contra el poder absolutista de Fernando VII. Los afrancesados tenían, en apariencia, una doble personalidad, pues siempre fueron partidarios de las doctrinas enciclopedistas, y deslumbrados por la Revolución, no por eso dejaron de ser en el fondo neta y genuinamente españoles. El siglo XIX fue todo un estilo de vida, sueños románticos y anhelos idealistas en sus luchas por la libertad, en los conflictos entre ciencia y fe, discordias, revueltas, motines y cambios revolucionarios”[2]. Una época, en suma, apasionante y turbulenta.
Lo cierto, lo que resulta indudable, es que en medio de todo este conflictivo periodo, la prensa juega ya su papel como germen de lo que, en pleno siglo XIX, será la prensa como poder fáctico social.
En aquellas antiguas y singulares “reboticas se conspiraba contra el régimen y el boticario hacía alardes de volterianismo. Durante las guerras civiles, las revueltas y los pronunciamientos dirigidos por generales vendrían apoyadas o combatidas, según el tipo de la asonada, por los contertulios de la rebotica, los que muchas veces habrán de figurar en las juntas revolucionarias nombradas al efecto.
La tertulia fue, en definitiva, fiel reflejo de lo que ocurría en el país y heraldo de sus acontecimientos”[3]. Y es preciso añadir que la prensa tuvo un destacado papel en esas reuniones, algunas de las cuales, por su peculiar trayectoria e interés, han pasado a formar parte de la Historia con mayúscula de este país. Así sucede, por ejemplo, con la tertulia de rebotica por la que acudía de vez en cuando Machado durante su estancia en Baeza, entre 1912 y 1919.
En fin, que las tertulias de rebotica pertenecen, por desgracia, a otra forma de vida y de maneras de entender la información. Una época de sombras indudables en la que, de vez en cuando, brillaba con luz propia y especial la esencia de lo importante.
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[1] Museo de Arte Moderno de Barcelona.
[2] URREIZTIETA, José Luis, Las tertulias de rebotica en España. Siglos XVIII-XX, Madrid, Ediciones Alonso, 1985, pp. 18 y 20.
3 Ibídem