Cultura

Magia y Hechiceros (I). Magia

La enseñanza mágica se transmite en verdaderas escuelas. Sacerdote y mago se identifican cada vez más hasta convertirse la magia en un aspecto saludable de la religión.

Al descubrirse la escritura, que muchos pueblos siguen sin necesitar para transmitir sus saberes, el hechicero se transforma hasta convertirse propiamente en mago o en médico/sanador (guérisseur) en los antípodas del brujo que actúa sin escrúpulos éticos, se vale de la compulsión por el miedo, vive al margen de la ley y es enemigo de la auténtica religión.

Uno de los cometidos principales de los hechiceros, magos o sanadores, es combatir las malas influencias e ignorancia de los brujos y arrancar a los incautos de sus garras porque la verdad hace libres y la sabiduría produce la felicidad y el sosiego. La enseñanza mágica se transmite en verdaderas escuelas. Sacerdote y mago se identifican cada vez más hasta convertirse la magia en un aspecto saludable de la religión.

La magia es una técnica considerada como un arte o una ciencia que pretende obtener efectos que, aparentemente, superan a los naturales mediante la recitación de una fórmula, la realización ritual de determinados actos o la ingesta de ciertos productos. Se concitan así los poderes de la influencia psicológica, de la excitación de las fuerzas ocultas de la naturaleza y de los contrastados poderes del ayuno o de las propiedades de determinados alimentos.

Originariamente, la magia, aunque trate de operar sobre poderes ocultos, procede de la observación primitiva de que causas similares producen efectos idénticos y que la acción sobre la parte repercute sobre el todo. Puesto que para los primitivos, y aún en nuestros días en África nadie dice su nombre a un extranjero, es lo mismo el nombre que la cosa, se considera que la palabra es capaz de producir efectos mágicos saludables. La magia tuvo una gran importancia en la antigüedad y muchas instituciones proceden de ella: la dignidad real tuvo un origen mágico y los primeros médicos fueron magos.

En Mesopotamia, caldeos y asirios poseyeron secretos de magia y adivinación sorprendentes; en Egipto, se conoció una magia lícita y otra ilícita y su impresionante conocimiento de la medicina, de la astronomía y de las demás ciencias es inseparable de la magia. Los hebreos la citan con frecuencia en la Biblia, y Moisés no hace sino magia cuando levanta en alto la serpiente de bronce; así como la circuncisión se realiza mediante ritos que dinamizan el mito de la pertenencia al pueblo elegido para afirmar una práctica higiénica. La India con sus mantras, sus ritos y el mismo yoga tiene una etiología mágica. Grecia y Roma son ricas en prácticas mágicas y en formidables ritos de iniciación en interesantísimos misterios que abordaremos en su día. El Judaísmo medieval tiene una vena mágica indudable en la cábala, la alquimia y el uso de amuletos que dieron lugar a una corriente mística. El Islam es rico en sahumerios, talismanes y amuletos, hechizos y horóscopos por la creencia en los yinn o espíritus que había que propiciar.

Como siempre, había una magia lícita o blanca y una ilícita o negra cuya calificación correspondía a los poderes constituidos para asegurar la autoridad y el mantenimiento del orden.

En cuanto al Cristianismo, es el caleidoscopio más rico y cercano que poseemos con sus persecuciones y sus ritos que proscribían unas y fomentaban o toleraban otras de plena actualidad, pero con nombres diversos. Su estudio es fascinante y abre la mente hacia perspectivas de libertad, de alegría y de mundos nuevos secuestrados durante siglos por los cancerberos del gozo de considerar la vida como un don. Que ese y no otro es el origen de la magia.

J. C. Gª Fajardo

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.