Karma

Cristo interior

Desde el comienzo de la Humanidad siempre hemos mirado al cielo preguntándonos sobre nuestra existencia y adorando a los dioses o al Dios que originó la Vida.

Tanto en oriente como en occidente las religiones y filosofías han ido evolucionando e involucionando, según las etapas que se han vivido.

Foto: gentileza de Carmen Berges, acuarelista

Foto: gentileza de Carmen Berges, acuarelista

No pretendo entrar en la historia de Jesucristo, ya que no soy la persona adecuada ni estoy preparado para emitir un juicio profundo sobre Él,  pero creo que su llegada a este mundo, por lo que representó y simbolizó, fue el comienzo de una nueva etapa en la Tierra, el antes y el después: una Llamada luminosa de esperanza y amor hacia la humanidad. Fue un Ser Divino que vino más como Hombre Sabio, con un Amor muy superior al común del resto del mundo, que como Hijo de Dios. Su Sabiduría, Elocuencia y la fuerza de una Energía enormemente desarrollada le condujo a ser un Emisario Espiritual muy evolucionado, que vivió como hombre, sirvió como hombre  y dejó constancia de Su profundo sendero celestial.

Fue un ser Iluminado. Fascinó con sus mensajes de Amor y Clarividencia a las personas que compartieron su vida en esa época, y abrió Nuevos Horizontes en el Camino de la Humanidad.

Creo que la verdadera enseñanza que impartió en esta Tierra fue que cada uno de nosotros somos Él; que Su espíritu es el nuestro; que Su relevancia es la nuestra; y que cada habitante de este planeta debe ser consciente de su encuentro con Él.

Todos tenemos la misma célula y nuestra vida espiritual es Su vida espiritual. Nos contagió de la importancia del crecimiento del espíritu y de la transmutación interna, requisito imprescindible para encontrar la Verdad del Camino, la Verdad Única.

Él luchó contra los dogmatismos, contra cualquier régimen religioso impuesto por los hombres. Seducía y conquistaba los corazones humanos, predicando, con intensa fuerza, sobre el Amor y la libertad.

El  crecimiento espiritual individualizado, el que conduce al ser humano por su propia senda, para encontrar la Verdad y la transformación interior, está en el proceso de la onda mística, siguiendo el cauce de Cristo, Su río espiritual, la adivinanza de uno mismo con la Sabiduría Eterna; mientras el trasmitido por la Religión Católica encamina a encontrar la Bendición  Eterna a través de su Iglesia.

Las dos conductas son válidas, dependiendo de cada ser humano. Aquel que sigue el dogma de la Iglesia Católica encuentra en sus postulados la fe necesaria para obtener la Compasión Divina mientras que aquel que lo busca consigo mismo, con su propia naturaleza interna, con su propia identidad, camina libre sin intermediarios que le orienten  por caminos inherentes a él.

A veces el alma puede ser excesivamente frágil,  necesitando ayuda exterior. De ahí que el Amor irradia cada entraña de su cuerpo, pero cohabitando en un sistema y dogma aceptado, quizás por insuficiencia de fe y escasa fuerza  interior. En cambio, aquel  que ya aposentó el Cristo en él, el que inunda con Su Amor el Universo, sigue su pauta soberana.

Siempre hay seres espirituales que nos protegen constantemente, que nos aman y que vigilan nuestro camino. No hace falta solicitar amor, porque el ser humano es amor. Pero sí es importante que el ser humano lo sienta y cubra cada momento de su existencia con sus rayos mágicos. Ellos están ahí, esperando que se compartan las sensaciones y cada instante del proceso del sendero.

Tanto unos como otros siempre han participado de la vida cristiana. Unos evolucionando con la Esencia de Cristo dentro de sí mismos, como alquimia espiritual, y otros en un desarrollo más conducido, más dirigido por la religión.

Aunque la referencia de Cristo es para ambos, quien busca más el nivel esotérico indaga y explora por las sendas del silencio, de la paz interior, de las cenizas del fuego consumido. Y quien transita por lo exotérico, por el circuito religioso, accede a la avenencia de la religión, la que le instruye para hallar, con sus mandamientos, la salvación.

Cristo es la Vida, el Amor, la Energía Pura. Su Santidad es la Evolución. Sus enseñanzas, las claves del Universo. Su Esencia, Dios.

Aquel ser humano que descubre a Cristo en él, está destinado a vivir con la Intensidad del Universo, con su Ley y con su Libre expansión.

La llegada de Cristo a esta Tierra, actualmente obstruida por la oscuridad, fue el Mensaje Divino del Amor. No es preciso cuestionarse su historia, quién fue y cómo nació; quiénes fueron su familia, ni en qué estado vivió. Lo verdaderamente primordial es sentir y percibir lo que ejemplarizó, cuál fue Su auténtica misión.

Los que sentimos Su hermosura, Su grandeza, Su divinidad, y vivimos con nuestras miserias y carencias, pero con Su energía vibrando por nuestro ser, tenemos el privilegio de existir en un Mundo Mágico de Amor y Sabiduría.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.