Cultura

Recuperar el sabor

No soy lector habitual de novela negra ni mucho menos aficionado a la gastronomía: esa pose para snobs y nuevos ricos que parece que pasaron hambre en su infancia. Pero esta novela de Yanet Acosta ha conseguido recordarme el innegable atractivo de ese género narrativo y a mirar sin desprecio, pero con inteligente ironía, ese mundo de los gourmets y las guías de carreteras y restaurantes de cinco estrellas.

El chef más famoso del planeta es un cocinero español y ha muerto en una isla de Corea atragantado con un pulpo vivo. La carrera por ver quien es declarado su sucesor comienza de inmediato y además la compañía aseguradora investiga su muerte para evitar el pago de la póliza de su seguro de vida. Y para ese trabajo contrata a Ven Cabreira, un investigador privado exagente del CESID.

Yanet Acosta es periodista gastronómica y por eso puede decirse que ha escrito una novela con conocimiento de causa. Su experiencia le ha servido para elaborar una suculenta y divertida trama –mitad realidad, mitad parodia- pisando terreno conocido y presentarnos un mundo que conoce bien: el de los restaurantes de la alta cocina internacional y sus fogones de vanidades. La consideración de los cocineros como neo-artistas mediáticos, pseudocientíficos, investigadores de la comida y sus sabores y texturas. Su competencia profesional y sus intrigas, su continua exigencia como buscadores y creadores de nuevas recetas que los hagan famosos y singulares. Mundo en el que participan -y del que viven- los críticos gastronómicos, creadores de tendencias y prestigios; y todos los clientes y consumidores de exquisito paladar, lenguaje y pose, signo de distinción y poder económico. Y, por supuesto, todo el dinero que mueve semejante circo.

Yanet, como irónica contrapartida y gesto de buen humor –inteligencia que se ríe de si misma-, introduce en ese mundo al investigador Ven Cabreira, un tipo que come a diario fabada en lata y bebe güisqui barato y que para colmo padece ageusia: un trastorno quimisensorial que supone la disminución o pérdida total del sentido del gusto. Un tipo desastrado que es como un eructo (educado) en todo ese delicatessen exclusivo de gourmetilandia y que aparentemente es un inútil incapaz de cumplir con el encargo, pero que al final va a descubrir qué es lo que le pasó al cocinero muerto y al mismo tiempo recuperar el sabor de la comida. Una curiosa resurrección por partida doble.

Y ese personaje creado por Yanet es lo mejor y más acertado de la novela. Un tipo peculiar, fuera de lugar, que siente indiferencia por la comida y su parafernalia y que sin embargo viajará a los restaurantes más lujosos de Europa haciéndose pasar por inspector de la guía Michelín. Un hombre solitario a la fuerza, que vive con su pasado sentimental a cuestas y sin enterrar y al que el destino pondrá una mujer en su camino que puede liberarle de su soledad. Un tipo cutre, pero listo, que descubre lo que hay de auténtico en el placer de comer y lo que hay de negocio en el artificio de lo sublime. Pero que también, y en un nuevo acierto de Yanet, no terminará consiguiéndolo todo en un final agridulce que es muy de agradecer. Una investigación repleta de humor y falsas apariencias, pero con algunas relaciones y situaciones: la bisexualidad y la casualidad y el capítulo del rescate en Venecia,  un tanto forzadas; disparatadas o surrealistas: las ostras contaminadas y el episodio de las setas alucinógenas;  que encajan con calzador en la trama de la narración, pero que se compensan con la sencilla humanidad de Cabreira por el que se acaba sintiendo un cariño incondicional.

Porque mucho más atrayente que la trama gastronómica en la que se ve envuelto resulta la figura del investigador: su casa vacía y desordenada, su gato Ken, su melancólica colección de Barbis. Un investigador atípico que tiene la capacidad de leer los labios y al que le quedan pequeños los zapatos, que no tiene teléfono móvil, se mueve por la ciudad en autobús o en metro y lee su horóscopo en el periódico del bar de barrio al que va siempre. Un sitio en el que se come de verdad, no por tener hambre, no por entretenimiento.

“El chef ha muerto” Yanet Acosta. Colección NUC: Negra, Urbana y Canalla. Ediciones Amargord. 211 páginas. Colmenar Viejo, (Madrid), 2011. 

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.