Cultura

Obediencia ciega

– En las grandes ciudades parecen tratar a la gente como si fueran discapacitados profundos, – dijo el Maestro mientras ayudaba a limpiar unas carpas que le habían enviado desde la cocina. Continuó:

– Un día, cuando el Mulá se puso a trabajar en aquellos grandes almacenes para poder pagar sus deudas del juego, se presentó al trabajo y su jefe le echó una buena bronca. “¿Pero qué pasa ahora? ¿Qué he hecho mal?”, preguntó Nasrudín. “¿Y todavía tiene el rostro de preguntármelo?”, respondió furioso el dueño del almacén. “No veo la razón de su enfado”, dijo tranquilo el Mulá. “Y, si me lo permite, le diré que eso de alterarse no es nada bueno para la salud. Sobre todo a sus años”. “¿Cómo que a mis años ni qué niño muerto? ¿Cómo ha desaparecido de su puesto de trabajo ¡durante tres semanas sin permiso!?”, respondió el jefe. “¿Cómo que sin permiso? Yo vine a su despacho para pedirle tres semanas de vacaciones para ir a comprar un burro a mi pueblo, que ahora es buena época. Usted no estaba y, entonces vi colgado en su puerta un gran cartel que decía ¡No pregunte! ¡Hágalo usted mismo! Y claro, ¿qué iba a hacer? Pues obedecí, y ya está. ¿No ve como todo está claro?” Y sin inmutarse, cogió su caja de herramientas y siguió adelante.

J. C. Gª Fajardo

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.