Cultura

Intelectuales: ¿Malvados o incautos?

Escucho un programa radiofónico sobre el cineasta y escritor Pier Paolo Pasolini…

El programa despliega una serie de ideas obvias: genio creativo, artista en constante cambio y búsqueda, crítico con la sociedad de su tiempo y con sus injusticias y tabúes morales, etc. El arsenal de lugares comunes puede ser inacabable.

En un momento el periodista dice que Pasolini fue toda su vida un apasionado defensor de la libertad de expresión y que… siempre votó al Partido Comunista.

Esta última frase (tan común, tan rutinaria) me chirrió como el ruido de unos goznes mohosos.

¿Libertad de expresión y comunismo?

Quizá no existen dos expresiones más antitéticas y mutuamente excluyentes.

¿Conocía Pasolini la legión de artistas e intelectuales encerrados en “manicomios” para ser sometidos a un proceso de “reeducación”? ¿Oyó hablar del Gulag? ¿Sabía quiénes eran Solyenitzin, Pasternak, Bulgákov, Bunin?

Intelectuales

intelectuales comunistasEsta contradicción tan flagrante y dolorosa no ha sido privativa del genial autor de Teorema. Ha sido una rémora común de buena parte de los intelectuales del mundo occidental (de los países no comunistas) a los que Raymond Aron dedicó su clásico El opio de los intelectuales (1955).

Si Pasolini (y con él, una parte importante y numerosa de la intelectualidad occidental) conocía la verdad de esta contradicción y la seguía manteniendo, era un malvado. Si no era consciente de esta incoherencia y vivía en el engaño (espejismo que reconocieron Gide, Koestler o Vargas Llosa), era un incauto.

Y, como dice el clásico, tertium non datur.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.