Cultura

Frontera, Migración y desterritorialización en la poesía de Carlos Valenzuela

El filósofo Max Black ha definido el recurso de la metáfora, con sus dos componentes, como un «sistema de lugares comunes (propiedades y relaciones) asociados a un sujeto subsidiario» (o equivalente). Al primero se le puede considerar, el dominio originador o fuente primaria («source domain»); al segundo, dominio secundario («target domain»). Una metáfora conceptual básica que proviene de la tradición judía es el Desierto, asociados a él están las ideas del pueblo en Travesía («halijá»), término que proviene del verbo «laléjet», caminar y el vagar a través de la «galut», del exilio.

Tomaré este tópico inicial, así como el de Muro Fronterizo y la familia, posteriormente, para indagar en las similaridades metafóricas que configuran la diáspora mexicana y la judía. Haré un asomo a la poesía de Carlos M. Valenzuela Quintanar. Los poemas que aquí presentaré, según nos dice, «están basados en realidades que he visto a través de noticias, fotografías, personas, indigenas que migran hacia mi estado de diferentes partes del país». Valenzuela compartirá este material poético en el Congreso Universal de Poesía y Literatura, a celebrarse en Tijuana, en agosto próximo, ya publicado como un librito.

Por de pronto, veamoe espacio de relación humana que, en los domnios cognitivos y conceptuales de la experiencia diaspórica, se observan como verdaderos commonplaces. En general, este poeta, residente en Hermosillo, Sonora, concluye que la migración mexicana es un «éxodo ingrato» porque resulta del desalojo, «destierro injusto» y la barbarie. No sólo sufre el inmigrante, sino que hay dolor espiritual entre los que se quedan. Uno de los poemas de la muestra que Valenzuela Quintanar nos ofrece se titula precisamente: «Los que se quedan». Es un texto intimista sobre la ausencia, «conciencia triste de mis cantos del adiós», la soledad y cuyo hablante, al padecerla, la evoca desde la cama y con detalles físicos, caricias faltantes como necesidad orgánica, o añoranza erótica. de dos seres compenetrados y ahora separados:

Camas tristes
son tu cuerpo y mi cuerpo,
hoy duermen solos.
[,,,] Arriesgas en las sombras
de las noches los senderos
que eran míos…
y en el día pierdo
los sueños que eran tuyos.

[…]

Sufres tú / Sonrío yo
Lloro yo / Cantas tú

[Frag. «Los que se quedan»]

Esta voz hablante del poema implicita a una pareja enamorada. Pero, en el proceso migratorio, sufre la famlia toda, siendo cada miembro y en conjunto los «paradigmas de la conexión íntima» y, los hogares, «el gran escenario de la pugna espiritual» (Shaina Sara Handelman: Familia: un ideal en la Torá] La familia es central en todas las civilizaciones y nacionalidades, siendo una unidad «que crea vida» y «el agente más poderoso para transmitir la memoria colectiva y personal». [V. Cangado-Abrahams: Parashat Bemidbar]. El poema Camino a casa de Valenzuela y que dedica a los inmigrantes presenta al hijo que regresa, evocando a su madre y preguntando por ella. Sin embargo, es tarde. El hogar materno se ha llenado de extraños, desde que la madre muriera en los transcursos de años de ausencia de él. Y pueden ser muchos años, sin ingresos financieros u oportunidades para el regreso:

… tus suaves manos ya no están
y me hace falta tu ternura.

Regreso a casa, me dicen,
pero entiendo es forzada
me voy sin ti
porque me llevan.

Te dejo,
¡madre! te dejo
mis recuerdos, mis besos
mis bendiciones
y la esperanza del reencuentro.

Este hablante que ha perdido a su madre / su casa / siente que lo pierde todo. Este nexo de familia biológica es interconectivo, por lo que el pensamiento judío enseña «nosotros, como el mundo… no somos inevitables, necesariamente autónomos. Somos un efecto del deseo de un otro y, en el mejor de los casos, el deseo de alguien de dar a otro». Por eso irrumpen estas sensaciones de pérdida total. Si la conexión se interrumpe o su fuente biológica más entrañable (la madre) se pierde, ¿qué casa / espacio nuevo / tiene el mismo significado, al no estar ella?

¿A dónde voy, mamita?
si mi casa son tus brazos
tus ojos mis estrellas
el abrigo tus caricias
y mi razón, tu ser.

No importan para ellos
mi miedo y mi llanto,
ni tus desvelos de antaño
mucho menos tu muerte poco a poco.

Mas el sentido de generación está presente y valorado en la poesía de Valenzuela Quintanar. Una madre internalizada quedó en la psiquis del hablante, como el nexo de transmisión hacia la generación siguiente y una posible recepción y renovación. Hay un momento para superar la pregunta de hacia dónde se irá, «¿A casa de quién?», «¿A casa de quién voy? si la misma sin ti no es». Finalmente, hay que asumir lo que se impone:

Solo importa, mamá,
el regreso a casa
por nacer en otra tierra.

¿A casa de quién?
si mi casa está en ti
si contigo se quedan esperanzas
si conmigo van grandes vacíos,
frío en mi alma tierna
dolor por tu ausencia
y la incertidumbre por volver.

Hermosillo, Son. 12 Febrero 2008

[Frag. «Camino a casa»]

En la experiencia diaspórica, hay siempre que halllar algo (aunque sea un recuerdo) para crear / o recrear / a partir de la nada, un acto de fe y esperanza. Como enseña la Parashat Bemidbar: «Rehusarse a dar a luz a la generación siguiente es rehusarse a continuar la creación de Dios, y por lo tanto también es rehusarse a vivir en la historia, y así también es negar el pacto. Porque el pacto es colectivo e histórico» (V. Cangado-Abrahams, lo. cit.).

Por razones familiares, lo más duro del proceso migratorio es la separación. El éxodo como proyecto suele ser repentino («no pensé hacerlo») y, acción detonada por forzada pérdida y que desemboca en el inicio del proceso de ansiedad, soledad e incertidumbre («Miedo en los ojos / a lo desconocido»). Tras los peligros de la cruzada, se vive el consecuencial desamparo al verse, ya sobreviviente, en una zona urbana («calle fría»). Valenzuela que conoce la dureza de este proceso para sus paisanos dice: «Tan peligroso el río como el desierto».

Tres de los poemas que Carlos Valenzuela presenta se titulan Exodo (I, II) y el tercero es el que dedica, sin numeración a Manuel Romo Rodríguez. De los tres se desprenden las similaridades de una noción judaica de Desierto y metáforas alusivas a la diáspora fronteriza. En común, con la visión judaica, el éxodo mienta «caminas el olvido», «miradas en lo infinito de la nada». El desierto es un momento de separación, de dejar raíces y tierra conocidas. En el judaísmo se enfantiza que el Desierto, no sólo evoca «el suelo seco, la ausencia absoluta de población, flora y fauna», sino la ausencia de lo querido. «También de alguna manera la ausencia de Dios» [Adi V. Cangado-Abrahams, lo. cit.]. En el Desierto, tierra no cultivada, agreste espacio, los peligros son las serpientes, las arañas, formas elementales de vida, que provocan mordeduras o picaduras; peligros, el sol quemante y las tormentas de polvo o arena; por lo que cruzar por
estos espacios, antes al parecer neutrales y benignos, por inhabitados por el hombre, son una dura prueba. Mas en el simbolismo judío, la dura travesía es prerrequisito para acceder a una Tierra Prometida, en la que el «Santo, Bendito es Él, pueda por fin residir».

Hay un simbolismo político que Hannah Arendt trajo a la tradición literaria judía. A fin de rescatar una nueva metáfora (como «acomodo que ha encontrado el lenguaje para retraer a presencia lo invisible del pensamiento»), esta pensadora define: «Un desierto en marcha, como tormenta de arena», que es «la metafora para hablar de los movimientos totalitarios», lugar donde los hombres viven «en un terreno políticamente muerto». La imagen del Desierto mienta, de este modo, la tiranía (en cuanto es un lugar de abandono y desolación, «pero en cierta calma». Pero, en el totalitarismo, la imagen del Desierto «no es la imagen de un pueblo que marcha por el desierto, sino la de un desierto que marcha sobre los hombres» [Agustín Palomar Torralbo, «Totalitarismo, experiencia y metáfora en Hannah Arendt», en: Revista Internacional de Filosoría (No. 47, 2009, 133-148]

Carlos Valenzuela, al poetizar en torno a la experiencia diaspórica del mexicano, no es ajeno a la connotación metafórica que se configura en la visión del Desierto como algo más que un lugar geográfico, sino que Desierto es metafóricamente, por igual, un espacio histórico, existencial y sicológico. No es sólo una experiencia del «bemidbar» judío (término que, en hebreo, significa en el desierto.

La experiencia migratoria mexicana tiene un lugar común en la experiencia diaspórica judía y de muchos otros pueblos que han de darse una nueva ley, como inmigrantes. Es significativo que «Halajá», una palabra confeccionada con el nominativo «halijá», es decir, travesía, signifique igualmente Ley. Toda la dura experiencia del éxodo y el desierto («pesadumbre inmensa») tiene que ver con el deseo del hombre por darse ley en un sentido espiritual y político. Me parece el más importante mensaje, en el primer poema en que Valenzuela trata el exilio como un dolor que se lleva en la espalda, su planteo arendtiano de la metáfora del desierto. Arendt y él coinciden. El desierto es un acontecimiento sicológico, histórico y político; es decir, es algo más que una «cruzada» por tierra seca e inhóspita, que origina cansancio.

¿A dónde van los pasos?
Nadie sabe.
Solo una nube de polvo
los acompaña y
junto con ella, el desamparo.

El desamparo, la «pesadumbre intensa» en la espaldas, bajo la Nube de Polvo [que es la referencia más concreta en el texto para describir el desierto, en cuanto geografía], tiene una causa política. Concierne a un asunto de ley. Arednt cuando discute su metáfora del Desierto indica que, en la experiencia diaspórica y de la desterritorialización, provocaron el antisemitismo histórico y el imperialismo (nazi), como «ideologías deformantes de la realidad». Entonces, el poder coercitivo, en su propio movimiento, va aniquilando a los hombres, quitándoles su poder de resistencia, vaciándokis de su pensamento y, finalmente, llevándolos a «la lógica de su ideologia». «Los vuelve muñecos que caminan hacia la muerte». Este es el contexto en que se explican estos fragmentos del poema de Valenzuela:

… recuerdos
que te quitan a jirones
de tu piel y de tu alma
para dejarlos regados en el suelo.

Así los vas tirando en cada paso,
como los van tirando todos
en el éxodo ingrato al dejar la tierra,
que ayer les cobijaba.

El Desierto como situación-límite es un espacio sicológico, existencial e ideológico, en que se dejan atrás las raíces, se pierde la noción de si será posible regresar, se dice «un adiós no buscado, sino al contrario, obligado».

Como presagio del éxodo
a la tierra de nadie
porque la tuya ya no es.

¡Alguien te la ha quitado!

Tus pasos lastiman
es cansancio, es dolor, es peso…
todo lo llevan tus hombros.
tu cabeza tan dolida
y tus pies que
gritan el dolor de la barbarie,
del desalojo.

¡El destierro injusto
de tu amada tierra,
en un éxodo que
aún, no entiendes.

Hermosillo, Son. 26 de Abril de 2009

[Frag. «Exilio»]

En el poema, pese a este estado de terror que el hablante lírico de Valenzuela articula, hay una acusación política. Está contenida en la frase, «¡Alguien te la ha quitado!» Toda esta injusticia del Destierro / Exodo / Desterritorialización / Desalojo / tiene un culpable. ¿Quién es? Ese Alguien del verso debe tener un nombre, o responder a un por qué causativo. La respuesta podemos inferirla por la secuencia de sus próximos textos Exilio I y Exilio II. Del primero de los textos es inferible que el autor Valenzuela habla por los inmigrantes porque éstos, a la altura del proceso de su éxodo, no saben a dónde van. Están «en total ignorancia»; pero, el hablante observador sí sabe: «Les arrebataron sus raíces». Desde los «umbrales de la muerte», los inmigrantes callan, sólo saben sufrir.

¿A dónde van?
solo el cielo lo sabe
ellos, en total ignorancia.

En un olvido van.
Les arrebataron
sus raíces, ¡Su tierra!

[Frag. «Éxodo I»]

En el texto, Éxodo II, es obvio que lo que más conmueve de este proceso, hecho que también está presente en Éxodo I, es la esmerada descripción del desgaste físico que sufren los inmigrantes (e.g., «destrozados pies», adoloridas espaldas, fatiga moral («muertas van sus almas»), miedo en las miradas, «ojos sin brillo», «labios enjutos» por la sed). De hecho, cuando el poeta escribe, «Van muriendo / poco a poco», ésto puede tomarse literalmente, en cuanto en el proceso de su cruce por los desiertos, muchos agonizan por deshidratación. En tres condado del Sur de Texas, «el número de cadáveres de inmigrantes, ya sea de mexicanos o de otras nacionalidades no identificadas, aumentó en un 40% en el 2008, con respecto al año previo» [«Aumentan muertes de inmigrantes en la frontera»: Periódico Ahora Sí] Los cálculos de la Federación Internacional de Derechos Humanos (FIDH), hasta hace dos años, indican que «unas 4.000 personas han
muerto en los últimos 12 años al intentar cruzar la frontera entre México y Estados Unidos» y ésto, a pesar de su costo humano, y los 30,000 millones de dólares invertidos «en asegurar su frontera meridional» por los EE.UU., no evita las muertes, sin que parece incrementarlas. Con más vigilancia y muros virtuales, «se han registrado numerosos casos de brutalidad, violencia verbal e intimidación por los agentes fronterizos hacia los inmigrantes». [«Unos 4.000 inmigrantes han muerto en la frontera de México-EEUU en 12 años»: IBLNEWS, AGENCIAS]

El poema más reflexivo, en cuanto a la identificación del Alguien, el poema que pretende ser el alegato esperanzador de una partida en aras «de un mejor vivir», es Me espera la pobreza, escrito el 17 de octubre de 2006. El hablante es un joven, con «sueños de grandeza y de fortuna», con la sola riqueza de la fuerza de su juventud. Sabe la consecuencia de su migración (el abandono de gente que deja «solos y desamparados») y los riesgos, lo que soluciona en una sola línea, el asalto de coyotes: «ser robado y agredido en mi persona». Es ya un joven desilusionado, en la tarea de buscar fortuna, condenado a regresar. Sin embargo, el poema es claro al señalar la causa de su migración: la pobreza. Esta estampa poética del fracaso y la irremisible posibilidad del regreso, alude a dos cosas: el inmigrante siente que combatir al gobierno es tarea de incierto éxito y que el regreso no cambiará una situación socioeconómica de la que huye. Ha
perdido la fe en su país natal:

¿A quién culpar? Ya no lo sé
¿al destino? ¿de qué me servirá?
¿al gobierno? ¿lograré algo con ello?
¿a mi mismo? ¿no es suficiente lo que vivo?

[…]

Hoy me encuentro buscando solo el momento
en que habré de regresar de donde salí
llevando en mi alma el cansancio y la tristeza
porque regreso al lugar donde me espera la pobreza,
¡La pobreza que pensé dejar en el olvido!

[Frag. Me espera la pobreza]

En este respecto, volvemos a encontrar la incidencia de la visión arendtiana de la metáfora del Desierrto como símbolo del terror, el desaliento y la soledad. El terror, piensa la filósofa judeo-alemana, es la «esencia de la dominación totalitaria» y la soledad: «la pérdida de lo que es más propio no es en la vida». Ambas cosas se experimentan cuando fracasan los modelos políticos que tradicionalmente tratan con las causas de la migración y el destierro. El terror y el desencanto aniquilan las expectativas de «horizontes mejores», como ocurre con el personaje del poema anterior.

Hannah Arendt nos introduce a otro símbolo que describe el dominio o zona anímica del desencanto. Es la metafora del «el anillo de hierro» con que mienta la ruptura del consentimiento y la intimIdación practicada por un poder externo, que va anillando a los hombres hasta convertirlos en uno, el Uno / Don Nadie / del poder totalitario, rigiendo la vida de otros, negándole espacios políticos y productivos para su vida. Para lograr esa ruptura, en el ámbito del país anfitrión, el Poder / Gobierno / el Estado quita al hombre su carácter de bienvenida. Le quita consentimiemto, el imperio de su ley protectora, lo cerca con muros hasta convencerlo que está carente de toda legalidad. Arendit llama a este círculo que, más parece una de las argollas, o eslabones redondos, de la cautividad o las cadenas, el «Anillo de Hierro».

Valenzuela habla sobre estos anillos en términos del conocido signo de los Muros de Hierro en la frontera. Y no menciona, como Arendt, que los anillos son los esponsales del Estado / Gobierno / con la tiranía y, por tanto, la «ilegalidad» es la esencia de tal tipo de sistema, pero, en sus textos, expresa su repudio a las «malditas fronteras de metal / y muros de cemento» y expresa que el poder de estas fronteras marcan separaciones de parejas, enamorados u otros vínculos afectivos, incluyendo las raíces, la Tierra, como primer cimiento:

¡Es pecado universal
apartar las tierras,
que han vivido unidas!

El texto Migrante, escrito desde esa zona oscura, el desierto de lo no deseado, augurio fatal y atemorizante («presentimiento negro»), ante la inquietud de no saber si un día regresará, es, sin embargo, una invocación de protección y un anhelo de regreso una vez se ha ido:

Negra es mi existencia.

[…]

La pregunta del regreso
tan incierto, como lo soy, yo

¡Abrásame tierra!
Dame cielo bendición.

Me estoy muriendo
por tristeza y soledad.
Cúbreme Dios con tu bondad.

Dios bendito
ampárame en esta travesía
y dame el consuelo
de tu protección
para poder volver.

Retornar a mi tierra amada
para no partir jamás.
Cubrir de besos y caricias
a mi familia amada
a quién estoy dejando al partir.

Hermosillo, Son. 7 de Sept 2008

[Frag. «Migrante»]

La muestra de Carlos Valenzuela Quintanar no es épica. Al parecer, sus versos son etopeyas de empatía («Einfühlung»), identificaciones con personas, objetos, procesos obsevados, no como proyecciones involuntarias, sino como mímesis interior, con las que evoca un sentido de participación. Quizás, por esta razón, aún cuando se coloca en una posición de observador narrativo (tercera persona) en la mayoría de los poemas, su mensaje político esclarecedor del Alguien es ambiguo. Si bien observa que en México hay un problema de miseria que empuja a sus connacionales al exterior, sus poemas no son investigaciones poéticas sobre las causas de la desterritorialización. Son nostalgias empáticas con aquellos «inmigrantes que añoran su tierra», «en tierra ajena», pero que afirman que se han quedado «sin patria».

¿Cómo volver a ti
cuando las fronteras
se han cerrado tras de mí
y vivo en tierra ajena?

Libertades, ¡triste sueño!
arrancadas de tajo
como si hubiese sido
polvo impregnado en un diván.

[…].

Solos tú y yo.
Navegando soledades,
separados
por malditas fronteras de metal
y muros de cemento.

¡Es pecado universal
apartar las tierras,
que han vivido unidas!

Lloro y sufro por tu ausencia.
No hay nada conmigo.
Soledades van y vienen.

Me persiguen sueños,
pesadillas con fantasmas
cuando vivo el desamparo
de una calle fría.

¿Libertad? ni la tuya
ni la mía.
Lejos los dos.
¡Malditas barreras!
Arrullan con dolor
ausencias de aquellos
que dormían juntos.

Las nubes que cubren los sueños
y las soledades, de la nada llegan…
el viento del desierto
las arrastra,
para hacer de nuestra ausencia
sordos silencios
que duelen al imaginarlo.

¿Libertad? mentiras
las fronteras
son sin ti y son sin mí.
Añoro tus besos y
sueño tus caricias
pero seguimos solos…
con fronteras que nos lo impiden.

Hermosillo, Son. a 6 Diciembre de 2009

[Frag. «Sin patria»]

En el poema, hay un tímido intento de explorar el tema de la libertad, la que se define como «triste sueño», o «mentiras». Lo que uno pregunta al leerlo (o pregunta al hablante que articula su desencanto con la libertad) es: ¿Dónde buscaste plasmarla concretamente: hablas de libertad económica o política, o de libertad interior? ¿Cuál es la causa de no sentirte libre, cuáles son factores contribuyentes a la trunquedad? Este desencanto que da tono al poema prosigue de México a la tierra ajena. Es agravado por las fronteras que impiden la unidad espiritual, en que un sentido de libertad puede cuajarse. Si bien la ausencia de la patria, o lo amado, es aducida como un de los factores truncantes del sentimiento de libertad, es difícil determinar esta voz que clama desde la soledad y la ausencia. Todavía es una voz agredida, impenetrable, que amenaza volverse silencio y, como tal, su anulación completa: «Nubes» encubridoras que «de la Nada
llegan». A Valenzuela le complace este mood pesadillesco: «pesadillas con fantasmas», que en cuanto tal se incapacita para la concretitud descriptiva de la consciencia agónica.

Esto mismo sucede con su poema Exilio donde su empatía nostálgica lo enfrenta a un cubano. El poema está dedicado a un hombre del deporte mundial. En la «en la isla bendita / donde todo dejé, / recuerdos, amores, niñez», el hablante lamenta, llora, rebusca en la memoria. Lo desafiante del poema queda irresuelto. Es la frase «Me arrancaron de ti y la pregunta requiere respuesta si el lector interroga: ¿Quién? El asunto es que la nostalgia / la añoranza de un espacio conocido / no es causa del exilio, sino una consecuencia:

… y tú sigues aún
con nostalgia mirando,
a tus hijos,
que de ti se marcharon;
yo sigo mirando
en lo profundo de la memoria
aquello que huele a ti…
caña, mar,
a danzas, a puros…
a Cuba mi Cuba.

Exilio de tus brazos
Exilio de tu aroma
Exilio de tus aguas
Exilio de tu encanto.

Nada compensará
mis soledades ni
mis lágrimas sin ti,
las ganas de vivirte
los miedos que mis sueños
abrazaron
lejos,
muy lejos de tu suelo.

Exiliado vivo
añorando día a día
tú aroma a mar,
a brisa
que deja el viento en mí.

Hermosillo, Rancho el Sapo, Son. dic 27 del 2009

[Frag. «Exilio»]

El tema de la nostalgia, como aspecto consolador del Galut (Exilio) está contenido en la simbología de la Shejiná. Para aliviar el dolor del exilio, la Tradición judía enseña que la Tierra Prometida (a cuyo regreso se aspira, o la Nueva Tierra, a la que asignamos ascenso, o arribo) siempre canta en el corazón humano, aún cuando vaguemos por el Desierto, o sintamos las más insufribles turbulencias de la historia. El consuelo no baja del cielo ni está en él. El consuelo es la consciencia / certeza, dicho con una metáfora judía, de que una Aceituna Prensada (el judío) da fruto y para darlo tiene que ser prensada.

La experiencia del Desierto, como turbulencia mayor de la experiencia humana o diaspórica, es para el ascenso humano. En el Desierto se reconstruye el propósito divino de la Unificación, que es representado por la letra que representa la Shejiná que acompaña al pueblo judío a través de la Galut, travesía desértica. Esta Presencia Divina (Shejinah), según los textos originales de la Torah, aparece con diversas manifestaciones, en unos como la zarza ardiente, que se manifiesta a Moises. El poeta José Hierro, como vimos antes, la sugiere como «La llama». Se relaciona a la antiquísima Ashera, la Diosa Madre. En su tiempo, los israelitas la consideraban la la Consorte de Yahvé, el mismo Dios. No significa que se haya presenciado como Hombre / o Mujer. Más bien, significan aspectos. Uno masculino y otro femenino, sin los cuales no se puede experimentar la unificación, como fuente de la verdadera Libertad / Familia / Patria / o Matría.

Durante una fiesta llamada Shavuot, zemán matán toratenu, celebrada los días 19 y 20 de mayo (equivalente al 6 y 7 de Siván), se recuerda no sólo la entrega de la Torá en Sinai, a través de Moisés, sino el significado de la Shejina. Aún en el Desierto arde la llama espiritual, se oye el Nombre completo del Invocado. Cada descenso es con el objeto de un ascenso. La experiencia del exilio, incoherente como parece, tiene una finalidad espiritual superior, habiendo «una continuidad espiritual más allá de lo inmediato y a través del tiempo» y, como dice la profesora de Estudios Judaicos de la Universidad de Maryland, Shaina Sara Handelman, tras citar al Talmud con la metáfora de la Aceituna Prensada (que nos representa a todos como inmigrantes): «Las andanzas de la gente a través del curso de la historia permiten un gran florecimiento espiritual» [S. S. Handelman, loc. cit].

Valenzuela aprovecha uno de los aspectos del jugo delicioso de la Aceituna y que representa la Consolación / Presencia evocada / de la Madre Divina: la nostalgia. Estos poemas suyos están matizados de este tipo de motivos, evocativos de nostalgia, ante la impotencia y el sentimiento de soledad diaspórica: el mariachi, las bendiciones del hogar, la separación de los amigos, el retorno a la patria y hasta la nostalgia del mar habanero.

La nostalgia por la tierra;
aquella que me vio nacer
y dejé llorando, un día,
solo por buscar algo mejor.

Mariachi toca y canta para mí,
déjame en las notas un pedazo de mí tierra
y trae a mí esa esperanza,
la de volver alguna vez a ella.

¡Toca mariachi para mí, toca!

[Frag. «El mariachi»]

La misma necesidad de evocación nostálgica la vemos en el texto México Lindo.

Tan peligroso el río como el desierto
donde el frío que cala los huesos
ó el calor que quema mi vida
también me convierte en inmigrante ilegal.

Sin medir consecuencias me voy de mi tierra
buscando alcanzar ese sueño dorado
que dé bienestar a mí y a los míos, dejando
en este sueño mi tierra querida,
¡Mi México Lindo!

Hermosillo, Son. Enero del 2006

Entre los poemas descritos aquí, Volando hacia tí y hacia mí es el que más sugiere la unificación posible en el sentido de la continuidad espiritual, descrita por la Dra. Shaina S. Handelman. La espera del alma cargada de lo hermoso es la Shekinah / o Shejiná. Hacia esta Presencia Femenina es que el Alma vuela para neutralizar la sensación de vacío y equilibrar el árbol del alma, como decimos los kabbalistas

Mi alma volando hacia ti,
y viajando hacia mí;
así se encuentra mi ser
desde el tiempo que partí.

Un tiempo estoy vacio,
no existe equilibrio en mí.
Se pierde cuando mi alma
busca tu presencia.

[….]

Esperando su regreso cargada,
de todo aquello hermoso
que ayer viví contigo.

Así es mi vida, desde que tuve que partir.

¡Mi alma volando hacia ti!
¡Mi alma viajando hacia mí!
Siempre con la esperanza,
de que llenes en mis noches el vacío
y en el día hagas mis jornadas más livianas;
¡Aquí, donde hoy no estás!

[Hermosillo, Son. 7 de Julio de 2007]

Festejo las etopeyas empáticas de Valenzuela. Su enfoque del problema migratorio es cristiano (y «siempre con la esperanza»). Sus textos no son acusaciones frontales de las raíces, histórico-sociales, del dominación totalalitaria que Arednt visualiza como signo gestor de la experiencia en el Desierto, que es la esencia de ilegalidad y ruptura de tolerancia y justica con que se gobierna el mundo y que incide inclusive en separar cuerpos (entes de afectos y emociones compartidas), territorios y espacios para el progreso humano. Valenzuela entiende que la miseria arroja a los seres humanos a países diferentes. En la simbología sobre la dominación totalitaria, aplicada a la Diáspora, la única respuesta puede ser política, ya que el totalitarismo destruye los elementos cruciales de la esfera pública, donde la discusión de todo asunto y acción social y humana deben discutirse, intercambiarse, incluyendo el desempeño de las burocracias masivas
que tratan sobre migración, derechos humanos y justicia social.

En libros como «La condición humana» (1958), Arendt explica cómo se ha venido disminuyendo la libertad política, pese a que los potenciales humanos han crecido gracias a la investigación tecnológica y la investigación humanística; mas, sin embargo, la sociedad es cada vez más negligente en controlar las consecuencias de las acciones humanas. El hombre ha quedado reducido a un animal laborante, cuyo principio de felicidad es mermado por la pérdida del sentido común y del perdón, la alienación mundial, nuevas formas de esclavitud, el culto al consumo y la apariencia y el uso de los espacios de comunicación e información.

En la sociedad actual se siente cada vez menos obligación de comunicarse «humana y directamente», lo que contribuye al aumento de la fragmentación y la indiferencia. Mas, a pesar de este hecho, más que introspecciób creativa el mundo parece impelido a mímesis y banalidad. Todos estos señalamientos son lo que explican que, en sociedades como la estadounidense, no se invoca tanto la libertad, el respeto a los derechos humanos y otras «mentiras», como dice Valenzuela, en uno de sus textos, surjan estas olas antiinmigratorias y de pensamiento resentido y totalitario.

En la perspectiva judía, no se aboga ni promete salvación a los individuos. El problema de la libertad y la convivencia se encuadra en un pacto. El Desierto / el Exilio y la Diáspora, si hallará una solución será una que se competa en un sentido colectivo. Si hay una revelación divina (y peinso que hay}, ésta se da colectivamente, a todo el pueblo. El pacto es colectivo e histórico. Esto no significa que el Gobierno / el Estado / deba ser un Desierto que marcha sobre los hombres, con su ley totalitaria, so sus anillos y muros de hierro.

Este proceso divino es una coparticipación, de naturaleza e historia. No de leyes ni dioses ahistóricos. Aquí lo humano es lo que debe marchar sobre el Desierto, involucrando todas las emociones. Esto es lo que hallamos esencialmente en la poesía de Valenzuela: la etopeya emocional y empática del proceso migratorio. Su recurso principal es la emoción de la nostalgia y los paradigmas de la conexión íntima con la familia.

Bibliografía

Carlos M. Valenzuela Quintanar: «Los que se quedan», «Camino a casa», «Sin patria», «Exodo (I, II)», «Migrante», «Me espera la pobreza», «Exilio», otros. Textos enviados en attachment por el autor a mi persona.

Agustín Palomar Torralbo, «Totalitarismo, experiencia y metáfora en Hannah Arendt», en: Revista Internacional de Filosoría (No. 47, 2009, 133-148]

V. Cangado-Abrahams: «Parashat Bemidbar»

Shaina Sara Handelman: «Familia: un ideal en la Torá»

Carlos López Dzur: «Sociología política y cultural de la Diáspora»
http://carloslopezdzur-carlos.blogspot.com/2010/08/sociologia-cultural-y-politica-de-la_03.html

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.