Sociopolítica

Spanish History X


Anda revuelto el patio. No es para menos. Porque se están jugando las talegas políticas un puñado de votos a granel y, cuando se trata de medir los egos con la testiculina de las urnas, hay que andarse con ojo con lo que se dice. Y también con lo que se calla.

Conocerán una película del director Tony Kaye y protagonizaba por Edward Norton, que en 1998 metió el dedo en esta llaga que no acaba de cerrar. Se titula “American History X” y su meollo, puesto en mi greguería, es el siguiente: un muchacho criado en el seno de una familia de clase media, de esa USA profunda, radical y republicana, lidera un grupo de jóvenes neo-nazis que se dedica a asaltar todo aquello que amenace la “supremacía de la raza blanca”. Resulta que el menda en cuestión coge desprevenidos a dos rateros negros que intentan entrar en su casa y se carga a uno de ellos rompiéndole la cabeza contra un bordillo. Cuando años después sale de la cárcel, este anti-héroe ha cambiado y… no reventaré el argumento, por si alguien aún quiere bajar al videoclub. ¿Aún existen videoclubes?

El director de esa Historia Americana X quiso jugar a dos niveles. Por un lado, el de la estética, para aquellos que buscan que una película sea un impacto en la pupila. Por eso muchos la recuerdan por esa escalofriante imagen del pecho de Edward Norton, tatuado con una esvástica a tamaño de palma abierta. Pero hay otro nivel, más subjetivo, más terrible, que es el que me trae hasta aquí: las soflamas abiertamente racistas con que Derek Vinyard, así se llama la criatura, calienta a su pandilla callejera.

Porque todos sus argumentos son difíciles de rebatir. Por ejemplo, la historia de ese tendero de barrio que es asesinado por unos inmigrantes durante un atraco, después de toda una vida trabajando; la tienda fue comprada por coreanos que trabajan de sol a sol y que sólo contratan a inmigrantes sin papeles que trabajan por la mitad del sueldo legal. El mismo protagonista va a la cárcel por matar a un delincuente que intentaba robar en su casa. Toda la película nos hace sentir el “sí pero no” porque camina por ese estrecho filo de la navaja, el que separa la justicia social (o el “justiciarismo”) de la xenofobia, de la marginación, del autoritarismo.

Al fin y al cabo, la moraleja viene a ser que el fin no justifica los medios y que la razón, con la sinrazón, se pierde. Escucho decir en este gallinero que sí, que Sarkozy la tiene, a la razón me refiero, que aquí en España habría que hacer lo mismo, que en Italia ya se lo están pensando seriamente, que manden para allá a los gitanos rumanos… y ya de paso, para ahorrar viajes, que facturen también a todos los “moros, negros, sudacas”, que ya está bien. También empieza a haber demasiados rusos y ucranianos. Y chinitos. Y paquistaníes, ¡tanto restaurante! Y mucho alemán, que no nos dejan celebrar los triunfos de la Roja como debiéramos. Billete para todos.

No seré yo quien se niegue a admitir que, desgraciadamente, una parte del fenómeno migratorio acarrea vandalismo y delincuencia. No seré yo el demagogo. Y digo desgraciadamente, porque tanto para nosotros como para ellos es una desgracia que así sea. Pero esa solución de la “deportación en masa del problema” recuerda, pavorosamente a otros tiempos, no tan lejanos, que creíamos enterrados. Control de la inmigración, sí. Inmigración ordenada y sostenida, también. Pero cuidado, que la línea que separa el argumento fácil de la solución fácil es muy fina. Escuchen a Derek Vinyard, de verdad, el de la Historia Americana, escuchen lo que dice, cuánta razón lleva. Quizás cuando crucemos la línea, ya sea demasiado tarde.

Tanto tiempo, sudor y lágrimas nos costó derribar otros muros, que ahora se me antoja una broma pesada volver a levantarlos como la “solución fácil”. Y lo entiendo. A mí me pasa igual. Porque nos encontramos ante la disyuntiva de los argumentos que nos cuesta rebatir. Por eso el presidente del Gobierno también anda metido en su “Sí pero No”, que tanto un día aplaude a Sarkozy como al otro lo critica. Porque él sabe, como nosotros, que la línea entre una verdad y “la otra” verdad es muy fina. Y todos hacen el recuento de los votos, midiendo sus palabras, callando sus silencios. En El Ejido, en Badalona, en la Cañada Real de Madrid…

Sólo digo que una cosa lleva a la otra, que pandora era sólo una caja indefensa y, sin darnos cuenta, estamos instalando en nuestra mente social unos clichés del todo intolerables. El otro día, en el parque, mientras paseaba a mi perro, escuché a un niño insultar a otro. No le decía aquello de que eres un “paspán”, o un “pringao”, o un “cuatro-ojos capitán de los piojos”, tiernos insultos de mi infancia . Le decía: “ven acá, gitano rumano”, como si tal cosa fuera un insulto. Por ahí tenemos que empezar. Antes de que sea demasiado tarde y nos veamos contando una Spanish History X.

Por cierto la entrada “Spanish History X”, entre comillas, tiene casi 2.200 entradas en Google. Prueben y verán qué delgada es la línea.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.