Cultura

Carbón de Reyes

   No me lo explico. La verdad es que me he llevado una sorpresa este año, una desagradable sorpresa. Cuando me levanté, a las siete y media de la mañana, y entre un jersey, una camisa a rayas y unas babuchas moras me encontré con un saquito de carbón  me quedé frío. Se me cortó el cuerpo, porque nunca esperaba que pudiera tocarme a mí semejante “regalo”. Rápidamente pensé que estos Reyes Magos de Occidente se habían equivocado. Así que esperé a que los demás habitantes de la casa se despertaran, para que me explicaran este hecho verdaderamente inusual; puesto que era la primera vez que en treinta y cuatro años de convivencia casera a alguien se le adjudicaba el famoso carbón (“por haberse portado mal”). Se iban a cumplir los mayores presagios. Me traían carbón, dijeron unos y otros, por unas cuantas razones: siempre estaba gruñendo, cuando no era por una cosa era por otra; no quería salir a ningún sitio, aunque fuera a cenar uno de estos días al restaurante ese nuevo que acababan de inaugurar en la calle Betis; lo de aparearse, que ya se estaba perdiendo…

    En fin, palos por todos lados y yo  con los ojos como platos sin dar crédito a lo que estaba oyendo. ¡Pero si voy camino de los altares, si me falta poco para santo!… ¿Será posible? Y entonces no tuve más remedio que contraatacar. ¿Pues sabéis lo que os digo? Que si gruño, no quiero salir y lo del amor a medias, no es por el gusto mío, que siempre estáis con lo mismo. Me altera lo que me rodea, es cierto, tanto en el ámbito privado como en el público. ¿O no es para alterarse sabiendo que tú, “marquesita”, vives al segundo esta miserable vida que ahora te parecerá hasta rosácea y mira que sin verlo sé que mendigas en la boca de metro de Sol o de Bilbao? ¿O no es para tomar tila, como dice vuestra madre, que tú, “condesita”, me dejes ahora “colgada” la letra del Focus y su correspondiente seguro? ¿O no es para ingerir un valium por la mañana, otro por la tarde y otro por la noche, ya que al niñito se le antojó mudarse a un adosado y ahora está de deudas hasta las cejas?

    Que tengo lo que merezco es más que probable. Pues que en el filo de la navaja he pasado prácticamente toda mi vida porque nunca me gustaron las leyes impuestas. Y uno, que se negaba a salir del vientre de su madre se ha ido recomponiendo como buenamente ha podido hasta llegar a ver lo que hoy mismo he visto encima de la mesa del comedor: un saco de carbón. Si es que no puede ser. Escribo, pinto, canto, bailo, y así me lo pagan. Además, que más claro el agua: “Carbón de Reyes”, pone el saquito. Trae una pequeña etiqueta que lo corrobora, con sus tres Reyes Magos caminando, uno detrás del otro… Más claro… ¡Cago en lo que se menea!… Abriendo la etiquetilla puedo leer: “Según la tradición, a los niños que durante el año no se han portado bien, los Reyes les traen carbón. Pero como tú has sido bueno, tu carbón es un delicioso dulce”.  Y por detrás te pone: “Carbón de azúcar”. ¡No me lo puedo creer!, que se dice ahora. Que me hayan obligado a sacar a relucir determinados trapos sucios de mi privada existencia… Esto es demasiao… Los años, Jesulito, los años que no perdonan, me digo a mí mismo y salgo a la terraza a tomar el airecillo que viene del Guadalquivir… Menos mal, menos mal, que no se ha enterado nadie del asunto, que el pitorreo hubiera sido mayúsculo. Y delante de mis dos nietos, que son unos linces, ¡qué barbaridad!

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Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.