Cultura

Teatro, el derecho a soñar

Consonancias, 25

Éstas podrían ser algunas de las palabras clave para subtitular la pieza teatral ‘De ratones y hombres’, original de John Steinbeck, gran novelista y dramaturgo norteamericano, Premio Nobel de literatura en 1962. El derecho a soñar es un leit motiv a lo largo de la obra, que plantea las aspiraciones de la mayoría de sus protagonistas a cambiar de vida. Quieren hacerlo George y Lennie, los dos personajes centrales, braceros de temporada en granjas de California durante la época de la gran depresión; también lo pretende el viejo Candy, que sueña con dedicar sus ahorros de toda la vida a la compra de una pequeña parcela de tierra en la que tendrá su propia casa compartida con los dos anteriores. Del mismo modo desea escapar la esposa de Curley –única mujer en escena–, casada casi a la fuerza y víctima de un ambiente opresivo. El negro Crooks, prácticamente un esclavo aún, también sueña con cambiar de vida y mantiene la esperanza en medio de su soledad.

de ratones y hombresLa obra que ha ofrecido el Teatro Principal de Zaragoza el pasado fin de semana, procede de una novela publicada por Steinbeck en 1936, y versionada para la escena por él mismo. Fernando Cayo y Roberto Álamo dan vida a los personajes principales, George y Lennie, dos trotamundos que encajan con dificultad en cualquier entorno, aunque forman una pareja original y muy compenetrada que asumimos perfectamente sin apenas conocer sus orígenes. El primero ha de vivir siempre pendiente del segundo, un grandullón disminuido psíquico de fuerza descomunal, con el que consigue trabajo en una granja regentada por un padre rígido y su hijo bravucón, cuya insatisfecha esposa les acarreará muchos problemas. En la granja, situada en medio de la nada, se respira un ambiente tenso, crispado, amenazador, violento. Sólo el viejo Candy se acerca de inicio a la pareja con cierta ternura, anhelando compartir su sueño.

Es muy significativo el personaje de Crooks, interpretado por Emilio Buale, el casi esclavo de todos, al que ni siquiera le permiten acceder a los espacios de los blancos. Aunque la acción transcurre en la primera mitad del siglo XX, las referencias a la actualidad son claras, con una simbología útil para trasladar los episodios a nuestra situación cargada de precariedades conceptuales y vitales.

La interpretación es en general extraordinaria, aunque los actores que encarnan a los peones de la granja extralimitan las voces y los gestos de forma permanente; un contraste más claro en cuanto al tono, entre la opresión en que viven y la exaltación que les producen las circunstancias, incluido el alcohol de los fines de semana, resultaría más verosímil. Es genial Roberto Álamo en el papel de  Lennie, y muy meritorio Antonio Canal interpretando al viejo Candy. Quizá Irene Escolar no refleja exactamente el personaje que ideó el autor para la única mujer de la pieza.

En el espacio escénico se alternan dos escenografías. Una, la que abre y cierra el espectáculo, muestra un paraje inhóspito, que refleja la de ratones y hombresindefensión de George y Lennie condenados por la vida al desamparo. La otra recrea el barracón en el que alojan los temporeros y la finca donde realizan su trabajo. No es un sitio acogedor, pero en ese perdido rincón del universo hay resquicios por los que se cuelan algunos nobles sentimientos humanitarios.

‘De ratones y hombres’ conmueve porque presenta una realidad donde las ansias de libertad son brutalmente reprimidas, la amistad de dos hombres que se apoyan entre sí despierta suspicacias y los inocentes acaban siendo destrozados por el sistema sin ningún reparo. No es difícil hallar paralelismos con los tiempos que corren.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.