Sociopolítica

Los años dorados

“Es como árbol plantado junto al río, que da fruto a su tiempo y tiene su follaje siempre verde” (Sal 1).
Me encuentro con un amigo. Le pregunto ¿Qué es de tu vida? ¿Dónde estás? ¿Cómo te sientes? ¡Que alegría me da verte! ¿Qué estás haciendo?
Estoy bien, muy bien; por cierto, acabo de cumplir 65 años de edad. Toma mi número celular y anota mi correo electrónico. Le abrazo y procedo a escucharle con detenimiento.
¿Sabes lo que hago? Todos los días me levanto muy temprano e inicio el día dándole gracias a Dios, en nombre de Jesucristo y del Espíritu Santo, por darme un nuevo día, por lo que tengo y por lo que no tengo, por las enfermedades, por la situación económica… por todo. Sigue hablando; abrazo a mi esposa. Hago, al levantarme, la higiene personal, procedo a orar por mi familia, por mis amigos y por quienes no lo son, por Venezuela, por los hermanos en la fe, por la Iglesia, por los sacerdotes… Oro sin cesar, acogiendo lo que recomendaba Juan Pablo II. Rezo, hago la Liturgia de las Horas, leo, con la Biblia en manos, la Palabra diaria (el Pan Diario) y escribo en mi cuaderno de notas las meditaciones sobre la Liturgia de la Palabra. Le escucho sin interrupción.
Después de mi infaltable cafecito mañanero, tomo el desayuno. Luego, a través de mi celular, envío saludos de bendición de Dios, en mensajes de texto a muchas personas. Y en Internet, en Twitter, en Facebook…, evangelizo, conforme con tu recomendación.
Le aclaro que no es mía esa recomendación, sino de mi admirado y respetado Santo Papa, Benedicto XVI.
Mira, Rafito, yo tengo, como tú, un blog. Leo y escribo. Tú sabes que el otro día le escuché a Mario Moronta, Obispo de San Cristóbal, que el cristiano no sólo debe rezar, debe leer la Biblia y los periódicos diarios, para estar informado de la actualidad. Estás en lo cierto, mi apreciado hermano, el cristiano debe ser un buen ciudadano, con participación política, así no sea partidista. No basta rezar, hacen falta muchas cosas para conseguir la paz. Así es, me responde. Mira, Rafa, yo participo en varios grupos de la Iglesia. Participo en una pastoral. Estoy pendiente de los asuntos de la comunidad. Visito enfermos, ancianos, niños…, y tengo conversaciones bíblicas con jóvenes y ancianos. No dejo nunca de asistir a misa. Amo a la Iglesia. Nada es más precioso que ella. Nada es más lindo que estar consagrado a Dios y a amar a los demás. Atento a todo lo que decía… Mira, Inciarte, hago el rosario, escribo la Nota del Domingo para un destinatario especial y estudio en institutos de la Iglesia porque creo en lo que hago. Me preparo para ser un mejor cristiano católico que pueda servir y servir con calidad. Servir y no ser servido, como hizo Jesús.
Muy contento, se despide, dándome las gracias por haber tenido con él tan grata conversación. ¡Que gusto he tenido en verte! Le estás dando sentido a tu vida. Estás acumulando Años Dorados. Creo que superas, El Arte de Envejecer, de Anselm Grun.
Pensé en esas personas que, por no aprender a envejecer, acabaron con sus obras, y poco o nada, les importó familia, país, institución o empresa, por mantener a juro el rol protagónico del pasado o su ego inflamado. No se ubicaron… no se dieron cuenta que su follaje ya no era verde. No fueron capaces de irse, poco a poco, desprendiéndose…

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.