Cultura

¡Ahí te pudras en el infierno!

¡Qué bonitas son las palabras y qué poco quieren decir cuando no son acompañadas de hechos! Te juran y perjuran que estarán ahí, siempre, siempre que lo necesites, pero cuando llega la necesidad si te he visto no me acuerdo, ya estaré cuando pueda o quiera, no cuando tú lo necesites, pero como tengo el don de la palabra, vacía y sin contenido, valga la rebuznancia, conseguiré el apoyo de quien debo, ajenos, como son, a la realidad más absoluta, no a la edulcorada por las palabras sino a la que marcan los hechos.

Pero esperan, todos esperan, maldito pozo sin fondo la espera, que les saques las castañas al fuego, no se vayan a quemar, aunque nadie se haya dignado en echarles un vistazo mientras estaban en proceso de cocción, sólo queremos resultados sin merecerlos, esgrimiendo razones y argumentos a nuestro antojo y bajo el prisma de nuestro único interés, no es acordarse de Santa Bárbara cuando truena, sino de mí cuando no se obtiene lo que se daba por hecho y no se hizo nada por conseguir, ¿el resto del tiempo? ¿Qué importa? ¡Ahí te pudras en el infierno!

Porque no hay nada más sencillo que sacar algo de contexto y hacer que parezca lo que no es, o lo que queremos que parezca que es, hipocresía, se llama, cinismo, se le puede imputar, a lo que podemos añadir ciertas dosis de manipulación bien estudiada y algo de egocentrismo por los cuatro costados y nos quedamos con la misma esencia del triunfo, fugaz y pasajero, porque se fundamenta en el materialismo más mediocre y poco, o nada, conoce de emociones y de sentimientos, por más que nos llenemos la boca con palabras que hemos escuchado en el último reality de la televisión.

La fortaleza física, psíquica y emocional es un lastre insostenible en la vida porque siempre se apoya al que se cree más débil, al que se entiende más indefenso, ¿y tú?, ¡de ti ya nos ocuparemos cuando no tengamos nada más que hacer!, y el pensar en el bienestar de los demás un error que nunca más cometeré, porque al final sale premiado el que abusa de la confianza y esclaviza, el que se muestra incapaz de salir adelante en la vida por sí solo y necesita a mil personas en derredor.

Sentí rabia por la injusticia, por la desconfianza injustificada y reiterada, pero la tristeza más absoluta vino a mi encuentro, y ahora me siento triste, muy triste, y me gustaría saber llorar, ser capaz de despertar ese paternalismo ficticio que otros consiguen, para dejar de sentir esta soledad que me abruma porque a las pruebas me remito y los hechos no dejarán de darme la razón.

Si fuera capaz de gritar, gritaría, si mis lágrimas no se secaran antes de brotar, lloraría, y si no me importaran los demás más que en mi propio beneficio, no sería yo, sino otra persona, por lo que no me queda otra que poner esto negro sobre blanco, sin otro afán más que liberar parte de mi tristeza y buscar el amparo que no encuentro donde debería de estar.

 

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.