Cultura

Decir deseo, de Pedro Antonio Curto; según Antonio Gómez Rufo

Pedro Antonio Curto ha intentado escribir una novela erótica y le ha salido un tratado sobre la mirada. Es un aspecto del erotismo, naturalmente (mirar es otra manera de practicar el sexo: el voyeurismo), pero si algo puede decirse de Decir deseo es que estamos ante verdadera literatura, ante una novela que, de clasificarse en un género concreto, estaríamos minusvalorándola.

Decir deseo, de Pedro Antonio CurtoCuando dos perdedores se encuentras y practican sexo como alarido final, como si no hubiera mañana, como la estación-destino, en esas horas de pasión y melancolía surgen toda clase de sensaciones físicas y psicológicas. Si los protagonistas, además, son seres derrotados (un viejo minero enfermo, al borde de la muerte), y una joven prostituta extrajera (en los límites de la miseria y carente de identidad, patria y puntos de referencia personales) el resultado puede ser sexo, si así se busca, pero en realidad hay mucho más: la necesidad de conocerse, la urgencia por sentir un calor que lo abrace, la perentoriedad de sobrevolar la caricia para sentir que, en la miseria del final, en la soledad de la existencia, puede encontrarse un ser humano capaz de amar y necesitado de ser amado. Y de esa conjunción florecen unas horas de amor que valen por una vida entera.

Los personajes de Decir deseo rezuman orfandad. Y para completar la metáfora de la pobreza y la melancolía, Curto envuelve la acción en una lluvia persistente que afuera cae con infinita paciencia para mostrar que el mundo sigue siendo frío, húmero, sórdido y gris, como la vida de casi todos.

Hay relatos que también utilizaron la misma metafórica imagen para introducir al lector dentro de la acción sin permitir abandonar la escena porque afuera sólo hallarían una intemperie incomoda. Recuerdo sensaciones parejas en relatos de Junichiro Tanizaki, con más agresividad, y de George Bataille, con una poética mayor. Entre ellos, Pedro Antonio Curto ha sabido lograr una narración contenida, en ocasiones redundante, pero siempre eficaz.

En lo único que cabe abrir el debate es sobre la calificación de “erótica” para esta novela que se lee sin respiro. Si atendemos a las diferentes definiciones (desde el “erotismo es la pornografía vestida por Christian Dior” a “literatura erótica es lo que se lee con una sola mano”, por no adentrarnos en que “la distinción entre erotismo y pornografía es puramente administrativa”), en mi opinión Decir deseo no puede encasillarse en el género. Porque el lector encontrará en sus páginas psicología, melancolía, amor, emociones y sentimientos, conceptos todos ellos que van mucho más allá del erotismo como género literario.

La descripción de un acto sexual, por detallado que sea, sólo resulta excitante cuando se concibe como juego y prevalece lo lúdico. Pero cuando contiene dolor y sabor a despedida, cuando es adjetivo y no sustantivo, cuando en la confrontación con Tanatos es Eros el derrotado, la literatura deja de ser erótica para convertirse en conmovedora. Así es la novela de Curto y así es como su lectura desencadena un universo de placeres.

Devoto de Pierre Louis, Apollinaire, Pieyre de Mandiargues y Klossowsky, y en cierta manera heredero de la narrativa claustrofóbica de Kawabata, Pedro Antonio Curto ha cerrado una novela sólida, intimista, emocionante, claustrofóbica y romántica en la que sobresale el amor como estandarte del iceberg que esconde una galería de sentimientos y necesidades. Da igual que se trate de un amor pagado y de tan sólo unas horas de duración. Porque Decir deseo, sea cual sea la intención con que se acerquen a ella sus lectores, es una novela de amor. Una gran historia de amor en el final de los tiempos. De los tiempos de sus dos personajes, quienes después de lo que han pasado juntos ya no encontrarán jamás otra historia igual.

Como difícil es encontrarla en la literatura actual.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.