Cultura

Sobre «Camino de eternidad» de Héctor Soto Vera

En algún momento de mi adolescencia, supe que mi padre (Víctor López Nieves, 1919-1995) se involucró como colaborador de una publicación llamada «El Pepinito». Esto fue en 1961 y, en consecuencia, por inquietud mía, cualquier revista, periódico o libro que llegara a casa, especialmente, los relacionados a San Sebastián del Pepino, pasarían por mis ojos escrutadores. De modo que cuando años más tarde confirmé que Héctor Soto Vera, junto con Ramón Vargas, Antonio Frontera y otros, fueron los fundadores de «El Pepinito», estuve preparado al menos para reconocer a dos hilvanadores de la «pepininidad», desmitologizadores de razonamientos dogmáticos, conservadores y logificantes. Tendría que conocer a Vargas Pérez y Soto Vera, quien fue el primer librepensador con quien tendría un contacto en vivo, una comunicación sincera, amistosa y cordial.

Por su parte, Vargas Pérez fue el primer editor de mis colaboraciones a sus semanarios regionales. Sin él, Soto Vera y otros, como Joaquín Torres Feliciano, no habría sido yo el fiel y feliz aprendiz / estudiante que soy aún, y no me habría iniciado en el periodismo y la literatura. Agradezco aquellos estímulos en el momento adecuado.

Ni el tiempo ni la distancia me quitan de la memoria, hoy que estoy ausente, las visitas a mi casa de Héctor Soto Vera y de su hermano.

Para mi mente, en el decenio de 1970, fue como estarme al habla con uno de los continuadores del pensamiento libre, espírita y masónico, del que Puerto Rico, como el Pepino, estuvo imbuído en el siglo XIX e inicios del XX. Sería algo tan agradable, como tener sus charlas con el discipulado de Dr. Ramón E. Betances, masón y anarquista, Rosendo Matienzo Cintrón, Manuel Corchado y Juarbe, Alejandro Tapia y Rivera, creyentes en la reencarnación y el espiritismo y, en la escena local, Sagardía Torréns, Baldomera de Orta y R. Gayá Benejam, por decir algunos. Después de leer las notas, o poemas de Don Héctor en «El Gorrión», o «El Pepinito», ¿qué faltaba? Conocerlo en persona y que me hablara y opinara de sus discos y libros y, ya sabía, uno que otro de sus libros de Trincado, iba a tomárselo a préstamo.

En este ensayo, presentaré al Don Héctor, sensible y amoroso, que conocí y cuyos pensamientos y poemas durante más de cuarenta años han orbitado para beneficio de la mente ordinaria de los pepinianos y los puertorriqueños. En semanas recientes, él me envió el borrador de un poemario, cuyos textos él recopilaba desde antes del 2000. Tener en un volumen de libro sus textos sería fascinante y materializaría la producción de quien fue uno de los fundadores del
Círculo de Poetas Pepinianos’. Además, se trata de un ensayista y divulgador de ideas espíritas y ultramodernistas a quien se respeta por colaboraciones en revistas como «Evolución» (Venezuela), «Pensamiento» (Barcelona), «Bohemia» (Puerto Rico), Grito Cultural (Lares) y El Vocero.

Aproximación a la temática: En la carta del 10 de junio del 2007, con la que recibí Caminos de eternidad, Soto Vera con humildad me pidió que valore si hay méritos suficientes en su poesía, pues «reconozco mis limitaciones, mis lagunas académicas para escribir un libro» (sic.); me exhortó a que sea sincero y corrija lo que pueda ser enmendado en alguno que otro texto.

En este particular, lo único que varío y, sólo con fines de mejor categorizar los temas, es el Indice y el orden de los poemas en cada sección. Ante las 6 secciones que él propuso (de la A a la F) y la séptima a la que tituló Pensamientos, propongo las secciones siguientes:

I. El ser y la persona
II. Sociedad y pertenencia
III. Conflictos: lo kármico
IV. Ideario filosófico-social
V. La vida y la muerte

En este orden es que dispondré mi análisis a los temas del libro.

El ser y la persona: En sus «Meditaciones poéticas», Alphonse de Lamartine escribía que, por «infinito en sus ansias, el hombre es un dios caído que se acuerda del cielo». Si hablara de la persona de Soto Vera como dios caído («un dieu tombé»), el Ser verdadero, lo menos limitado de su naturaleza, sería su corazón y su voluntad, con ansias de infinitud. Quiero que sea, a través de sus propios versos, que los lectores descubran y aprehendan quién ha sido HSV, su biografía y sus sentimientos de hoy.

De Soto Vera se sabe que nació el 10 de agosto de 1936 y no conoció su padre. Que prefiere el contacto con la Naturaleza y el verdor de sus campos, por lo que el barrio Hato Arriba, de San Sebastián, ha sido su morada fija y el seno en que crió su familia. El amor a la Naturaleza, a sus semejantes, al gusto musical exquisito, el amor a los compositores clásicos, lo atribuye a la influencia de María Vera.

En los poemas ‘A mi padre’ y ‘A mi madre María Vera’, se puede conocer los aspectos de privacidad y emotividad que gravitaran sobre Héctor siendo niño. Recuerda la pobreza, el sacrificio de su madre y los heroicos legados de ella, la costurera que sacaría adelante su familia. Doña María tuvo una vida ejemplar y no concibió por tarea que su hijo Héctor se atara «a dogmas ni a creencias supersticiosas» (op. cit).

Una vela, un quinqué, alumbraron sus ojos /
para bordar ropones y pañuelos / para darme
leche y mitigar mi llanto de hambre…

[A mi madre María Vera, en CdE, borrador de la edición]

El mensaje de ambos poemas es cuán profundamente HSV siente las tradiciones y obligaciones familiares. Tuvo un padre que lo abandonara, que no suplió ni alimento ni cariño ni seguridad emocional, pero ésto habría sido más doloroso si no hubiese tenido lo que describe como «una super Madre / de corazón grande y amoroso». Del padre Soto Vera apuntó: «todavía sufro su ausencia», pues, cree que la imagen (de una autoridad) masculina es necesaria al desarrollo sico-sexual de los hijos en una familia. Y no habla necesariamente del buen proveedor, ni sobre un ente disciplinador y machista; se infiere que el padre que anhela tendría que ser como un amigo. Un ser cercano que bendiga y sonría. «¡Ah mi padre, cómo me dejó / sin un beso!», escribió Soto Vera después del siguiente epígrafe:

No te guardo rencor.
Nada tengo que perdonarte.
Me díste de lo que tenías.

[A mi padre, en CdE]

Este Ser espiritual que vence la persona social, limitada y natural de Soto Vera, es el poeta. Si bien «por motivos económicos y de convicciones no prosiguió estudios universitarios» [1], son sus alcances intelectuales e intuitivos lo que le hacen acordarse del cielo («qui se souvient des cieux»). Este cielo, lugar de amor, el espacio del dios caído, es también el triunfo del Arte, la «Poesía (como) música que ennoblece»; la poesía como «nave que viaja el universo» (sic., en CdE). La poesía permite que se pueda soñar, es decir, proyectar nuevos comienzos y dar las alas al dios caído. «¡Ah, poesía / sin tí no hubiera sueños!», dice Soto Vera.

En este sentido es que el poeta y filósofo puertorriqueño, Iván Silén, explica en uno de sus ensayos:

«La poesía podrá hundirse en la más oscura soledad, en el más oscuro pasado, o en el más siniestro pesimismo, pero una vez más la poesía, sin abandonar el canto, se propondrá como el pensamiento del poeta-filósofo. Esto es así, ésto parece ser así, porque el mito que este pensar arrastra (un pensar que ontologiza sobre sí) tiene que cargarse no sólo de un futuro próximo, sino también de este “presente” que nos amenaza con sucumbir. Pensar poética o míticamente el presente implica preparar y concebir el mito-político que la época necesita como revolución. Pensar poéticamente es pensar la libertad misma como política del ser». [2]

Antes de salir de los contenidos temáticos de la primera sección (que nos vincula a la infancia formativa-biográfica de Soto Vera), extrapolaría uno de sus pensamientos: «Los ancianos son niños que necesitan el pan de la sonrisa». Esta metáfora, pan de la sonrisa. está asociada paradójicamente a la relación con dos vivencias: niñez y ancianidad; pero hay que comprender el análisis del padecer que expone Soto Vera, como discípulo trincadista, estudioso de Buda (Joaquín Trincado alega que fue avatara y reencarnación de éste). Hay unas diferencias entre los dominios de jiva y Atman, la Maya y Brahmán. El Yo físico (Jiva) o ego natural, biológico, que se vincula naturalmente con las situaciones de nuestro pasado y se mancha con el drama del aquí y ahora, el dolor causado / resultante y kármico, es el alma infantil y ordinaria que se resiste a liberarse, que se ata a lo histórico-cognitivo, sin alternativas creativas. Los imperios de
Jiva forzan el alma al nivel de la ilusión y la fascinación, a la verdad aparente de las situaciones, sin que se restaure la paz en lo que haya sido la experiencia.

Sería interesante que recuerde aquí un aspecto del niño jívico, que es el más naturalmente deslumbrado con lo fascinante como lo totalmente otro, según la terminología de Pedro Gelman, exprofesor de Filosofía de la Universidad de Buenos Aires. La ausencia del padre es dura porque veda lo que la otredad tiene de divino para el niño. El adulto querido es retribución benéfica en el proceso de conocer al dios-hombre, al que juega, cuida y alimenta, al niño y que éste no demonizará. Un niño puede querer entrañablemente a su madre, pero el padre permanece como lo totalmente otro. [3]

Jiva (alma individual) no perdona. Perpetúa los resentimientos ante el dolor. Jiva (alma reencarnante, sankara) se aferra al yo aparente y, vida tras vida, «lleva consigo reencarnaciones anteriores», «inclinaciones psicológicas y deseos que nos conducen a ciertas experiencias de la vida (vasanas). Las experiencias emocionales intensas forman impresiones sobre el campo de energía de jiva». [4]

Independientemente de que HSV prefiere una nomenclatura o terminología trincadista para reconocer los principios de Jiva (ego físico) e identificar la naturaleza de ese «niño / anciano», carente y vulnerable, inapto para alternativas creativas que lo accesarían al Atman, según el Vedanta, es a partir de sus correlatos que hay liberación a través del perdón y que se conoce la libertad. Héctor Soto Vera entiende estos principios. La evidencia de ello es la metáfora de la necesidad de sonrisa ante el Jiva, la necesidad de dar a él, a Jiva, el pan como lo da el padre bondadoso al hijo desnutrido y calamitoso. Ese alimento o pan es el Atman.

El pan del Atman, el pan del amor puro y la comprensión trascendental, no se la adjudica siquiera a un proceso del naturalismo mecánico. HSV no piensa en el Karma como un castigo. La justicia no es un castigo. «Ni la Naturaleza lo consiguió», «con sus páginas tremendas de hecatombes, como la desaparición de continentes enteros, inundaciones, grandísimos terremotos, epidemias, guerras, hambres», [5] pues, corregir al hombre para que supere el proceso jívico, kármico, de infelicidad y destructividad, de «tecnología sin consciencia» y alienación espiritual, es una obra de metamorfosis eterna y transfomación eterna, progreso divino.

Sin embargo, esta comprensión no es gratuita. El hombre ha de adquirirla a través de un proceso: el paso del Jiva al Atman, de lo material a lo espiritual, sin que por ello haya que convertir a Dios en una mentira, en una herramienta alienadora, en un invento sacerdotal, el dios antropomórfico que engaña y crea unos falsos cimientos de fe, esperanza y caridad, lo que llama una trilogía viciosa de conceptualidades. La búsqueda de una realidad esencial y un lugar del Ser dentro de nosotros mismos que no haya sido manchado por la vida, o los karmas pasados, son lo que permiten que el género humano avance hacia la autenticidad de su energía conscientiva, más allá de los límites espacio-temporales.

En la búsqueda de la realidad esencial y que es a través del amor, la poesía juega un papel heurístico-filosófico. «Para mí, el amor es poesía», reflexiona HSV. La poesía es la nave que explora e investiga la vida, en cuanto es un camino hacia la eternidad. Todo arte permite soñar y, en consecuencia, rediseñar lo sido al retomarse lo materializable del futuro. Para materializar, con toda plenitud, el amor, hay que haber conocido la tristeza de la soledad, el abandono de su padre, por ejemplo, y las lágrimas del desamor. Mas una vez, aprendida la lección (que tanto afecta el Jiva, el ego animal e histórico), sólo queda el ascésit del alma a lo Eterno de Jiva, al Testigo y Maestro.

El proceso afectivo-filosófico por el cual HSV desarrolla un perdón para su padre (Dionisio Soto Ramos) y unos amparos perdonativos para sus amigos y su relacionados (de Ramón Vargas Pérez a Ramón Luis Cardé Serrano), se explica en este hecho. Tal vez con ellos no comparte los mismos valores. O algunos de los valores posibles y adventicios.

Otro hecho insoslayable es que HSV para reclamar su derecho al buddhi, al Yo eterno y la Mente Superior, que está en toda manifestación y que es lo permite un acceso a la mente intuitiva y la comprensión de la realidad espiritual, no necesita ningún tipo de escapismo, ni el uso de drogas ni condicionar su afirmación de identidad como ciudadano social. El habla como pepiniano y puertorriqueño y reconoce las mentorías que han ido formando su intelecto. Da su agradecimiento al maestro de ideas liberales que fue su inspiración, el pepiniano Secundino Ruiz, [6] pero, entre sus mentores, son muchos los puertorriqueños, así como muchos los maestros universales. [7]

¿Quiénes son los poetas que más influyen en HSV? ¿A quiénes cita con frecuencia? ¿Con cuáles de ellos se conmueve? Para aprender de su dolor y soledad, estudió a Clara Lair, Delmira Agostini, Alfonsina Storni, Julia de Burgos y Silvia Platt, pero, como introduciendo el tema del karma y el Jiva, pregunta: «¿Qué deuda a la vida / tuvieron que pagar? / Con tanta inspiración / y musas en sus almas / no pudieron reir ni cantar… / El dolor comió sus existencias, / muriendo pedazo a pedazo. / Solas, tristes y olvidadas» [Mujeres poetas de América, en CdE].

En el texto ‘Poeta’, ese daimon / dios caído / dieu tombé / decidor que explora la persona individual y la colectiva, de su país o de su época, declara:

No ser poeta es ser triste, / opaco, insensible.
Poesía: charco donde se derrama el dolor…
Amor y dolor, complemento de vida.
Quien no llora, quien no ríe, no es poeta.
Todos somos poetas. / Todos reímos y lloramos.

[Poeta, en CdE]

Hay, finalmente, dos cosas que son importantes en esta primera parte del cuaderno poético sotoveriano. Su persona envejece con los años y él lo examina con la consciencia de que este proceso duele al alma natural. Este aspecto de que el hombre se va de la tierra, con la muerte, y no ha cumplido con mucho de lo que deseara realizar es kármico:

El cabello blanquea / y cómo duele. /
Esos años que martillan cada átomo, /
cada chispa de mi ser.
Duele, tanto, tanto / que sólo se hiere
y lastima… sólo el alma…

[Los años, en CdE]

La segunda cosa que la persona finita, histórica y biográfica, experimenta existencialmente, además de la vejez galopante, es la ceguera. Es la incertidumbre, la sensación de haberse equivocado de rumbo, con su fondo subjetivo. Se puede tropezar en la vida muchas veces. Hay que entenderlo y asumirlo para no desesperar. Por eso escribe Soto Vera e ilustra con un hablante Ciego, «ciego caminante» quien va «a tientas» (sic.) por el «sendero luminoso». Hay una gran tensión dramática y una paradoja en el poema porque este discípulo ya sabe que la vida es un caer y levantarse. Esta es su fenomenología externa, porque su esencia y su ley es la eternidad. Pero, ¿por qué el caminante «del sendero que es Luz» (sic.), va a tientas, como si ignorara el camino, «con vendas en los ojos» (sic)?

Esa pregunta se formula en el texto He buscado. También ahí se responde al hablante del caminante ciego. «He buscado / un Maestro / toda mi vida, / sin saber que el Maestro / está dentro de mí» (sic., en CdE).

La segunda sección del libro y cuyo nombre cambié de «Sección B: Poemas de Política y Sociedad» a simplemente «Sociedad y Pertenencia» incluye muchos de los poemas más logrados y profundos de HSV: Triste espera, por ejemplo, fue incluído en una antología internacional preparada por la Universidad de Colorado, en 1987

2. Sociedad y pertenencia: Vimos en la primera sección algo de la niñez de Soto Vera. En esta sección, utilizando los poemas propios para este contenido, se observará cómo se construye y se madura su hablante y cómo valora la sociedad en que le toca vivir. Su sociedad inmediata es San Sebastián, una sociedad que ha visto transformarse, del nicho ecológico de belleza que fue a ríos secos, entre bosques convertidos en «cementerios de cemento»; (sic.) su vieja Plaza, que fue antes «Ateneo de tus poetas», (sic.) son ya, con sus bancas, las «camas de deambulantes y tecatos» (sic.)

Parte de su responsabilidad social es condenar la Etica tecnológica [8] que lleva a cada pueblo en Puerto Rico y en el mundo occidental hacia una «tecnología materialista deshumanizante» y la pérdida «del balance entre lo material y lo espiritual». [op. cit.].

Como poeta social, que no es el aspecto más interesante de su poesía, tuvo que transitarse dialécticamente como un examinador y opinante de su pertenencia a un mundo concreto. Ese mundanidad, en existencialidad, en ser-ahí, es Puerto Rico, a cuyos compatriotas advierte que siendo la isla, como la casa grande de todos, tenemos que mantenerla «bonita y limpia», como si fuese el hogar. Con artículos colaborados para ‘El Nuevo Día’, diario puertorriqueño, se transforma en defensor ecológico, quien da alerta sobre el impacto que en la salud tiene la «dejadez, dejar para mañana», por «la enfemedad del ocio», las tareas de limpieza que le debemos al presente de nuestro país.

Mi país retrocede. Se opaca la alegría. El verdor de la flora se amarillea. El aire pesa con mil maldecidas pestes. La fatiga arruina a nuestros niños. Mueren los ríos, árboles y pájaros… ¿Qué estamos haciendo para que mi pueblo sea bonito, limpio y esté lleno de verdor?
Sembremos árboles y no echemos basura en nuestros ríos, en nuestras calles. Los árboles son nuestros hermanos y responden al estímulo como todo ser viviente. [9]

El poeta social nació primero que el poeta ascético que es más distintivo y particularizador de su obra. Soto Vera no cree en educar para la competencia, el nihilismo y la producción a costa del dolor humano. Describe al Nueva York que conoció, tan lleno de emigrantes (boricuas, cubanos, dominicanos, etc.), todos con la imploración de un «canto de pan justo» (como dice en U.S.A.); pero, cuando Soto Vera reexamina la situación concreta de explotación y vida de esa muchedumbre, mar de nacionalidades, que vio en New York, lo mismo que puede verse en otras ciudades del mundo, penetradas por el globalismo, concluye que no saben lo que buscan ni lo que quieren. Muchos de esos inmigrantes quedan sonámbulos e hipnotizados, como describe en su poema en La locura de un mundo loco.

El drama del emigrante, de la «ciudad fría de los rascacielos», con sus seres sonámbulos y su convocatoria abierta para los desempleados del mundo, vuelve a ser tocado en el texto Emigrante, sólo que ahora a la ecología urbana deshumanizada («¡Ah, ciudad sin calor, sin sol / y sin sonrisas!»), ciudad de humo y de «fábricas sin alma», se añaden otros dos aspectos que la hacen indeseada, la soledad del pobre que la vive entre «mustias paredes» y los valores transvalorados que instiga: el Dólar.

El sentimiento de compasión está más acentuado en esta sección. Los ladrones y mercaderes del Templo, ese leit-motif bíblico lo vemos rescatado en ¡Hasta cuándo!, para referir el hambre infantil: las caritas sucias y «ombligos abultados de lombrices». En un poema que dedicara a los niños de Villa Sin Miedo, además de compadecer a los pequeños, desarropados, víctimas del frío y la pobreza, entendemos que el niño es una alegoría recurrente en la poesía de Soto Vera. Ese niño puede ser el símbolo de un Puerto Rico que duerme, el diminuto pueblo que despierta, como Vieques, para que le hagan justicia y puedan los niños reir «con salud física y mental».

Hay dos poemas, como dije, que son de lo mejor del libro y la sección. Ya sabemos, que Héctor Soto es como el dios caído de Lamartine, símbolo del poeta en Méditations poétiques. El interroga el silencio. Invoca lo sagrado. Al reproducir para su libro uno sus trabajos en una revista titulada ‘Ecos del Alma’, topamos con el poema apostrófico Silencio, donde no hay sino una sugerida personificación. No es la petición de una amante a una amada carnal. Este intercambio exhortativo del hablante de Soto Vera es un reclamo del Alma, del Ego superior.

Silencio. Escucha. Te siento dentro de mí.
No ves mis ojos, ¿cómo te ansían? Silencio. Calla.
¿No ves cómo anhelo oír de tus labios un Sí?
Te busco dentro del perfume,
dentro del aliento de una flor.
Te concibo en lo eterno: en el amor.
Calla. Háblame en el silencio de labio a labio,
de boca a boca. Dáme tu aliento perfumado.
Dáme tus besos y luego… ¡ámeme!

[Camino de Eternidad [CdE], de Héctor Soto Vera (HSV)]

Antes de entender ese ambiente, de silencio y luz, al que Soto Vera arribará, quiero que se entienda cómo el filósofo (social) en las penumbras, el caminante ciego, en búsqueda de su Maestro, pasará al análisis de las esencias, que es la tercera sección propuesta. Valdría referirnos a poemas con los que HSV reacciona, de modo claro y concreto, al adormecimiento cultural, que es la situación concreta de su pueblo en particular y la patria en general. En uno de sus textos, ‘Anestesia’, explica:

Mi pueblo duerme / la anestesia del olvido.
Hay miedo entre las venas. / Ese apego
al Amo no lo deja sacudirse a sí mismo. El miedo del colonizado / es una enfermedad
del alma. / Es enajenación. / Hay una rodilla
en el estómago / y no puede sacudirse.
Y el sueño de ser libre / ha quedado en el olvido.

[CdE], de Héctor Soto Vera (HSV)]

Es característica de una sociedad anestesiada por el colonialismo, atrofiada en el alma y con la rodilla del amo, oprimiendo el estómago de su víctima (que es uno de los talones de Aquiles, o puntos neurálgicos o las collejas, del pancista, el pobre en apatía y dependencia), lo que escribe en otro de sus textos, donde condena la enajenación, el consumerismo, la experimentación con las vidas de los puertorriqueños, que son utilizados como conejillos de Indias, sin que, por anestesiados, entendamos que podemos sufrir el mismo trato que se da a la basura en los vertederos. La conclusión de una descripción tan dura de la situación moral y política que atravesamos es: «Hemos perdido la sensibilidad» [CdE [op. cit.]

Para el filósofo popular al que conoceremos, es válido que se condene el colonialismo religioso, lo mismo que el político. Soto Vera llamará canallas a los creadores de restricciones y desprecios por razón de «Razas, Casta, Fronteras (Religión)», y dirá que el dogmatismo y la ambición, el «antagonismo, las guerras», son hijas directas de la división de la tierra en fronteras y parcelas y la acaparación del pan. «Maldito aquel que puso / la primera verja… / y dijo: “Esto es mío”. / Este fue el primer canalla que acaparó el pan» [CdE, ed. cit).

3. Conflictos: lo kármico: En esta tercera sección del poemario Camino de eternidad de HSV, donde el primer nexo del ser y la persona, lo biográfico del poeta y sus sueños como homo ludicus y homo simbolicus, [10] están entrelazados existencialmente, tendré que repasar lo que es discurso suyo. Mi análisis es hermenéutico, pero toma en cuenta la expresividad (lo emotivo) de sus oraciones, exclamativas y desiderativas, como destinador o encodificador. Gramaticalmente, HSV no se queda con la primera persona, yendo hacia una transición para poder preguntar por la esencia e intensificar su referencia a ésta. Es decir, consciente de que irá hacia un destinatario, quien lo lee, sus lectores, acude a lo necesario de la segunda persona y lo que ésta instaura con la función apelativa del lenguaje.

En fin, destacaré el quién y desde dónde escribe en su doble aspecto, lo autobiográfico de su experiencia y su encuentro con los destinatarios para quienes informará sobre los conflictos de haber nacido y su reencuentro con el devenir. Reencuentro, hallarse «más de una vez-con» su deyección, en el sentido heideggeriano, pues en la poesía de Soto Vera un principio que está siempre presente es la reencarnación. [11] No es la primera vez que su alma se asoma a este mundo manifestado, donde existe un aquí y ahora, una geografía y una historia en la que él tendrá que solverse.

Volveré al punto en la trayectoria biográfica y cultural de Soto Vera y sus compañeros de entonces en que utilizó el término ultramoderna/o para describir la esfera de su inquietud intelectual ante el status quo. ¿Qué es ultramodernidad para quien opta por este calificativo, en rechazo a lo que ha sido conocido por modernidad / modernismo y, aún post-modernidad? ¿Es la ultrramodernidad peligrosa?

Los ultramodernistas pepinianos no produjeron ningún manifiesto que documentara el discurso que proponían en el decenio de 1960; pero, se puede entrever, en todo caso, lo que en el ambiente cultural de esos años, para los buenos lectores, desde otros rincones del planeta, está latente y lanzando sus convocatorias. La protesta política contra el Establecimiento y la Guerra de Vietnam está en las calles. Cuba dio un ejemplo de resistencia frente el intervencionismo estadounidense. El modelo de las neocolonias protegidas por dictaduras apoyadas por los EE.UU, una vez se ha demonizado el socialismo, va de picada. Un proceso descolonizador se abre paso contra el apartheid Sur Africa y el arte politizado juega «e incomoda a los ciudadanos, demostrando así que a lo que más temen es a la libertad» [12]

Cualquiera sea lo que Soto Vera indique como el espíritu ultramodernista que anima sus búsquedas intelectuales, pienso que se dará en el plano de una anti-estética y, con el mismo objetivo con que Edgar Allan Poe lo concibiera desde los EE.UU., «provocar una reacción emocional en el receptor»; entender la anti-estética como «rechazo puro de la estética establecida», «hacia todo lo establecido como un sistema social que obliga a todos a comportarse como un solo individuo», los individuos grises, sumisos y obedientes, bajo las manecillas de El reloj que hoy los esclaviza. Estos individuos grises, sin consciencia de su metamorfosis eterna, sin aptitud aparente para la transformación son los que necesitan ese plus ultra, el más allá de lo moderno. El progreso espiritual es resultado del nacer y el morir dentro de una Ley y una Armonía. Esta idea de ultramodernidad está encodificada en el texto ‘La vida #3’.

El elemento anti-estético que odia la moda mecanizada o artificialmente inducida, al tiempo que pretende romper la monotonía, está en los versos de Soto Vera de un modo muy sutil y dispuesto a burlarse de todo con lo que no se está de acuerdo, incluyendo los tonos de ironía contra la religión. No es el peso mayor de una obra poética tan breve como es la suya, pero su interés por expresarse nació bajo los auspicios de un arte / literatura / que ya había evolucionado bajo la influencia de los beatniks, el nadaísmo (Corno Emplumado) y la llamada de The New Age vs. The New Left.

En la era del maquinismo industrial y la relación del hombre con el sistema de condicionamientos de la industria cultural, el grupo de poetas ultramodernos que se va forjando en la Barriada Stalingrado del Pepino tiene a Héctor Soto como uno de sus portavoces filosóficos. En la cultura pragmatística, en la que impera el hombre-masa, HSV es el menos marxista. Para él, la filosofía es su tentativa de considerar el punto de vista de la redención interior, el diálogo con esa estructura inteligible que se llama el espíritu.

En la década de 1970, las ideas del español Joaquín Trincado (1866-1935), se hicieron populares entre los espiritistas puertorriqueños. Este filósofo e ingeniero eléctrico se estableció en Argentina, desde 1911, cuando fundó la Escuela Magnético Espiritual de la Comuna Universal y sus enseñanzas sobre las doctrinas de Allan Kardec son una expansión correctiva y enriquecedora. Trincado escribió cuarenta libros; en el decenio de 1970, catorce habían sido publicados y, por seguro, uno de los lectores y consumidores apasionados de sus libros fue Héctor Soto Vera. Junto a los profesores Evaristo Font González, Luis Brignoni Ortiz y Ramón Vargas Pérez, fundó la Escuela Magnético Espiritual de la Comuna Universal en Pepino. Una sucursal de adeptos del trincadismo, con su propio centro o Cátedra.

Quizás, por ser yo hijo connatural de la Nueva Era, [13] también designada como la de los Hijos de Acuario, estas personalidades como Soto Vera y el grupo que él reuniera con su proyecto cultural en la Barriada Stalingrado, antes de formar la Cátedra del espiritualismo, austero-racionalista, apelaban a mí. No conocí ese grupo, ni su local; pero lo importante fue que don Héctor me prestó, uno tras otro, libros que él atesoraba y que fue adquiriendo, posiblemente, desde antes del 1960: Conócete a tí mismo, Jesús hombre y no dios, El espiritismo estudiado, Buscando a Dios y otros.

De mediados del 1960 hasta las postrimerías del decenio, es obvio que Héctor Soto Vera no sólo estuvo involucrado en Eslabón del Arte (1959-60), Pepinito (1961), ‘Ecos del Alma’, sino a la publicación cultural más duradera, ‘El Gorrión’. La presencia de Héctor Soto, como sus búsquedas filosófico-poéticas y culturales, corren parejas con las de Vargas Pérez y Font González.

En el pueblo de Pepino ésta fue la gente que convocaría y organizaría lo más desafiante y creativo de la cultura local de ese decenio y el siguiente.

Una década antes, Jerónimo Ramírez de Arellano (n. 1911- fallecido) habría de sentirse mucho más solo y perseguido… pero una década después del saqueo de las oficinas del semanario satírico-literario «Claridad» (1949-51), publicado por el periodista y educador Jerónimo Ramírez, las penas no se sorberían a solas y, por lo menos, tras los traumáticos años del ’50, de persecución a los nacionalistas albizuístas y los independentistas, Soto Vera tendría un auditorio que lo admiraría.

Todavía es el autodidacta nato que se sobrepuso a delimitaciones, a miserias culturales que pretendieron arrinconarlo. Es el buscador del buen libro (el que no se censura como antes), pero el libro que se ignora es la peor de las censuras. Prefiere la música que es menospreciada por las mayorías, o que se confina a las salas de concierto y los museos, con la aquiescencia de los privilegiados con espíritu elitista. Por igual, HSV es el convocador que invoca como el preguntante inicial del que habla Heidegger. La tradición de diálogo y de encuentro en Pepino con los que tienen las mismas afinidades afectivas e intelectuales es algo que se ha ido perdiendo y, a medida que el tiempo pasa, la razón es más clara. Umberto Eco ha escrito que «una tensión dialéctica hecha de intolerancias y reacciones violentas» subyace cuando se divulga un pensamiento nuevo y hay que arrebatar un poco del tiempo privado a otros para compartir la novedad, o comentar
una enseñanza críticamente. En la época de la TV y el cine, de la cultura del entretenimiento, «la cultura de contestación», más la «cultura de provocación», tiene las de perder. [14]

Muchos de los jóvenes que convivieron con él se hicieron profesionales, se auparon con sus títulos académicos; pero el albañil y obrero de la construcción les dio una gran enseñanza: la superación del autodidacto, pues, como dijera en uno de sus Pensamientos: “Los libros son los maestros que nos educan en silencio”. Este es el secreto del respeto que inspira don Héctor. El gran lector que es y que comparte como enseñanza (sus) adquiridos principios. Como éstos:

(1) El progreso sin moral es vandalismo.
(2) Perder el miedo es el avance más grande del espíritu.
(3) Todo lo que nos parece nuevo choca nuestra ignorancia. Hoy lo combatimos. Mañana lo aplaudiremos.
(4) A El Diablo lo inventaron los “listos” para intimidar a los “ignorantes”:
(5) La adulación es el desprecio de los cobardes.
(6) Las ideas no separan a nadie, sino la ignorancia.

[Del libro -Camino de Etenidad» [CdE], de Héctor Soto Vera (HSV)]

Ciertamente, habría en Pepino alguno que lo observaría con recelo ante la novedad del pensamiento y conducta que se presupone con él. Hay quien se separa de sus ideas, al no comprenderlas. El trincadismo, en sus comienzos, dio miedo por su contenido antireligionista y una doctrina social de fraternidad universal, que se ha prestado a la acusación de que un trincadista y un comunista son lo mismo.

Aunque permaneciera latente el empeño de censurar y reprimir, habría ya en los ’60 unas institituciones culturales que darían un reconocimiento a los poetas y los estímulos a los artistas nuevos. Algunos como Héctor Soto Vera, visualizaron que la creación del Club Cívico Pepiniano, en 1955, o el Centro Cultural «Luis Rodríguez Cabrero», en 1962, no traería esas cosas mientras el concepto de cultura se asociara al elitismo y las dinastías de caciques del comportamiento político y cívico en el pueblo. El será una víctima de los caciques, canallas y mentirosos, que nunca faltan y comentan: «Ustedes están haciendo grupitos subversivos, o instigando ideas raras en el pueblo».

El resultado de esa curiosidad malsana de unos pocos conservadores de la que HSV llamara la ‘sucia sociedad’ lo expresa en el poema Me condenaron / me miraron mal, algunos de cuyos versos son los siguientes:

… porque no acepté a Cristo como salvador,
me dieron de codo. / Me dijeron ateo / y mil epítetos. Que no tomé el catecismo. / Ni bauticé mis nenes. /
Que nunca fui a misa / ni escuché a Rashkie ni a Yiye. ¡Pobre de mí! / Que admiro a Vargas Vila, /
Martí, Betances y Juárez, / que estaré condenado.
Y quizás me quemen en la hoguera / o en las pailas
del Infierno. / ¡Ay!, se me olvidaron los mandamientos…

(CdE, ed. cit)

También testimonio de esa acusación hay en otros de sus poemas.

Antes de recibir el borrador de «Caminos de eternidad», inquirí sobre el grupo de ultramodernos y el Círculo de Poetas que desencadenó todo. Sobre el asunto, Héctor Soto comentó en carta privada a mi persona:

«Amigo Carlos, me pides que haga un recuento, cuando un grupo de jóvenes […] nos reuníamos en el pequeño local de la Barriada Stalingrado… Para ese entonces fue que conocimos algo sobre el espiritismo racionalista… Yo trabajaba en el Proyecto de la Triple A. Conocí el “listero” del proyecto, Pedro Harrison y este señor me recomendó el libro Conócete a tí mismo de Joaquín Trincado… Como al mes escribí unas notas en «La Voz del Lector» del periódico diario «El Mundo»… El Alcalde de Camuy, Justo Concepción, llegó a casa. Hicimos amistad. Me invitó a ir a un Centro Espiritista en Camuy… Sin embargo, en ese entonces la filosofía trincadista que él profesaba habla de comunismo. La cosa fue que empezamos a ser fichados por el gobierno. Nos persiguieron. Nos ficharon como subversivos. […] Recibí del Tribunal un citatorio para que fuera a buscar una carpeta… Yo no hice caso. No quise saber nada.

Yo no le guardo rencor a nadie… Todas las mentiras que se escriben en dicha carpeta no son reales. Pregúntale a tu hermano [José Manuel]. Su jefe fue el chota [el mecánico Suau]. El preparó su carpeta… Cuando tú ibas a asistir a un «Simposio de Espiritistas» en Caracas, Venezuela y tu pasaporte te llegó muy tarde, ya te estaban preparando una carpeta, más larga que el Puente de Brooklyn… »

[Carta personal de Héctor Soto Vera, 19 de julio del 2007]

Lo que sucedería, en esos veinte años que van desde 1960 a 1980, son decisivos en la trayectoria de Héctor Soto Vera y el discurso que se revelará expresivamente en su literatura. No es secreto, sino historia concreta lo que como ciudadanos del país puertorriqueño tendríamos que ver: desde 1963, uno de los militantes más activos del Movimiento Pro Independencia Puertorriqueño es uno de los miembros del grupo de estudiantes de Trincado que Soto Vera encabeza; en 1966, otros de los estudiantes asociado a los trincadistas (Juan Roure Marrero) estuvo involucrado, aunque ya radicado en New Jersey, en la rebelión de Hall Avenue, en Perth Amboy (escaramuzas entre la policía y los boricuas que condenaban la discriminación).

Algunos miembros del Partido Socialista Puertorriqueño, quienes integraron el partido localmente en 1971, son o fueron trincadistas. Algunos hitos de organización sindical, por años no vistos en el Pepino, comienzan a verse, por ejemplo, la Huelga de la Autoridad de Energía Eléctrica, donde destaca el sindicalista Severiano Méndez (1973), la huelga de un mes de la Federación de Maestros donde se arresta a casi una decena de maestros del Pepino (1974); otras huelga de la UTIER en 1978.

Como nunca antes el Pepino y el Puerto Rico que él observa, está sujeto a un panorama desalentador y trágico para una persona que había sustentado la idea de que se está en tránsito hacia la Nueva Era, la que HSV avizora como «era de la espiritualidad y de la justicia social para todos» (vid. Nota #13 en Bibliografía).

Mas es obvio que, por los intereses del capitalismo y el expansionismo neocolonial, tras las guerras en Vietnam e Indochina, las intervenciones militares estadounidense en la República Dominicana, Panamá, la Operación Cóndor que termina con el derrocamiento de Salvador Allende en Chile por la CIA y las guerras civiles centroamericanas, igualmente promovidas por la CIA, no habrá signo visible de una Nueva Era de que jactarse, sino más muertos que añadir a los 4,000 millones de seres humanos que han sido víctimas de las guerras, y añade HSV, «sin contar el daño al medio ambiente» (vid. Nota #7).

En esta sección Conflictos: lo kármico es donde ubiqué la mayor parte de sus poemas y hallo otros que me ha enviado en manuscrito que pertencerían a la misma. Un poema de la sección, ‘Karma’, alude a las guerras y a la vida loca, como manifestaciones, o «eco(s) de nuestro mal vivir». Una metáfora iniciará el poema, «cincel sin filo». Este cincel que, en buenas manos (la del artista diligente que lo afilaría antes de utilizarlo) sería creador, se utiliza para dañar o herir «los sueños, las ilusiones». El primate-simio, sin consciencia, es una como una mona con pistola. Lo que se mata lenta y dolorosamente, con el cincel sin filo, es el Arte (el poema está dedicado a un escultor y poeta, Carmelo Aponte Feliciano). Si la realidad física es el soporte para la realidad estética, el hombre que con cincel sin filo espera construir, o plasmar lo nuevo, a su disposición tendrá la piedra o el barro, mas continuará siendo el inadecuado.
Educar el alma es pre-requisito para tomar el cincel, pues hará más daño que bien para su producto, si el cincel como su alma no ha recibido la adecuación y su afinadura.

Esta preparación del escultor con el cincel (que está implícita en el poema) equivale a la del buen carpintero que sabe cómo martillar y edificar con su herramienta de trabajo). Dice Héctor Soto Vera que con un martillo no se pega a una rosa, so pena de abrirse heridas en sí mismo, cosechar un karma. La verdadera herramiento, o apero de creación, es el espíritu. El martillo es creativo / espiritual para el hombre común, proletario. El cincel idóneo es digno del artista, el trabajador de la cultura.

En este poema sobre la autorresponsabilidad, al que extrapolamos el texto previamente examinado, vemos al carpintero que hace lo mismo con su martillo que lo el hombre, con cincel sin filo, puede ejecutar para luego, después del resultante mamarracho, culpar a otros:

Muchas veces / la vida nos da / duro en la boca /
y nos reprocha / las mil veces que agredimos /
y marchitamos las rosas. / Abrimos mil heridas /
a la gente, a este mundo / que nos rodea. /
Arboles, pájaros y ríos / y cuando el dolor nos reclama, /
Gritamos: «¡Qué injusta es la vida!»
¡Mentiras! Yo soy el que martilla la vida
y luego culpo al dolor.

[Yo soy el que martilla la vida, en CdE]

He aquí unas de las más poéticas y bellas definiciones de karma que he leído, en cierto modo, personificadas por las sugeridas acciones deficientes de un escultor y un carpintero, a los que ha falta una educación armoniosa para que realicen la tarea. Pedro Gelman nos refiere lo que sucede con estos sujetos, el artista, como el místico y el profeta, como un velamiento armonioso. La incapacidad de expresar en su trabajo cotidiano ese elemento expresivo que entiende lo kármico transforma a estos hablantes en seres transgresores, inmorales y peligrosos, o para decir, con dos calificativos del poeta, «tontos» y «canallas». A la gente, sin entendimiento, o que hace mal uso de las herramientas cognoscitivas que están a su disposición, se les puede llamar así y se les puede comparar con El Camello y el León.

Un cincel sin filo, o instrumento inadecuado, se alude en Maldito aquel: la guerra. Decidir si una guerra procede o si la rebelión llevará a una paz o un progreso, es tomar un cincel, ¿pero con filo? Federico Nietzsche escribió: «La guerra vuelve estúpido al vencedor y rencoroso al vencido». Los leones suelen hacer la guerra. Léase el hombre-león, como rey y poderoso, quien termina haciéndose objeto de los rencores ajenos.

Cincel sin filo: el escapismo por las drogas, la pérdida de la lealtad a lo realidad, tópicos que se repiten en ‘La locura de un mundo loco
y en ‘Las drogas’. Cincel sin filo que también aluden al escapismo y la enajenación: el miedo del colonizado y la pérdida de fe en sí mismo, que son el contenido de Anestesia. Cuando «el sueño de ser libre / ha quedado en el olvido», es porque el león-hombre ya no es tan listo como cree, ya necesita del «apego del amo». El león se volvió tonto y requiere de su nuevo maestro. O una nueva madurez.

¿Quién puede ser el Nuevo Maestro? Para contestar tal pregunta en la vigencia de un parto amargo de conflictividad que precede a la Nueva Era del Acuario, Héctor Soto Vera nos recuerda las metáforas de Federico Nietzsche en «Así hablaba Zaratustra» con las que éste ilustrará los Tres momentos de transformación del espíritu humano. La metáfora del Niño es la que HSV cree más útil para entender los momentos kármicos que poetiza, pero, obviamente, el León tonto y el Camello, sufridor y sumiso, está encodificados en los poemas sotoverianos.

[Fragmento de un extenso estudio de Carlos López Dzur].

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.