Cultura

Fergie

Maynard Ferguson

Blanco, canadiense y trompetista, capaz que no en ese orden. Fue el Boy with Lots of Brass por definición, y nos duró hasta el 2006. Un prodigio de niño el Walter Maynard, porque a los cuatro años ya tocaba piano y violín. Morris Davis le escribió Serenade for Trumpet in Jazz para que, a los trece, tocara con la CBC Orchestra. Desde los quince recibía propuestas para irse a Estados Unidos, hasta que en el ’49 se fue nomás, para tocar con Jimmy Dorsey y Charlie Barnet. La banda de Barnet hizo que Ferguson tocara la trompeta en All the Things that You Are —para qué. La viuda de Jerome Kern, furiosa, hizo retirar la grabación del mercado. Quién sabe cómo sonaba esa versión: los que la tenían ya estarán bajo tierra, disco incluido.
Entonces el Walter Maynard se fue a tocar con Stan Kenton. Las bandas de Kenton tenían más brass que los cementerios, así que Ferguson cupo ahí como anillo en dedo. La banda no era comercialmente viable, pero el Maynard, sí. Año tras año, la gente lo votaba como el mejor trompetista. Así que se fue a Hollywood y ahí se amargó un rato largo porque no podía tocar en vivo.
En los ’60, se fue a explorar la India y hasta se dejó guiar por el Sai Baba, cosa que muchos hacían, quién sabe por qué. Menos mal que en el ’69 se dio vuelta para toparse con Manchester, Inglaterra. La CBS Records lo contrató para formar una banda con músicos británicos, de ahí es que salen arreglos tan raros para temas como Hey, Jude, por ejemplo.
Cosa curiosa: el Maynard se volvió comercial, pero no bajó su calidad. Le debemos el Gonna Fly Now de Rocky (la primera), producida por Bob James. Qué se le va a hacer, el arreglo es bueno. Ya en los ochenta, un día se le cantó volver al formato de banda y al jazz–jazz, con nueve instrumentos: tres trompetas y un trombón; los demás eran reeds y percusión. Tuvo éxito y hasta llegó al Jazz Hall of Fame.

Un Fergie jovencito

Una de sus virtudes fue sobrevivir la era de las Big Band y el avasallamiento del rock ‘n roll. El hombre sabía adaptarse: primero Big Band, después swing seguido por bebop, cool, Latin, jazz–rock e influencias de la música clásica y operática; es decir, de todo un poco —pero bien hecho. Nunca sabremos a qué atribuir su virtuosismo: si a una musculatura facial increíble, o a un manejo de la respiración inigualable. En escena, el Maynard se deformaba, rugía y hasta suspiraba. Llegaba a los registros más altos como llegaría un soldado en combate o un pugilista en final de campeonato —cada cual escoja su arquetipo masculino, pero no se olvide de colocar al Fergie en la mitología del jazz.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.