Sociopolítica

¿Y los atunes?

Ya están todos, sanos y salvos, en sus casitas. Todos, digo… Los malos y los buenos, los negros y los blancos. Ya puedo, pues, confesar lo que sentía mientras presenciaba la opereta del buque atunero. Si lo hubiese hecho antes se me habrían merendado los tiburones de la corrección política. Dirán, aun así, que soy un insensato, un frívolo y un irresponsable. Que lo digan. Eso no es asunto mío, sino de quienes lo dicen. Estaba yo en pecado capital. Tenía envidia de los secuestradores y de los secuestrados. Los unos y los otros corrían aventuras. Casi imposibles son éstas en el mundo de hoy, tan ordenado, controlado y maniatado. ¿Hay algo mejor que una situación límite? Me pirra el peligro. No lo puedo evitar. Ya en la niñez me pirraba. ¡Ah de Salgari! Si Yáñez y Sandokán eran héroes para todo el mundo (y lo siguen siendo, a juzgar por el éxito que cosechan las películas en las que los protagonistas son piratas), ¿por qué mis compatriotas, unánimes al fin en algo, lloriquean ahora por el suceso del Alakrana? Pan con marmitako para mis dientes de novelista y periodista. No soy pescador, pero tentado estoy de empezar a serlo para pescar novelones y folletones en las aguas del Índico. Envíeme Pedro Jota allí con un parche en el ojo, un garfio en la zurda, un papagayo en el hombro y una piratesa trincada por la cintura. Siempre, cuando cojo un avión, fantaseo con la posibilidad de que lo secuestren y termine yo no en el lugar al que iba, sino en las Tortugas. Ya le pasó a Colón, que navegaba hacia la India, tropezó con Guanahaní, descubrió América y creyó que era el paraíso. Vivir es eso. Lo contrario son tontunas de beatas, jubilatas, cobardicas, borregos, políticos y funcionarios. La vida no vivida, decían Jung y Soseki, es una enfermedad de la que se puede morir. ¡Menuda juerga la que a cuento de nuestros magros bolsillos de contribuyentes en crisis se están corriendo los vecinos del fortín de los piratas! ¡Ríos de champán francés, bandejas de caviar del Caspio, polvaredas de cocaína, polvorones de Estepa enviados por Zapatero, ensaladas de qat servidas por El Bulli y las mujeres más guapas de la tierra -lo son las somalíes- para celebrar el happy end del culebrón! ¡Que no falte de nada! ¡Todo es bueno para el convento!, dijo el fraile llevando una puta al hombro. Y de los pobres atunes, ¿qué? Nadie habla de ellos, aunque están a punto de extinguirse. Van a seguir pescándolos. Eso sí que es piratería.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.