Cultura

Entre el deseo y la carencia: lo humano

1.   Partiendo de la determinación individual, podría esgrimirse un cúmulo atroz de argumentos (¿o aporías?, por es misma exigencia) en contra o a favor de explayar las propias nociones –de tener ellas en verdad lugar dentro del ámbito de la 1ª persona del singular; conexión que, por otra parte, no es muy frecuente, y más bien inconsútil– con mero objeto de afianzarse un lugar ya para asistir a La ciudad de las ideas ya para perpetuarse o hacer roncha en el trono o catwalk de la Respública Literaria; por mor de causar barullo y aspavientos AD NAUSEAM USQUE. Sin embargo, quizá no valdría la pena (sin dudar sobre la envergadura en los proyectos ilustrados), y no valdría precisamente porque lo que entendemos hoy bajo el eufemismo de “racionalidad” no va más allá de un capricho formalista[1]. Si bien el propósito original era operarla tomando como referente a la interpretación o exégesis[2], tomada ésta como válida por el pensamiento y sus derivados: las ideas[3], actualmente se hace patente más bien la segmentación de esa ratĭo perturbada.

   Remotamente lejos de sus prístinas intenciones, la razón deificada fue poniendo tierra de por medio a su eje de gravedad: la cordura reflexiva, y en consecuencia va ahora dando paso a un orco dantesco, disgregando cualquier haz de sensatez. Ya se hace más comprensible el porqué ahora pueda hablarse con exactitud y justeza de una barbarie teórica, puesto que quien ayunte tejidos o nociones con mayor destreza, habrá de ser cornado como el Machoalfa de Lacuadrilla. Por ello, ingresar a tal ámbito no se traduce más en mérito alguno, y mejor dicho en una salvajada. Términos como antropofagia colectiva o complejo postcolonial van más ad hoc de cara a ese intelecto embustero.

   Por lo visto, lo propio de cualquier connivencia con-textual consta, ergo, en apuntalar el andamiaje de las expectativas ‘individuales’. Y como sea, ellas definitivamente no ostentan un valor universal[4]. Lo que nos interesa preconizar –hago énfasis en el nosotros, bien que carezco de justificación incluso para satisfacer tal voz– tiene más bien que ver con los antojos o manías de “mi” discurrir, ya huidizo o complejamente estructurado; en todo caso engañoso. Ahora que si allanamos los suburbios de la voluntas, entendida como la aptitud humana de decidir la reglamentación del propio comportamiento como formación racional (en el sentido de J. Habermas), esto es: como facultad volitiva, ahí sí resulta posible ponderar lo que os apetezca y ad infinitum. Exactamente como en la literatura dura y en la mitología –ésta ingresa –entre otros– en el campo de la novelística de altas cumbres.

   Hemos ingresado a la era del logos fragmentario; trayecto de lo dialógico-barbárico (más aún que persuasivo, y aún así anterior a lo análogo) hasta lo disperso-bizarro. Así y bien arrojar torpemente datos inciertos, igual a esteriotipar de entrada. El patrón de lo social da cuenta de nos: consideramos de enorme “valía personal” y “progreso mental” (lo que sea que con eso quiera decirse, y por no llamarle apadrinamiento de la curricula o paranoide culebrón) obtener una osamenta que roer, “si y sólo si [solemos truquear a nuestra menesterosa psique] cumplo con las expectativas de mi bienamado público”; tipo un rockstar o una trabajadora doméstica maniatados por las zarpas del mercado, poseedores de una común miseria (plus el impulsus de exponerse a la burla): merced a los protosímbolos del ticket master o bien de su Rosa Salvaje –y en horario estelar. Aunque quién sabe si así sea, puesto que como apuntó Adorno (: Estética, Taurus, 1992, p. 9), ya nada resulta obvio.

Tres imágenes distintivas de la conciencia fragmentada

2.   El mentís de nuestra época yace en el des-aserto de desorbitar los pies sobre su tierra, y la exageración es mera hipérbole barroca de la afirmación. No obstante de no ser éste el caso, bastan tres iconos para representar muy dignamente la arena de los tiempos en que habitamos –si por ello puede entenderse algo todavía–: el hacha, el humanismo y el retrete.

   – El hombre ha ido sesgando la broza, primero hacinado en el mundo y luego en su mente, o como sea que se le llame hoy a esa cosa. Despojado de hábitat, forjó sus ergástulos o paraísos (dependiendo de la perspectiva, obvio). Comenzó su periplo con la domesticación de dos fuegos: la lumbre y la palabra. Posteriormente se hizo de varios rudimentos, el hacha e.g. Este sutil chirimbolo apareció en la prehistoria, sin embargo jugó un rol fundamental en el posicionamiento evolutivo. Evoquemos por caso al imperio carolingio. Francos & franceses deben su gentilicio precisamente a una tecnología de aquellos: la francisca, un hacha arrojadiza de80 cm., en la cual fueron diestros y mediante cuya utilización extendieron su cólera y poderío por las anchuras dela Europa medieval. Tal herramienta posee diversas funciones y da todavía sustento a ingente número de personas. Posee tanta vigencia, como la literatura, el cómic y la pornografía.

   – Quien ha nacido humano, debe aprender a vivir como tal[5]. Desideruis Erasmus Rotterdamus, arrumbado hace ya tiempo en el cajón de los artilugios en desuso, no sólo compiló sus famosos Adagios (obra actualizada varias veces, la cual recopila a sus homónimos desde tiempos de la Hélade hasta el siglo XVI), sino que también resulta sin duda un pilar fundamental sobre el que se erige una ideología o fórmula heurística que, a su vez, ha sido piedra angular de la modernidad: el Humanismo. Movimiento éste que ha sido en ocasiones digerido[6] y otras tomado por aberración o cual cursilería de las mentes caritativas, el H. –nos parezca o no– nos ha ido moldeando tanto, que hoy escasas universidades le niegan un espacio dentro de sus aulas bajo el apelativo de humanidades.

   – Considerado Gran Invento del S. XIX (de hecho nació en el XVIII), el inodoro que utilizamos forma parte esencial de la rutina en Oxidente[7].  Han “existido” tecnologías acordes a las distintas épocas: las letrinas turcas o japonesas, pese a su incomodidad, han demostrado ser harto ergonómicas y dinámicas a la expulsión de los deshechos humanos, etc. Y ni con mucho han podido arrebatar su incuestionable trono a nuestro itinerante amigo el escusado. ¿Qué sería del inmenso tonelaje de deyecciones sin él?

   Tres ideas ora sublimadas o ya flotando sobre lixiviados epistémicos (dependiendo de la perspectiva: o lo que es lo mismo, acoplándose a un relativismo absolutista). Hombre, conciencia y universo acurrucándose: en el mismo vertedero de despojos.

 * Texto ganador del concurso “La Ciudad de las Ideas 2008”

[1] No se puede hablar de la voluntad como sujeto de lo ético (…) Y la voluntad como fenómeno interesa sólo a la psicología. Wittgenstein, Ludwig, Tractatus lógico-phlosophicus, trad. Luis M. Valdés V. Ed. Tecnos, Madrid, 2003, 6.423, p. 270.

[2] El último recurso frente a la hoguera mito-poyética del logos, cuya superación radica en el gesto.

[3] Imágenes o representaciones montadas en el burlesque de lo que llamamos conciencia, a las que anhelamos adecuar a como dé lugar en el dominio discursivo; ello nos es dado, empero, con todas la de perder en garantía. Y de ahí que se les dé un uso impositivo, bélico o sexual: razón desmembrada.

[4] Las formas de vida, al igual que las biografías individuales, cristalizan en torno a identidades particulares (…) Pero la sustancia de un modo de vida no puede nunca justificarse desde puntos de vista universalistas. Habermas, Jürgen, Escritos sobre moralidad y eticidad, trad. Manuel Jiménez Redondo. Ed. Paidós/I.C.E. –U.A.B., Barcelona, 2003, p.p. 94-95.

[5] Wer als Mensch geboren ist, soll wie ein Mensch zu leben lernen. Frase expuesta en la placa conmemorativa de la estancia de Jan Amos Comenius en Herborn, Alemania. Traducción propia.

[6]la ideología de la libertad sigue siendo el punto de fuga de nuestra racionalidad occidental. Olvera Romero, Caleb, Racionalidad contemporánea, Ed. Filo de agua, Aguascalientes, 2004, p.p. 110-111.

[7] El neologismo lo rescato de Heriberto Yépez (quien a su vez lo toma prestado de Gerardo Denis) y remite a lo caduco u oxidado de la que, a nuestro pesar, es esta civilización. Ver: El imperio de la neomemoria. Ed. Almadia, México, 2007.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.