Sociopolítica

Lula no hay más que uno.

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Miranda de Ebro, 30 diciembre 2009.

Antes de nada, manifestar mi gran admiración por un país, Brasil,

que sólo mínimamente he podido ‘retratar’ visitando el estado de Sâo Paulo,

sin que ello quiera decir haberlo podido conocer como desearía…

Pero sí he tenido la oportunidad de constatar que sus gentes, en plural y magnificando

su merecido significado, conforman un tesoro humano multicultural que nunca podré olvidar.

(Antônio L. Ros Soler, 080503)

Con la responsabilidad de su actual Presidente, Lula Inácio Da Silva, Brasil ha emprendido el camino para convertirse en un protagonista internacional de primera línea: ya estructura un papel esencial en el proceso de integración latinoamericana, habla de tú a tú al ‘Novel de la Guerra’ (2009), el estadounidense Barak Obama, media en el contencioso nuclear con Irán, no elude intentarlo en el conflicto palestino-israelí o en el vecino de Honduras contra su junta militar golpista, marca pautas para evitar el fracaso de la conferencia sobre el cambio climático y ha convertido a Brasil en socio comercial privilegiado de China…

Hoy día, el papel exterior de Brasil es una emanación del pragmático ejercicio del poder democrático y credibilidad de Lula, que se sustenta en el potencial humano de la mayoría de los brasileños y en una pujanza económica reforzada por el hallazgo de fabulosos yacimientos petrolíferos y la explotación racionalizada de sus inmensos recursos forestales (éstos, antes, en manos de multinacionales mafiosas extranjeras) (*). Hace tan sólo siete años, cuando este veterano sindicalista fuera elegido Presidente, nadie se atrevía todavía a soñar que el país brasileño se convertiría en una potencia que imprime su propio carácter en el ‘G-20’ y aspira a ser la quinta economía mundial y miembro permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

Una guinda para este pastel prometedor ha llegado con la elección de Río de Janeiro como sede de los Juegos Olímpicos de 2016 que, seamos o no partidarios de la pantomima olímpica de nuestros tiempos, pondrá a prueba de nuevo no sólo la capacidad del estado carioca para demostrar al mundo de qué olimpiadas se hablará durante mucho tiempo, sino del potencial deportivo emergente más gigantesco, formado por otros 16 estados parecidos, que constituyen el Estado Federal Brasileño.

Cuando se acuñó el concepto ‘BRIC’ (Brasil, Rusia, India, China) para el grupo informal de grandes países ‘emergentes’, a los tres últimos les pareció de más la sigla ‘B,’ ufanándose en el ‘RIC’ de nuevos ‘RICos-3’ para el concierto internacional, sin sospechar siquiera que hoy Brasil sería la única de los cuatro que ofrece, al mismo tiempo que democracia consolidada, estabilidad política, crecimiento sostenido (ha sido la última gran economía en sufrir la recesión y la primera en superarla), impresionantes recursos naturales, excelentes relaciones con sus vecinos, ausencia de conflictos étnicos, religiosos o lingüísticos y notable seguridad jurídica para las inversiones extranjeras y el derecho internacional.

Pero, este cúmulo de potencialidades, no oculta alguna faceta negativa, viejos problemas que minan la salud de su sistema; el apagón que dejó sin electricidad a uno de cada tres brasileños puso de manifiesto uno bastante grave: la insuficiencia de las infraestructuras, que ambiciosos proyectos como una línea ferroviaria de alta velocidad y nuevos anillos viarios en Río de Janeiro pretenden paliar. Una muestra: el 17% de los habitantes de Brasil no dispone todavía de agua corriente con garantías sanitarias.

Y existen más perfiles del lado negro, que en un país como este ha sido históricamente una lacra endogámica propiciada por todos sus gobernantes anteriores: aún persiste la inseguridad ciudadana, con una delincuencia ligada a la droga y a la miseria que se desborda en las favelas sin ley a las que no se atreve a entrar ni la Policía, y que ilustran documentales ya bastante conocidos, como “Tierra de dios”, o películas como “Tropa de élite”. La impunidad criminal ha venido corriendo pareja a la injusticia social y el abandono de los mínimos derechos, a la impotencia y a la irresponsabilidad ciudadana (a partes iguales), a la precariedad educativa y sanitaria y a la corrupción político-policial. Es una corrupción que infecta (si no emana) a la deshonesta ‘clase política’, sin excluir al propio PT, donde milita el Presidente Lula, que no da a basto con todos sus progresistas programas para soltar esos lastres…

La lista de conflictos internos incluye la pujanza de la economía sumergida, la destrucción acelerada del medio ambiente (sobre todo en las zonas selváticas (del ‘mato’, la Amazonía), el alarmante déficit educativo y una lacerante desigualdad: el 10% más rico tiene rentas 40 veces superiores a las del 10% más pobre. El reflejo más dramático son las bolsas de miseria y hambre repetidas veces mostradas durante las últimas décadas por todas las ventanas televisivas del mundo… Aún existen cerca de 40 millones de pobres en el país; pero, la buena noticia es que la situación ha mejorado radicalmente; pues, hace sólo 15 años, eran justo más del doble: 83 millones de personas que tenían que buscarse el sustento debajo de las piedras.

Desde que Lula llegó a la Presidencia, en enero de 2003, la desnutrición y la mortalidad infantil han disminuido espectacularmente. La brecha social se ha estrechado. La ‘Bolsa-Familia’, el principal programa de asistencia, beneficia a más de 12 millones de familias; y ya no suena a utopía la promesa de que el hambre estará erradicada en 2015; pero no sólo la hambruna va desapareciendo de los barrios paupérrimos de las grandes urbes, también la marginación escolar, que era del 45% de niños y niñas entre 6 y 11 años, son situaciones resueltas en dicho estrato social (queda pendiente un 5%). Este programa ha sido implantado, incluyendo los barrios de favelas, consiguiendo llevar a casi toda la población infantil a la ‘Escola Pública Obligatoria’ (EPO) dotando de comedores escolares y polideportivos a todas las instalaciones. De una forma paralela, la clase media, sin la que es casi imposible sustentar un progreso sostenido, se ha ampliado en siete años hasta más de la mitad de la población.

En este tiempo, el país ha ganado en riqueza, prosperidad y cohesión social. Nadie lo pone en duda ni niega el mérito y la credibilidad de Lula y sus equipos de Gobierno, cuyo grado de aceptación ronda un 80%, y de presentarse a la reelección, es seguro que ganaría de mayor diferencia. Pero no lo hará: al contrario que Hugo Chávez en Venezuela y de tal vez Álvaro Uribe en Colombia, Lula no quiere perpetuarse en el poder y no optará imponiendo en la Constitución brasileña un tercer mandato presidencial para él. Dentro de poco más de un año dejará de ser el responsable directo de este cambio cualitativo y cuantitativo habido en su país, y la decisión de retirarse ennoblece aún más su figura, pero dejará huérfanos de Lula al amable y multicultural pueblo brasileño.

Y claro, la gran pregunta es si su ‘sucesor’ (nuevo candidato o candidata) continuará la obra social… Afortunadamente, Brasil no es Rusia y ni siquiera está claro que Lula logre imponer en las urnas la proclamación de Dilma Rousseff, actual ministra de la Casa Civil (similar a un puesto entre jefa de gabinete y ministra) del Gobierno de Lula; hija de un inmigrante búlgaro y antigua guerrillera contra la dictadura, torturada durante su detención por los militares, a Dilma se le considera la sombra política de Lula, su ‘delfina’ más aventajada, por lo que se le asoman algunos rivales sombríos, incluso en el Partido de los Trabajadores; como si no tuviera suficiente con la tremenda amenaza de José Sierra, gobernador de Sâo Paulo, adversario derrotado por Lula en 2002 y candidato del Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB)…

Dilma Russeff, que también debe luchar contra su ‘castigada’ salud por su resistencia a la tortura sufrida, va por detrás de Serra en las encuestas, pero no por ello deja de ser la máxima favorita. La batalla es a un año vista y Lula se empleará a fondo en su favor; ya le ha ganado el apoyo del centrista Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), el de mayor seguidores del país después del PT de Lula.

Tampoco hay que silenciar que el ‘milagro-Lula’ debe bastante a su predecesor, el ex presidente Cardoso, que le dejó la ‘casa’ en casi perfecto estado de revista tras haberse hecho cargo en 1995 de un país enorme que caminaba en el caos y cuesta abajo hacia la miseria social absoluta, con una inflación que rondaba el 85% y una acreditada fama de moroso perpetuo en el capitalista e incompetente Frente Monetario Internacional (FMI), del que hoy es acreedor inmerecido.

Lula siguió con pragmatismo, limpieza y honestidad por el sendero del saneamiento económico y no sólo atendió a las grandes cifras macroeconómicas, sino que imprimió un giro social sin precedentes a su gestión impidiendo que la factura final la pagasen los más pobres. Este balance se agiganta a la vista de lo sucedido en México o en Argentina, antaño también aspirantes al liderazgo continental sudamericano, pero cuyos gobernantes sí se dejaron embaucar por el espeso caldo fangoso y criminal de la corrupción.

No será fácil administrar en Brasil esta hermosa y ejemplar herencia:

Lula no hay más que uno:

LUIZ INÁCIO LULA DA SILVA, de origen muy pobre a la presidencia de una gran nación, se ha convertido en una promesa para muchos desde 2003, año en que ganó la presidencia proclamando la llegada de una “nueva era” a Brasil, y es el hombre que con su triunfo se convirtió en un cambio de modalidad política y ejemplo como hombre de Estado, no sólo para los brasileños sino también para toda Latinoamérica.

“Al que no le gusta la Política corre el riesgo de pasar su vida entera siendo mandado por aquel al que no sólo le guste, sino que la utilice. Si uno conoce a un izquierdista muy viejo es porque debe estar con problemas… La gente se transforma en el camino del medio, aquel que precisa ser seguido por la sociedad; quien va más de derecha, va quedando más de centro; quien va más de izquierda, va quedando más socialdemócrata, menos a la izquierda”.

(14 de diciembre de 2002, al recibir lo que en Brasil se llama Diploma do Eleito: Lula se emociona durante la cerimônia de diplomaçao…).

Biografía de Lula

Nace en Vargem-Grande, actual Caetés, en el estado de Pernambuco, el 27 de octubre de 1945. Tiene siete hermanos –tres mujeres y cuatro hombres- y él fue el séptimo. Se crió en una familia de labradores formada por Arístides Inácio Da Silva y Eurícide Ferreira De Melo, sus padres biológicos. Poco después de su nacimiento, su padre se mudó a San Pablo para trabajar como estibador en el puerto de Santos.

En 1952, con su madre y sus hermanos viajaron durante trece días en un camión atestado para Guarujá -en el vasto litoral del estado paulista-. En 1956 finalmente se instalaron en la capital de este estado del noreste, São Paulo, donde a los 12 años de edad Lula comenzó a trabajar como limpiabotas y luego como ayudante en una tintorería de su barrio. A los 14 años consiguió un puesto en una metalúrgica, donde vendía su trabajo doce horas al día; de igual forma, sacó tiempo para realizar un curso de mecánico-tornero en el Servicio Nacional de Industria, que culminó en 1963.

A los 22 años se casó con María De Lourdes, una trabajadora textil, quien dos años después quedó embarazada; desgraciadamente, ella y el bebé murieron durante el parto. Luego tuvo una hija, Lurian, con la enfermera Miriam Cordeiro, y en 1974 conoció a su actual compañera, Marisa Leticia, viuda y madre de un niño, con quien ha tenido tres hijos más.

En 1966 experimentó un cambio de mentalidad, comenzando a trabajar en las Industrias Villares, donde, a pesar de ser un trabajador aparentemente despolitizado, se transformó sindicalista debido a la influencia de su hermano mayor, Frei Chico (ligado al PC Brasileño), quien fuera arrestado y torturado por los militares de la dictadura de aquellos años. A partir de entonces, Lula participó de forma activa de la vida sindical y en 1972 fue elegido secretario general del Sindicato de Metalúrgicos (SMM) de São Bernardo Do Campo.

Consecutivamente, en 1975 y 1978, fue elegido presidente del SMM, liderando varias huelgas que aceleraron el final de la dictadura. En abril de 1980, encabezó un paro de 41 días en el que participaron 270.000 trabajadores paulistas y por el cual fue arrestado durante más de un mes. El 10 de febrero de ese mismo año, junto a otros sindicalistas, intelectuales y académicos, lanzó el Manifiesto que fundaba el Partido dos Trabalhadores (PT), en medio de un renacimiento del debate político en casi toda la sociedad brasileña.

Tanto el PT como Lula se consolidaron como fuerza política. En 1983 fue uno de los fundadores de la Central Única dos Trabalhadores (CUT). En enero de 1985, un colegio electoral designó a Tancredo Neves como el primer presidente civil de Brasil en 21 años, quien murió antes de tomar posesión y fue reemplazado por José Sarney. Un año después (1986), Lula fue elegido diputado nacional e integró la Asamblea Constituyente, que restableció la votación libre y directa a la Presidencia del Estado de Brasil.

Las primeras elecciones legislativas se realizaron tres años más tarde (1989), y Lula obtuvo el segundo lugar, detrás de Fernando Collor De Mello, que ganó con el 53%, y que luego de un escándalo de corrupción renunció en diciembre de 1992. Su mandato fue completado por Itamar Franco, en cuya gestión, como ministro de Hacienda, Fernando Enrique Cardoso puso en marcha su conocido “plan real”, que inició un período de caída de la inflación crónica de Brasil.

En octubre de 1994, Lula se presentó por segunda vez como candidato a la presidencia y volvió a perder. De nuevo le ganó Cardoso, del Partido da Social Democracia Brasileira (PSDB), como consecuencia del éxito alcanzado en su combate contra la inflación; sin embargo, el PT obtuvo dos gobernadores, cuatro senadores, 50 diputados federales y 92 diputados en los 17 estados federados.

Lula compitió nuevamente por la presidencia en 1998, para la que consiguió un sustancioso 32% de los votos. Cardoso fue reelegido, pero el PT conquistó tres estados más en el mapa federado. Dos años después (en el 2000) el PT ganó en más de 180 ciudades, abriendo paso a lo que se convirtió, dos años después, en un giro histórico para la política del país con más extensión verde del planeta.

Alrosoler © (Alrs)

Miranda de Ebro (BU), diciembre 2009.

Luiz Inácio Lula Da Silva

(Brasilia, 2009).

(*).- Una película recién estrenada durante estos días, “AVATAR” (dirigida por James Cameron), en una moderna y espectacular puesta en escena, refleja la lucha por lo recursos naturales de los pueblos autóctonos frente a la codicia de los imperios militaristas que desean someterlos para explotarlos y controlar las fuentes de energía… ‘La Luta Continua’, que gritaran los sindicalistas italianos en 1969…

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Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.