Sociopolítica

La búsqueda de la felicidad

Esta bella flor (y lo que representa) me dió una gran lección política y en mi vida personal. Me enseño que los pueblos son como los girasoles. Aspiran a girar su rostro hacia aquel lugar desde donde llega la luz de la esperanza. La personal la guardo en el corazón junto a la infinita esperanza de ser feliz…

Hoy he vuelto a hacer algo que hago desde niño, y que deseo compartir con el lector. Cuando en mi vida apareció tempranamente la experiencia del mal, haciendo que la felicidad me ocultará su rostro, aprendí a escribir historias con el propósito de cambiar los desenlaces que no me gustaban, motivándome así a recordar siempre que otra realidad era posible, de mediar el concurso de voluntades con la adecuada intención. Hoy creo que los pueblos esperan que los políticos hagan lo que los niños suelen hacer muy bien, es decir, que contribuyan a la construcción de un discurso público que les brinde la esperanza de que, con el concurso de todos, podemos conducir a nuestra sociedad, por derroteros donde nos esperé la felicidad. Creo que esto es algo particularmente importante en momentos en donde acá y acullá, campea la desesperanza.

Por suerte me parece que la búsqueda de la felicidad, al menos en lo que respecta a la agenda de Naciones Unidas (ONU), ha dejado de ser un afán estético.

En efecto la Asamblea General de la ONU (AG ONU), pone en su agenda el tema de la felicidad a través de la Resolución 65/309 de 25 de agosto de 2011, titulada “La felicidad: hacia un enfoque holístico del desarrollo”. La misma fue adoptada por aclamación, y en ella se reconoce que la felicidad es “un objetivo y aspiración universal” que se debe potenciar porque es, además, “la manifestación del espíritu de los Objetivos de Desarrollo del Milenio” (ODM).

Luego la Comisión de la Felicidad de la ONU, solicita al Earth Institute de la Universidad de Columbia la elaboración de un Informe Mundial sobre la Felicidad.

El Informe a página 31, aporta un listado de la felicidad según los países (Costa Rica fue el país mejor puntuado de América ocupando el lugar 12 y Panamá quedo bien posicionado en el puesto 21), y desde ya me pregunto, por supuesto de manera aproximativa, respecto del mayor o menor peso que aspectos como el tema institucional (no sólo económico, sino democrático participativo, el estado social de derecho, el Gobierno, lo medioambiental etc.) o la confianza social o interpersonal (bajo paradigmas que en Panamá no dejan de ser culturalmente relevantes como el juega vivo o el individualismo acérrimo dado su impacto negativo en la cooperación y la cohesión social), tienen en las diferencias que existen entre la felicidad que gozan los pueblos de sendos países. Claro por aquello de que los que están bien siempre pueden estar mejor.

Continuo señalando que posteriormente la AG ONU establece, mediante la Resolución 66/281 de 12 de julio de 2012 que todos los 20 de marzo se celebrará el Día Internacional de la Felicidad, a fin de recordar que “la felicidad y el bienestar” son “objetivos y aspiraciones universales en la vida de los seres humanos de todo el mundo” siendo ello algo que deben reconocer los Estados “en los objetivos de las políticas públicas”. El texto reconoce además “la necesidad de que se aplique al crecimiento económico un enfoque más inclusivo, equitativo y equilibrado, que promueva el desarrollo sostenible, la erradicación de la pobreza, la felicidad y el bienestar de todos los pueblos”:

Deseo precisar que veo en estas loables iniciativas de Naciones Unidas un esfuerzo adicional de sabiduría jurídica y política, tendiente humanizar el progreso y lograr un desarrollo más sostenible, humano y holístico, pues tal y como diría el embajador de Bután ante la ONU, Lhatu Wangchuk, en su defensa de la resolución 65/309 presentada por su país ante la AG ONU: “Desde hace dos décadas, el pequeño reino del Himalaya apuesta por crear el índice de la Felicidad Interna Bruta (FIB), que trata de medir el grado de satisfacción de sus ciudadanos, con la intención de crear un nuevo sistema socio-económico cuyo progreso no se mida con el tradicional producto interior bruto (PIB)…Para las autoridades butanesas, el desarrollo y la prosperidad medidos únicamente como acumulación de bienes materiales no sólo no aporta ninguna felicidad, sino que es el germen de todos los males que están llevando a la humanidad y a la tierra a su autodestrucción…Así creen que el desarrollo y la producción descontroladas agravan el cambio climático y destruye las reservas naturales, lo que acabará llevando a la humanidad a guerras más terroríficas que las del siglo XX por los recursos naturales, según han argumentado en distintas ocasiones”.

Estos me parecen ejercicios interesantes a fin de construir sociedades más justas, que abren preguntas respecto de si estamos frente a un esfuerzo neo utilitarista que pretende alcanzar la mayor felicidad para la mayor cantidad de personas. Así solo externo mis reparos en torno a lo que el utilitarismo (el del siglo XIX de Jeremias Bentham) significa para el respeto de los individuos y las minorías, quienes pueden ver sus derechos sacrificados en el altar del altruista propósito de garantizar la felicidad de las mayorías. Pueda ser que esta formulación de la felicidad se acerque más a la propuesta de John Stuart Mill que pretendía (a juicio de algunos abjurando del mismo) hacer más humano y menos calculador al utilitarimo. O quien sabe tal vez la apuesta sea por un neo humanismo. No sé, todavía no llego a conclusiones definitivas en ello.

También me pregunto si todo este debate conducirá eventualmente al nacimiento de un derecho humano a la felicidad, echando mano para ello de las normas internacionales que hablan sobre la paz, la seguridad, el estado de derecho, la democracia (lo que incluye sus facetas deliberativas y participativas), los derechos humanos, derecho internacional, humanitario, refugio, medio ambiente y desarrollo sostenible (lo que implicaría la obtención de sus 4 pilares: el cumplimiento de los Objetivos del Milenio en materia de disminución de la pobreza extrema, sostenibilidad medioambiental, inclusión social y buen gobierno), así como de las normas y doctrinas emergentes como seguridad humana (libertad del temor y la necesidad) y sus correlatos como la responsabilidad de proteger.

Todo ello podría demostrar la existencia como mínimo de un principio general de derecho o de una costumbre internacional en franco proceso de consolidación que impele a fijarla en forma convencional. O bien puede que su consolidación se de vía jurisprudencia o a través del trabajo de los Órganos de supervisión de tratados, muy probablemente los de competencia en materia de derechos humanos. Ya veremos lo que el destino le depare al futurible derecho a la felicidad.

Por supuesto que esto puede revelar su potencial si miramos al pasado. Ahí está la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, adoptada por el Congreso Continental el 4 de julio de 1776, en donde las 13 colonias anunciaban su independencia del Imperio Británico, expresado el sentir de algunos de los padres Fundadores de la Nación Americana: “Sostenemos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres son creados iguales, que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables, que entre éstos están la Vida, la Libertad y la búsqueda de la felicidad”.

Con ello me pregunto si la lectura de la felicidad pueda darse en clave liberal, y así se le deba exigir a los Estados la creación de igualdad de oportunidades, que permitan a las personas buscar la felicidad.

Así concluyo este escrito aproximativo y divulgativo, esperando modestamente plantear una inquietud, que brinde un elemento adicional a considerar en el desarrollo de políticas públicas en materia política, económica, educativa o social, que alguna vez pretendan brindar a los panameños, y a todas las personas que conviven en nuestro amado país, la posibilidad de alcanzar la felicidad.

Ojalá, en un fuerte sentido etimológico, así sea.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.