Sociopolítica

La lapidación de la mujer

Aunque la noticia fuera la suspensión de la condena que pesaba sobre Intisar Sharif Abdallah, una mujer (incluso se sospecha que sea menor de edad) condenada a morir por lapidación en Sudán al haber sido encontrada culpable de zina, (mantener relaciones sexuales ilícitas, según la ley islámica), el hecho que motiva este comentario es que la mujer sea, todavía hoy, objeto de castigo mortal por asuntos morales o religiosos. Afortunadamente, en este caso, la víctima ha conseguido quedar libre tras el sobreseimiento del mismo por falta de pruebas. Y vuelve a producirse la circunstancia de que ha sido la propia familia la que ha reiterado la denuncia contra Abdallah, con paliza incluida impunemente por parte de un hermano, para lavar la afrenta al honor familiar.

Ya en otra ocasión, también me referí a un suceso similar, acaecido en la persona de Sakineh Ashtiani, otra mujer sentenciada a muerte en Irán por idéntico “delito”: ser mujer en un país islámico que no soporta la igualdad de género ni la libertad en casi nada, mucho menos en cuestiones sexuales. Como estos, todavía son siete los países del mundo que contemplan la muerte por lapidación en el castigo de penas por conductas ilícitas o inmorales. Y la inmensa mayoría de tales condenas, por no decir su totalidad, recae sobre mujeres que, culturalmente en esas sociedades, son consideradas focos de pecado y ciudadanos de segunda, a los que no se les reconoce su equiparación con el hombre, por lo que son relegados a una condición subordinada, en derechos y libertades, al varón, único intérprete de leyes, costumbres y normas civiles.

Causa estupor que, en un mundo globalizado que comparte tecnologías y negocios, aún permanezcan y se toleren estos arcaicos comportamientos más propios de sociedades feudales y machistas, que se valen de argumentos religiosos y morales para someter y degradar a la mujer, escamoteándoles el reconocimiento de derechos que posibiliten su liberalización y la plena asunción de su dignidad como persona. Para ellas, la Declaraciónde Derechos Humanos no es compatible con su pertenencia a regímenes islámicos que dictaminan hasta las prendas que han de vestir (velos, etc.) y el sometimiento de sus vidas a las leyes de la sharía, ley islámica tradicional.  Por suerte para Intisar S. Abdallah, el progreso debido a Internet ha logrado que cerca de 80.000 personas pidiesen a las autoridades sudanesas la suspensión de una condena que habría de avergonzar a la Humanidaden su conjunto.

Pero no en todos los casos se consigue detener la ejecución de condenas que nos retrotraen a épocas en que se consideraba a la mujer como simple objeto al servicio del hombre y carente de alma. No es algo definitivamente erradicado siquiera en sociedades presuntamente civilizadas, pues en Argentina acaban de condenar al dictador Jorge Videla a 50 años de cárcel por el robo sistemático de niños durante la última dictadura militar (1973-1983), el cual se defendió arguyendo que las madres eran “militantes activas en las maquinarias del terrorismo y muchas de ellas usaron a sus hijos embrionarios como escudos humanos al momento de ser combatientes”.

Si en Occidente se pueden producir tales atrocidades, ¿qué nos puede sorprender del mundo islámico? Nos indigna que en ambos mundos la mujer sea considerada un objeto manipulable y provechoso para el control y sometimiento de la sociedad a causa de una dominante mentalidad machista que niega el reconocimiento de su dignidad como ser humano. Da asco.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.