Cultura

Un corazón dividido por el Manaslu

Un jovencísimo taxista me lleva al aeropuerto Tribhuvan de Kathmandú. Una ciudad inventada a si misma y en la que una cultura ancestral dominada por creencias religiosas y paganas ha ido perdiendo terreno por otra cultura que no es otra que el modo de vida occidental.

El Suzuki enano en el que la bolsa de mis esquís van a lo largo, de cristal a cristal, bota por las calles de Thamel. Una pegatina de “no smoking” domina la parte de la luna delantera:

–   Are you jocking? (estás bromeando?)– le pregunto con ironía al chaval.

Se ríe, así que sí, es broma. Entonces le ofrezco un cigarrillo y fumamos juntos mientras charlamos por el camino. La conversación va de fútbol y de política. Lo de siempre. En un inglés muy limitado le consigo entender:

–    Country you from? (De qué país eres?)– jodo, ya veo que no vamos a hablar mucho como construya así las frases

–      Spain! Do you know it? (España! Lo conoces?) – Mi inglés tampoco es el que hablaba Shakespeare, sino más bien el de Fernando Fernán Gómez.

Y ahí seguimos con que si el equipo de fútbol español ganó la Copa del Mundo y la Eurocopa. Incluso me señala con dos dedos de la mano izquierda como que ha ganado ésta última dos veces. Yo, ni idea de fútbol, pero…

–     Chaval! Agarra el volante que aun pillarás a alguien – me sale así, en un oregonés que él seguro va a entender.

Vuelve a coger el volante, a adelantar a motos, bicicletas, carritos y demás vehículos que caóticamente se mueven entre peatones, perros y agujeros de las calles, muchas de ellas mal asfaltadas.

–      Street very bad, men. Nepalvery bad… Goberment very bad, men

–      Yes, men… I know (sí tío… ya sé) – le suelto y continúa de manera que sólo entiendo Goberment, police, no money y poco más.

Lo piensas un segundo y te das cuenta de que tanto economista y tanto político analizando la situación de un país y un chaval nepalí que habrá ido a la escuela hasta los 12 años, si ha tenido suerte, currando con un taxi en una ciudad de 7 millones de habitantes te lo resume en inglés en un santiamén. Las calles están hechas una mierda, men. Nepal en general está muy mal. Y es porque el gobierno es muy malo… y la policía y el gobierno otra vez y que no hay dinero.

Entramos en el recinto del aeropuerto internacional, me ayuda a desensartar los esquís del interior del coche, como si fuera un pincho moruno, y bajo el resto de mi abultado equipaje mientras él consigue un carrito. Agradecido por la charla y el viaje de aventura, que no había contratado, por las caóticas calles de Kathmandú, le doy 10 dólares ya que rupias no me quedan. Él muy contento me ofrece media manzana que acepto con gusto.

–      Dannebaad – le doy las gracias en nepalí

–      Suagatam, men (de nada tío) – me contesta.

En este viaje he aprendido un poco más de nepalí. Es una lengua que suena bien, y que creo que fonéticamente se parece al castellano ya que no me cuesta mucho pronunciarlo. De hecho, uno de los días que bajábamos de Namche a Lukla iba ya cansado, con los esquís torturándome la espalda y yo a todo trapo pasando por Monjo y Phadking en dirección a Lukla me dio por pensar si estaría sufriendo los síntomas de un edema cerebral.

El caso es que uno de los síntomas son alucinaciones, y en no pocas ocasiones me pareció entender pequeñas frases en castellano:

–     “venga vamos” – le oí a una niña que le decía a su hermano pequeño después de saludarme y salir corriendo piedras abajo tirando del niño. No tendría más de 3 o 4 años. Me paré esperando a ver la torta que se iba a meter, pero no. A saltitos y moviendo rapidamente las piernas, para lo pequeñas que eran bajaron los dos trotando y riendo para coger al resto del grupo.

–    “disculpa” – me pareció entender ayer a un camarero mientras comía en un restaurante.

Envuelto en mi paranoia iba pensando: “A ver Raúl, no te duele la cabeza, estoy bajando y no subiendo, y a 3.000m o poco más que estamos tiene que ser raro que sean alucinaciones o edema cerebral”. Así que no le dí más importancia mientras miraba atrás a ver si venía Mónica, mi cliente y además amiga.

En esta ocasión, en el Island Peak, el cliente con quien iba ha evolucionado mejor que yo en altura, lo reconozco. No le dolió la cabeza hasta que llegamos a 5.000m. A mí en poco más de 4.000 ya me estaba tomando paracetamol y acetazolamida. Ella comía todos los días como una auténtica bestia, siempre con muy buen apetito, cuando yo al tercer día estaba aburrido de ver el mismo menú en todos los lodges. De modo que iba cambiando, un día Dhalbad (arroz con sopa de lentejas), otro noodles, otro momo (como empanadillas rellenas de verduras salteadas, o de carne cuando había, o de atún, pero en lugar de fritas por fuera hervidas). E incluso había pizza, con la base de Chapati (pan de maiz típico de Nepal).

Pero claro, sobrepasados los 3.500m a los que está Namche Bazaar ya no hay carne, la cerveza es cara, y de una manera u otra comes todos los días lo mismo, cambiando un poco en cómo te lo presentan. Total que he adelgazado más de 5 kilos.

Entretanto, en Namche y los días previos, yo seguía dándole vueltas en mi cabeza a la expedición al Manaslu. Menuda faena. Todo un año preparando el Cho Oyu, pensando en el Cho Oyu, visualizando la ruta normal y la bajada con esquís, que discurre por el lado tibetano, y van los chinos y cierran la frontera.

Según me he podido enterar estos días, en junio fue la celebración del nacimiento de Buda y 8 tibetanos, 3 mujeres entre ellos, se inmolaron quemándose. La respuesta internacional fue inmediata, e incluso el actual Dalai Lama desde su refugio en el exilio situado en la ciudad india de Dharamsala exigió al gobierno chino que se cumpla la declaración de independencia para el Tibet, que el próximo 2013 celebra su 100 aniversario. Free Tibet!!! Yo también me sumo, coño! Pero, por lo que más quieran que no me cierren el Cho Oyu al año que viene.

El monzón está dando los últimos coletazos. Nos llueve todos los días por la tarde y a veces a medio día. Es una pena, porque el paisaje que nos vamos a perder es impresionante. Con suerte, desde sólo algunos sitios durante la aproximación al Island Peak, quizá podamos ver famosas montañas como el Tramserku, el Ama Dablam, el Nupse o el Baruntse… estos dós últimos sietemiles ya al fondo del glaciar del Lhotse Shaar.

Merece la pena descansar de subida un día en Namche, pasear por el pueblo, ir al monasterio, visitar el Centro de la Cultura Serpa y ver a los niños y niñas ir al cole con muchísima alegría. Namche, además, es de los últimos pueblos donde podremos usar internet, así que aprovecho también para mandar unas fotos y hablar con la familia y sobre todo con Patricia.

Está más preocupada que yo con esto del Manaslu, más que nada porque no ha podido digerirlo como ya lo había hecho con el Cho Oyu. La quiero con todo mi corazón, y le confieso aunque no estoy acostumbrado a hacerlo (gajes del oficio), todos mis temores. Necesito sincerarme con ella ahora que está lejos y la hecho de menos. Siempre me ayuda y me apoya, pero en esta ocasión sabe mejor que yo que entre el Manaslu y yo no va a haber una pelea justa. Soy consciente de que es una montaña difícil y peligrosa, hasta tal punto que en Wikipedia pone textualmente:

“El Manaslu se caracteriza por su mal tiempo, el riesgo es mayor que en otras montañas. Las estadísticas de las personas que allí mueren son mucho más altas que las del Everest, en donde aproximadamente de ocho alpinistas que llegaron a la cumbre uno murió, en el Manaslu la estadística es de tres a uno.” Fuente: http://es.wikipedia.org/wiki/Manaslu 

Sé que la cumbre es difícil de conseguir. Es un pináculo bastante empinado desde los 8.000m y por tanto dificilísimo de esquiar. Tan sólo una persona parece ser que ha hecho el descenso íntegro, todos los demás empezaron esquiando bastante más abajo. También con fama de ser una montaña avalanchosa, que a la mínima nevada te barre los dos primeros campos de altura.

Pero a Pat no le preocupa tanto cómo es la montaña sino cómo soy yo. Bruto por naturaleza y tan cabezón que me siento empujado a demostrar algo al mundo, a demostrarme algo a mí mismo. Siento la necesidad de saber hasta dónde puedo llegar en el mundo de la montaña, en la profesión de guía.

Al final, con lágrimas, le admito que puedo morir en esta montaña casi seguro. O al menos bajar con severas congelaciones en pies y manos por no tener traje de plumas, ni oxígeno… o mejor, llamándolo por su nombre, voy a palmar en el Manaslu por cabezón. Mi corazón se encuentra dividido ante el dilema: mi amor por Pat o mi amor por la montaña. No sé si a mucha gente le ha sucedido algo similar, pero para mí es un sentimiento totalmente nuevo.

Y me alegro ahora que Pat haya tirado con más fuerza y con más decisión que el Manaslu. Puedo asegurar que ha sido un rescate de montaña antes incluso de haber llegado a la montaña, que sólo alguien que te ama puede hacer, y también que sólo si uno ama se deja rescatar.

El sentimiento durante los días que siguieron fue de tranquilidad. Hemos acordado entre los dos en volver juntos al Cho Oyu en la primavera del 2013, tal como fue nuestra idea original. Eso si los chinos abren la frontera, pero es lo de menos… ahora la única montaña que quiero escalar es en la que esté ella.

Al taxista le veo partir con el Suzuki, y me asombro de cómo puede seguir funcionando semejante cacharro. Entro en el aeropuerto, espero en la cola y al facturar petate y esquís resulta que llevo 10kilos de exceso de equipaje, que son casi los que he perdido de peso durante esta expedición al Island Peak.

En el Island Peak no pudimos hacer cumbre, las ganas acompañaron pero la meteo y las condiciones no. Para Mónica ha sido, creo, un viaje de treking sencillo, cargando cada día con sus esquís sin estrenar, y en el que ha llegado a lo que ahora es su cota más alta. 5.680m del North High Camp. Además de una vivencia muy rica en este remoto lugar del mundo conociendo a personas muy ricas también como ha sido nuestro querido porteador Shubha.

¿Yo? Honestamente, ha sido un descubrimiento interior de miedos y sentimientos donde, gracias a Patricia, ganaron los sentimientos.

Pago religiosamente los 130 dólares que me piden por el exceso de equipaje, con que no me pierdan los esquís ya estarán bien pagados. No han llegado a tocar la nieve estos días, o mejor dicho sí. La que les cayó encima en el campo base cuando nevó por la noche. Pero al menos vuelven a casa enteros y es que al fin y al cabo el éxito o el fracaso en el alpinismo no se mide en si haces o no haces cumbre. El éxito está en volver a casa en el mismo estado de salud bueno con el que marchaste.

Yo ya sabía esto, pero tú me has enseñado a entenderlo.

Je t´aime Pat

Raúl… desde Doha que va a buscarte

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.