Cultura

“Vacaciones en Roma” 60 años después

Era el año 1953 d. C. cuando el cielo romano acogió uno de los grandes cuentos de amor que Hollywood ha engendrado en su historia. A lomos de una vespa alquilada, la joven, y aún desconocida Audrey Hepburn conduce mientras agarrado a su cintura un Gregory Peck algo mayor contempla entre el susto y la diversión la carrera. Desde entonces, se puede decir que Roma no ha vuelto a ser la misma, aunque sí, a color.

Sesenta años después los muros de la eterna Roma siguen en pie; las calles con el suelo de piedras irregulares no conocen el asfalto moderno, los edificios renacentistas de rectas líneas contrastan con las columnas salomónicas del barroco, y las altas hiedras adornan los arcos de las casas por doquier. Roma es la perfecta combinación del irremediable paso del tiempo mientras fusiona dulcemente las culturas de todos los tiempos.

El Coliseo, la boca de la Verdad, las escaleras de la Plaza España, el inmenso Vaticano, Santa María la Mayor,

Minnesota. © Jessica Lange. dichroma photography.

o el Castillo de San Ángelo son algunas de las paradas del grupo turístico en el que me hallo inscrita. Sin embargo al tercer día descubro que lo realmente maravilloso es pasear por Roma, tener como Audrey la libertad de perderte entre las calles, acabar en bares donde la pizza es el único plato existente y comer gelati mientras contemplas las casas, verdaderas obras de arte en sí mismas. Me gustan las casas de diversos estilos, el mármol pulido de las esculturas, y la locura de los conductores en esas calles carentes de semáforos. Esencia romana moderna.

En el fondo Roma es como un sueño, o el aglomerado de deseos recogidos en su barroca Fontana di Trévi bajo la forma de euros, dólares, slotis… que pocos se atreven a robar de sus aguas. Tal vez Audrey lanzó su moneda al llegar sin que las cámaras lo recogieran. Lo que está claro es que la princesa Ania no, y sus sueños murieron  al regresar a la realidad consciente de su rango, su deber, su obligación, como mi grupo de turistas el último día de viaje.

–          “Tenemos que despedirnos. Yo me voy y doblaré esa esquina. Prométeme que te marcharás, que no me seguirás más allá de esa esquina. No sé cómo despedirme.

–          No hacen falta las palabras”. (“Vacaciones en Roma”)

Al final Roma es como un guapo Gregory Peck en la flor de la vida del que te enamoras; como un periodista loco con mil historias escondidas bajo su pluma, noches en vela, y aventuras no publicadas. Mientras el visitante llega como una Audrey Hepburn desconocedora de ese mundo, y que con las prisas de la vida no parece tener tiempo de ello. Un flirteo tonto que llega a enamorarte. Porque Roma es puro arte, y el arte, es la p

asión por la vida. Una de las grandes lecciones que el profesor da a los alumnos en “El club de los poetas muertos”: “Les contaré un secreto: no leemos y escribimos poesía porque es bonita. Leemos y escribimos poesía porque pertenecemos a la raza humana. ¡Y la raza humana está llena de pasión! La medicina, el derecho, el comercio, la ingeniería… son carreras nobles y necesarias para dignificar la vida humana. Pero la poesía, la belleza, el romanticismo, el amor… ¡son cosas que nos mantienen vivos!”.

Son las siete de la mañana y el avión con destino Madrid sobrevuela la ciudad. Al igual que Audrey, marcho de la ciudad, en silencio, sin palabras, sin saber qué decir, con una ficha de memoria llena de fotografías de buenos momentos, una sonrisa diplomática, lágrimas reprimidas, una mirada de amor, y la firme promesa, de

volver.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.