Joyas musicales LXX (“A la orilla de la chimenea”)

Ponerme cursi no me sale, por mi educación castellana, supongo, o por mi frialdad innata, vete tú a saber, o quizá sea por pura cobardía, por mi falta de osadía para mostrar mis sentimientos más allá del límite infranqueable de mi piel, no lo sé, sólo sé que algo se mueve en mi interior cuando te siento cerca.

Podría escribirte el poema más romántico de la historia, pero sería falaz y mediocre, tú no te mereces lo primero ni yo lo segundo, podría cantar a los cuatro vientos mis sentimientos por ti, pero éstos podrían aliarse con Pandora y transportar todos los males allá donde te necesito.

Si tuviera chimenea me tumbaría a su vera junto a ti y te susurraría al oído todas las palabras de amor que se me escapan entre la yemas de los dedos y que luego borro de la pantalla del ordenador avergonzado por mi debilidad.

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A la orilla de la chimenea

Puedo ponerme cursi y decir
que tus labios me saben igual que los labios
que beso en mis sueños,
puedo ponerme triste y decir
que me basta con ser tu enemigo, tu todo,
tu esclavo, tu fiebre, tu dueño.
Y si quieres también
puedo ser tu estación y tu tren,
tu mal y tu bien,
tu pan y tu vino,
tu pecado, tu dios, tu asesino…
O tal vez esa sombra
que se tumba a tu lado en la alfombra
a la orilla de la chimenea
a esperar que suba la marea.
Puedo ponerme humilde y decir
que no soy el mejor
que me falta valor para atarte a mi cama,
puedo ponerme digno y decir
-“toma mi dirección cuando te hartes de amores
baratos de un rato… Me llamas”.-
y si quieres también
puedo ser tu trapecio y tu red,
tu adiós y tu “ven”,
tu manta y tu frío,
tu resaca, tu lunes, tu hastío…
O tal vez ese viento
que te arranca del aburrimiento
y te deja abrazada a una duda,
en mitad de la calle y desnuda.
Y si quieres también
puedo ser tu abogado y tu juez,
tu miedo y tu fe
tu noche y tu dia.
Tu rencor, tu por que, tu agonía…
O tal vez esa sombra
que se tumba a tu lado en la alfombra
a la orilla de la chimenea
a esperar que suba la marea.