Cultura

La democratización en el arte*

Democracia en el arte.
El doble paradigma que plantea la Democracia en el arte y cómo éste siembra -y germina- en el seno de nuestra Sociedad es un dilema de compleja resolución. El arte, como proceso (véase artículo dedicado al arte en este mismo blog), implica necesariamente la existencia de un emisor -el artista- y un receptor -quien contempla la obra de arte-. Convenimos, en un atisbo de argumentación lógica ordenado y meticuloso, que murmurar acerca de lo que es arte, o lo que no lo es, viene a ser un discurso vacío, pues el proceso artístico está exento de cualquier juicio valorativo.
Sin embargo, respecto a la obra, lo que no queda exento de análisis -y en ocasiones, de juicio valorativo- es el método artístico: la técnica, la elaboración, la complejidad, la capacidad de transportar al ser contemplativo a un estado de conciencia que baila, frente a frente, con la abstracción más pura del artista.
Cada disciplina abarca sus propias técnicas, y dentro de ellas, cada una está sujeta a unos criterios valorativos. Hablar de la calidad en la técnica artística requiere de un estudio exhaustivo a la base de los fundamentos de la misma: qué se pretende emitir, cómo se pretende emitir, cómo debe responder el ser contemplativo. Sin embargo, la democratización del arte ha abierto una doble vía en el camino de la exégesis artística; el análisis ulterior sobre la base de este fenómeno pretende dar al lector constancia de la bifurcación a la que se ha llegado con la Democracia artística, ese arma de doble filo que rasura el vello más grotesco o, en el peor de los casos, secciona yugulares a cambio de nada. Nada, excepto aburrir.
¿Qué es la Democracia del arte? Si echamos la vista atrás en el tiempo, no requerimos de grandes estudios para percatarnos que el arte se ha caracterizado siempre con la magnificencia, el enaltecimiento de la estética, el trabajo exhaustivo, el mimo -aprecio por el gusto- hasta en el más mínimo detalle. El arte ha sido privilegio de las grandes castas, productos en todas sus formas -desde la escultura o la arquitectura, por ejemplo, a la pintura o la escritura- en los que los grandes artistas han plasmado la exquisitez en las formas, la delicadeza en el modo de ‘producir’; el arte no estuvo al alcance de todos: las grandes obras eran fruto de los genios en su respectivo menester, obras y piezas de exquisito gusto sólo apto para estamentos altos, los que podían permitirse el lujo de ser aquellos seres contemplativos de semejantes glorificaciones del talento humano.
Pintura, escultura, arquitectura, literatura, música, etc. destacaban por el refinamiento en la forma, por el cuasi-obsesivo cuidado del detalle: cada pincelada, cada palabra, cada nota musical, cada sillar colocado encima del otro buscaba, de algún modo, no sólo representar la transfiguración de la realidad a través de los sentimientos del individuo y su época, sino llevar a ésta al clímax de la técnica: la exquisitez, el ‘gusto por el arte’, el dar-lo-mejor por una causa única que caracteriza a nuestra especie, la cuál, entre otras muchas, es la cualidad de poder crear.
¿Hacia dónde nos ha llevado esta democratización del arte? Nos ha llevado al doble paradigma del que se hace referencia al principio: en nuestros días, cualquier ser humano con paciencia y tiempo libre puede tratar de jugar a ser artista, del mismo modo que cualquier ser humano, en idénticas condiciones, puede jugar a contemplar la obra del primero. Este doble paradigma tiene dos consecuencias inmediatas, una favorable y otra no.
– Desde el punto de vista favorable, que el arte sea ‘de todos’ y ‘para todos’ abre una gran brecha para que personas con talento encuentren una vía para hacer llegar su mensaje, su obra, al mayor número de personas posibles; en consecuencia, la actividad artística se transformará en un medio de competición en el que miles de aspirantes lucharán por hacer de su particular visión un recuerdo para la posterioridad. El surgimiento de nuevos talentos, la ventaja que éstos encuentran a través de los medios de comunicación actuales, los eventos culturales que proliferan en cada pueblo y ciudad, fomentando tanto al emisor como al receptor a desarrollar esa parte del intelecto humano de la que sólo nosotros podemos presumir: ésa es la gran ventaja de este fenómeno. El arte ha pasado de ser un proceso generador de obras-de-pocos-para-pocos para transformarse en una factoría de talentos, buen gusto, innovación y nuevas tendencias.
– Desde el punto de vista desfavorable, que el arte sea ‘de todos’ y ‘para todos’ genera un agujero en el que hay cabida para centenares de mal denominados artistas, para mal denominados contempladores. El arte se ha frivolizado, en muchos sectores está perdiendo el gusto por la exquisitez y la perfección en las formas. El derecho a ser artista, para todos y de todos, está derivando a su vez en un deterioro de la calidad en las obras: cualquier persona pude ejecutar una técnica paupérrima, carente de estilo, ruda en las formas, exenta de un correspondiente esfuerzo por hacer de la obra una obra de valor; arte frívolo, arte de masas, ‘productos’ que esconden horas de aburrimiento y falta de recursos: plagio, imperfección, la falsa aureola que se genera cuando algo en tendencia adquiere el estatus de tendencia. Arte de cansados, arte de agotados, obras de pensamiento que han debido sucumbir con anterioridad a los deberes y obligaciones de la vida en Sociedad: obras que muestran de sí la falta de ganas, la falta de recursos… la falta de técnica, al fin y al cabo.
Y esta segunda consecuencia, la negativa, es directamente proporcional al agotamiento y a la fatiga del receptor, a su falta de exquisitez; si se me apura, a su formación deficiente, a su estatus bajo, a la incapacidad de distinguir entre lo que es trabajo artístico y un galimatías, el garabato de un niño sobre un papel manchado, una búsqueda de nuevas tendencias cuando se generan desde el desconocimiento de las que, antaño, fueron las que confirieron al arte su carácter noble y aristocrático.
Autor desea quedarse con una pequeña parte de cada guión: por un lado, el estímulo que los artistas con verdadero talento están encontrando para abrirse paso a través de un gremio sobresaturado; por otro lado, la decadencia en cuanto a calidad del que somos testigos por esa misma circunstancia que atañe un gremio sobresaturado.
“Cualquier persona puede ser artista: todo depende del refinamiento de sus cualidades, inversamente proporcional a la ignorancia del que contempla”.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.