Cultura

Salvemos la dignidad del arte

Que el mercado musical está infestado de producciones basura no es nada nuevo. Cada año las grandes productoras lanzan artistas producto de imagen y movimiento estudiados que hacen dinero en poco tiempo, lo que tardan en ser olvidados o suplantados por otros nuevos (si llega al semestre puede considerarse milagroso). Música de viedoclip y adolescente consentido rebelado en contra de la Sociedad, vertientes que se hacen llamar alternativas, que mueven masas consumistas de ropa de marca al igual que lo hace aquello que éstos denominan masivo -sin caer en cuenta de que visten el mismo patrón. Pero esto no es nuevo. Cualquier negado o negada puede vender discos, compitiendo con aquellos músicos y músicas que durante años de talento y esfuerzo se ganan la vida haciendo lo que les apasiona y se les da bien.

Extendiendo este marco teórico a otras artes, así nos encontramos con las carteleras de cine, plagadas de superproducciones americanas de teta y ombligo, comedias de adolescentes y aventuras amorosas de yuppies con ático en Nueva York, películas de animación que más allá del enorme esfuerzo informático se basan en historias y guiones basura, largometrajes de terror de los que tiran de la niña pálida que sale de detrás de la puerta, etcétera. Y así, en esta línea, las librerías se llenan de cientos de miles de títulos, entre ellos muchos best sellers, de los cuales una gran mayoría han sido escritos por personas sin oficio ni arte, sin ideas ni trayectoria; libros del montón, de novelita ligera o autoayuda barata, historias de novecientas páginas escritas por novelistas de nombre guay que los afanados lectores pasean bajo el brazo como si se tratase de un trofeo. Galerías de arte donde se exponen estatuas hechas con latas de CocaCola, lienzos con cuatro gotas salpicadas y demás objetos aberrantes que son capaces de arrancar el tiempo y el dinero de entendidos, quienes sostienen una mirada al más puro estilo de ‘El pensador’ de Rodin.

Daría para escribir días y días.

Este fenómeno de embrutecimiento, demacración y putrefacción del arte y del oficio artístico se está apoderando de la red, de Internet. Poco a poco estamos acudiendo a la debacle: la técnica llevada a su grado más bajo de perfección, el estilo menos elaborado y trabajado ganando adeptos y espacio en las portadas, el desprestigio de aquellos profesionales de la creación y la técnica que ven como cualquiera, literalmente cualquiera, es capaz de enlazar cuatro palabras, cuatro garabatos o cuatro notas y denominarse a sí mismo artista, librepensador, divulgador o ‘apasionado en’. Cualquiera -literalmente cualquiera- puede buscar información en Google y autodenominarse reportero o informador; cualquiera puede colgar un vídeo en Youtube haciendo el subnormal y ganarse el título de lo más visto en la semana; porque cualquiera puede coger un diseño, darle dos retoques y creerse diseñador gráfico; y, en la técnica que a mí me concierne personalmente, el noble oficio de escribir o al menos intentarlo, me ofende ver como cualquiera, literalmente cualquiera, puede escribir un blog, una bitácora o incluso publicar en diarios online cometiendo faltas de ortografía reiteradamente, sin saber estructurar los párrafos, sin mantener la mínima coherencia sintáctica entre proposiciones, sin saber usar su propia lengua y el lenguaje, ejecutando en su libre expresión verdaderos insultos al arte, a la técnica, al proceso y, en general, al buen gusto.

Pero esto es exactamente lo que pasa: que bajo la premisa del todos podemos, la calidad del arte y la técnica decrece de forma significativa. Ya no indigna el hecho de ver, oír o degustar objetos del arte o la técnica de valor nulo, carente de todo estilo y calidad en la ejecución: todo vale. Pues, si todo vale, no concluiré este fragmento sin antes mentar a quienes, en gran medida, tienen la culpa de esto: el espectador -porque en su falta de criterio y de buen gusto, en su paupérrima educación artística y en la triste escala de conocimiento y refinamiento cultural descansa el hecho principal de que cualquiera pueda.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.