Cultura

Mi cabeza y Bergman parcialmente en ella: Face to face (1976)

facetofaceEn medio de remembranzas propias, parece que uno de los temas recurrentes en algunos escritos míos –sean críticas, guiones o cuentos- es el deterioro psíquico de la depresión.  Siento atracción por la ansiedad u otras cargas internas que permanecen en letargo para unos y en otros pues se manifiestan de manera bastante sobrecogedora. Por ello me resultan cercanas ciertas cintas que proponen y exploran –aparte cual sea el resultado-  los flagelos psicológicos en paralelo a precisos momentos de mi experiencia personal; un referente esencial en mi cinemateca mental seria Desierto rojo de Antonioni por ejemplo. Entonces parece pertinente abordar la presente obra fílmica de Ingmar Bergman como una extensión más de mi bagaje vital.

Jenny (Liv Ullmann) es una psiquiatra casada con un renombrado colega y tienen una hija ya adolecente. Ambos están fuera del país, transcurren los días entre su trabajo -sobre todo con una paciente- y vivir en casa de sus abuelos donde espera obtener tranquilidad; pero luego gracias a eventos concretos de una sombría intensidad emocional, ella revive traumas o asuntos sin resolver durante una agobiante y violenta batalla interior.

descargaPara nadie es un secreto las obsesiones de Bergman con la muerte y la carga religiosa en un existencialismo estilizado, que desmantelaba aquello que denominamos “pecado”. Todo ello conducido por unos seres en perpetuo autoengaño cuando reprimen eso que los corroe hasta morir en vida. Ahora tales constantes se trasladan de manera estremecedora, y porque no decirlo, visceral al correcto contexto psiquiátrico presentado. Donde lo implícito adquiere crudeza en una introspección devastadora, aquí el trastorno de su protagonista perturba aún más en su contemplación. A propósito, todavía sorprende la fluidez exponiendo con tiempo los conflictos y fisuras pasadas.

La culpa e intento ferviente de expiación, o confrontación, son plasmados de excelsa forma mediante directos lapsos oníricos, en claroscuros asfixiantes que magnifican la angustia –ahora se entiende porque Woody Allen los toma prestados- mirando atónitos los escalofriantes primeros planos de una sublime Ullmann. Sin embargo basta recordar otras tomas fijas que el metraje nos brinda para inquietarnos más, como es habitual en su autor.

hqdefaultQue yo recuerde, jamás he percibido una señal compasiva de Ingmar frente a sus personajes, solo los conduce hacia la inevitable conclusión, aunque seamos engañados a veces al ver situaciones que indicarían lo opuesto; aquí hago alusión a la similar ejecución de gente como Fassbinder o Haneke. Son pañitos de agua tibia que nos adormece y luego de fundirse en negro la cinta, nos damos cuenta de la desalentadora aceptación. Vale aclarar que no es igual a estancamiento, tanto Jenny como los espectadores son sacudidos y progresan al comprender lo dicho sin complacientes e hipócritas alientos. Creo que esto explica parte de mí tenue neurosis, e imagínense la versión original extendida. Júzguenlo ustedes cara a cara.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.