Sociopolítica

Lo del Pisuerga no tiene nombre

Las migas del almuerzo

 

¿Puede uno encontrar río más impertinente que el Pisuerga? No se conforma con habernos tenido en ascuas durante siglos por conocer su manantial primigenio. Como el Nilo. No se conforma con nacer de un glaciar, del Covarrés concretamente, en la provincia de Palencia; como si del Indo o del Zanskar se tratase. No se conforma, añado, con desaparecer tierra adentro donde la Cueva del Cobre, allende la Peña Labra. Cual los ojos del Guadiana. No se conforma con hacer la raya de frontera donde la Tierra de Campos tan cantada por Machado. Como el Danubio. No se conforma con cercenar la honra del rimado Duero, entregándole las aguas para convertirlo en río, que hasta los castellanos le hicieron coplilla con aquello de que “el Duero lleva la fama pero el Pisuerga le da las aguas”. Por si no fuera bastante la osadía, digo, para más inri el relamido Pisuerga se permite el lujo de atravesar Valladolid, ciudad hidalga y señera donde las haya, y encima se le vuelve navegable a su paso, como el Guadalquivir. ¡Hábrase visto!

Por eso les entiendo. Que semejantes afrentas no pueden tomarse a la ligera. Que para bajarle los humos al río, lo mejor es quemar un contenedor, apedrear un escaparate o vomitar la ira contra las encomiendas mercantiles de don Amancio Ortega. Así que no me queda otro remedio que admitirlo. Llevan toda la razón del mundo. Y aprovechando la huelga, y que el Pisuerga pasa por Valladolid, los mal llamados “grupos antisistema” han decidido durante este 29-S mimetizarse con los sindicalistas y dar su mitín particular en Barcelona. ¡Ay, romántica anarquía! Pero todos los hemos reconocido, no sólo por sus barbas desparejas, o las rastas de humedad o las camisetas con flecos de colores. Mientras los huelguistas reinvidicaban los asuntos de la Reforma Laboral con pancartas “sospechosamente” impresas a buena letra, ellos, los hijos del gran Bakunin, garabeataban sus proclamas en las marquesinas del trolebús, con aquella gran verdad que debieran enseñarnos en la primaria educación: “Abajo el trabajo”. ¿Dónde hay que firmar?

En cuanto a la Madre de todas las Huelgas, pues lo dicho y redicho, chicha y limoná, sin que lleguemos a saber nunca qué porcentaje de chicha y qué cuota de limoná nos han servido. Aunque, a ojo informativo, da la impresión de que si no acuden los piquetes a “informar” bienes y derechos con panfletos de puño y garrote, los obreros de las Españas hubieran batido el récord de horas extras. Ni parada para el cigarro ni receso para el almuerzo ni messenger subrepticio. Todo por fastidiar, claro, aprovechando, entre otras cosas, que el Pisuerga pasa por Valladolid.

Así que ya está. Ya pasó la marejada. Ahora toca hacer análisis de seguimiento. Y algún que otro análisis de orina, porque miren, yo no sé cuántos trabajadores secundaron la huelga, pero sí sé que las terrazas de los bares de mi pueblo estaban a reventar. Bien traído el dicho populista. “Todos a la Juerga General”. Yo por mi parte, sólo puedo decir que esto de la huelga, a toro pasado, me recuerda a esas bodas a las que nos invitan en el momento más inoportuno. Ya saben, esa sensación de amargura cuando alguien nos informa de tan fatídica noticia. “¿No sabes que el Borja y la Vero se casan en septiembre?” Y uno espera no encontrarse ni con la una ni con el otro, por si cae la invitación. Al final, por supuesto, estás invitado, de cortejo o de relleno, y a uno le va carcomiendo el alma la polilla del desencanto, y el bolsillo. Cuando llega el día pregonado, cuando después de la misa, el banquete y los bailables, ya de vuelta a la mundanal monotonía, cuando la parienta te hace la pregunta trampa, “Estaba muy guapa la Vero, ¿verdad?”, y respondes con la evasiva del “Sí, el vestido le quedaba como un guante”, de beisbol se añade para uno, en ese momento, se quita uno la corbata y no puede sentir sino alivio. Y piensas: “Bueno, ya está, ya pasó el trago”. Entonces suena el teléfono y es otro de los convidados al evento, que suelta: “¿Sabes, amigo? Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, la Mari y yo hemos decidido casarnos. Estáis invitados”.

Y claro, ¿cómo evitarlo? A uno le entran ganas de quemar un contenedor de basura o apedrear el escaparate de Pronovias. Pero uno se contiene porque es civilizado. Que los demás hablen de la huelga, si les place. Yo tengo encomendados más altos designios. Desviar, a pico y pala, el maldito Pisuerga para que deje de pasar por Valladolid de una vez por todas

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.