Cultura

Brummstein / Machine: curso acelerado de Historia

Al incidir en las conexiones, coincidencias y procesos naturales irreversibles que conforman lo que denominamos realidad, la obra del autor danés Peter Adolphsen (Dinamarca, 1972) logra encapsularla. La doble entrega Brummstein/Machine (Lengua de Trapo, 2010), en traducción de Blanca Ortiz Ostalé, hace justicia a una narrativa única y trascendente, dos novelas cortas que pueden (y en mi opinión deben) leerse de una sentada.

La acción de Brummstein (2006) comienza en 1907 y termina más de ochenta años después. El hilo conductor es una misteriosa piedra que vibra y que el protagonista ha encontrado en lo más profundo de una cueva suiza. A través de una serie de insospechados propietarios, seguimos el curso de la historia: un desventurado anarquista alemán y su joven novia judía, un encargado de la sección de objetos perdidos retirado en una estación de tren, un niño huérfano que vive solo en el bosque, un artista de vanguardia y un conservador de museo. Asistimos, además, a un curso acelerado de Historia europea (sobre todo alemana) en apenas 80 páginas: las dos guerras mundiales, la gripe española, el nacimiento de la Unión Soviética, de la RDA y la caída del Muro de Berlín. Y sin embargo, esos acontecimientos se narran a una escala humana e íntima, lejos de la narrativa grandilocuente a la que nos tiene acostumbrados la novela histórica.

Brummstein MachineLa continua orogénesis de los Alpes es consecuencia de la separación de la microplaca adriática de África en el Jurásico y de su posterior rotación sobre el entonces existente mar de Tetis y colisión con Eurasia, acaecidas el 19 y 23 de diciembre respectivamente si empleamos la conocida escala de tiempo que representa la edad de la Tierra como un año solar en el que los dinosaurios se extinguen un día después de Navidad, los homínidos aparecen la noche del 31 de diciembre y ahora mismo, en el momento de escribir estas líneas, han transcurrido diez segundos desde que acabaron los cinco que duró el Imperio Romano.” (p. 11).

El tono académico en que está escrita la primera frase de Brummstein no excluye el tono humorístico. El narrador, al tratar de explicarnos el funcionamiento de la naturaleza como lo haría un geólogo, lleva al extremo la pasión por el dato objetivo, el estilo clínico e impersonal propio del método científico.

En tono similar, las primeras páginas de Machine (2003) abundan en explicaciones sobre la petrificación de un caballo prehistórico, que eones más tarde se convertirá en una gota de gasolina:

A las 7:59 P.M. del 23 de Junio de 1975, en la South First Street de Austin, Texas, una gota de gasolina hizo explosión en el motor de un coche. Quiso la casualidad que la combustión de esa gota de carburante marcara un punto de inflexión en la historia de los dos ocupantes del vehículo y en la de la propia gota, que se vio sometida a una nueva metamorfosis, esta vez en humo de escape.” (p. 91).

El narrador de Machine se remonta a la época del Eoceno temprano (hace casi 54 millones de años) y sigue a una hembra joven de Eohippus, una yegua joven, mientras esquiva a los depredadores, hasta llegar a terreno inestable. Nos describe cómo, confundida, se derrumba en un lago de fango. Pasan luego millones de años, en los que “los pacientes micrómetros de sedimentos (…) se volvieron kilómetros de estratos” (p. 102) sobre su corazón, y con el tiempo sus restos se convierten en petróleo, una gota de petróleo que arde en un coche en Austin, Texas, “a las 7:59 P.M. del 23 de Junio de 1975”. En ese coche viajan los protagonistas de la novela: un hombre joven – Jimmy Nash, aunque en su Baku natal su nombre era Djamolidine Hasanov – y Clarissa Sanders, una estudiante de biología de segundo año en la Universidad de Texas.

Al ocuparse de las conexiones ocultas entre acontecimientos aparentemente no relacionados, ambas novelas se ocupan del fracaso de la ciencia, la filosofía, el arte y la Historia, de su incapacidad para dar explicación a fenómenos como el amor, la vida y la muerte. El propósito de Peter Adolphsen parece ser describir la inmensidad y complejidad del azar. El logro de su narrativa es dotar a un hecho aparentemente insignificante de una significación profunda. En un pasaje de Brummstein se nos presenta a Georg Wiede, un jubilado de edad avanzada en Alemania durante la Segunda Guerra Mundial. Después de que su apartamento haya sido destruido por los ataques aéreos aliados, Georg se muda a una estación de tren perdido, donde encuentra refugio:

En diciembre de 1943, Georg logró al fin salvar la barrera interior que hasta ese momento le había impedido ponerle un dedo encima a los objetos perdidos. Un noble motivo, el hambre, fue lo que le impulsó: quizá alguna de las maletas contuviese una lata de gullash o una simple bolsa de caramelos. Se puso manos a la obra metódicamente: llevando buen cuidado de que cada artículo conservara el billetito que indicaba su número original, fue apiñando todos y cada uno de aquellos objetos sueltos, abrigos, sombreros, etcétera, a un lado del barracón. Después pasó a las maletas, carteras y demás. Una tras otra las dejaba encima de la mesa y, con la sensación de ser un cirujano con un paciente sobre la mesa de operaciones, las abría e iba depositando su contenido en rectas hileras. A continuación devolvió cada cosa a su sitio en el orden inverso con excepción de aquellas que le servían, que incluían dos plumas estilográficas, un pequeño rimero de libros, algo de dinero, mucha ropa y un reloj de bolsillo antiguo. Cada vez que cogía algo, dejaba en su lugar una notita con una lacónica descripción del objeto y la siguiente frase: Yo, Georg Weide, tomé en un momento de gran penuria este objeto a mí cedido.” (p. 47).

Adolphsen tiende a socavar la resonancia emocional del relato con un inquietante sentido del absurdo que raya en el nihilismo. Más de un personaje desaparece víctima de un accidente monstruoso. En Brummstein, un matrimonio sobrevive a la gripe española sólo para ser aplastado por una tumbona que cae desde la ventana de un apartamento. En algunos pasajes de Machine, la narrativa cae abruptamente y sin ser resuelta, algo que podría aludir a la continuación de la historia fuera de la novela. Es como si el narrador se sintiera impelido a abandonar la narración o a guardar silencio:

Cierto grano de arena ovoide – lo que se denomina un oolito, carbonato cálcico precipitado concéntricamente en torno a una partícula de cuarzo – de apenas medio milímetro de longitud llevaba meses pegado a los bajos del coche, rodeado de un poco de grasa de motor. La historia de este oolito se remonta al infierno de juego de mil seiscientos millones de años atrás y prosigue a la orilla de un lago en el Pérmico hace doscientos millones de años, pero, como tiene un papel meramente secundario en nuestro relato, no diremos más acerca de él.” (p. 162).

Peter Adolphsen posee el raro don de atrapar nuestra atención desde la primera línea. Es solo después de haber leído que reparamos en que la preocupación esencial de Brummstein no es la piedra o su zumbido misterioso, ni tan siquiera la gota de gasolina resultante de la petrificación de un caballo que recorre y culmina la trama de Machine. La auténtica preocupación de las novelas cortas de Adolphsen es el estilo; ese milagro que supone leer comprimidas en apenas unas líneas observaciones incisivas y profundas que en otros ocuparían páginas. De ahí que, en mi opinión, ambas novelas puedan (y deban) leerse de una sentada: solo así es posible captar la brevedad y al mismo tiempo el peso emocional de unas relaciones y unas vidas que han sido resumidas por el autor danés de forma magistral y concisa.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.