Terminan las vacaciones y Septiembre es el detonante del nuevo curso político. El protagonismo de los siguientes meses se lo llevarán, posiblemente, las próximas elecciones municipales de 2015 que están ya a la vuelta de la esquina.
Ášltimamente se habla mucho de la reorganización administrativa del territorio. Hemos oído propuestas como suprimir y unificar ayuntamientos, cuyos alcaldes no cobran, o la más reciente intención de algún partido de suprimir las comarcas. Una propuesta que pretende alejar, un poco más, a los pequeños pueblos de los servicios de cercanía elementales para su supervivencia. Una iniciativa que vulnera el estatuto de autonomía y sobre la cual, en el PAR, ya nos hemos posicionado claramente en contra.
Los que nos dedicamos también a la empresa defendemos que el valor humano de una organización depende, en gran medida, de los mandos intermedios. Son todos estos puestos los que consiguen alcanzar las peticiones de producción, exigidas por los demás niveles, dándole el toque más racional y congruente posible con la situación personal de cada miembro del equipo. El éxito de un mando medio reside en tener un espacio propio dentro del organigrama y la actitud para no polarizarse, siendo un puente que une los dos extremos de la jerarquía de la empresa permitiendo que fluya la comunicación.
Si extrapolamos este esquema a la política del territorio no debemos pasar por alto que, dentro del organigrama de la administración, son los ayuntamientos más pequeños o comarcas los que más cerca están de las necesidades de los pueblos y sus habitantes. El pueblo necesita ser escuchado, no que se hable en su nombre y son los alcaldes y las comarcas los que ponen cara y voz a todas esas inquietudes de sus respectivos municipios. En Aragón el 71% de los municipios tienen menos de 500 habitantes y las comarcas son quienes más de cerca pueden cubrir los servicios necesarios para vertebrar un territorio tan extenso como el nuestro. Si en una empresa quitamos los mandos intermedios desmontamos la producción, si lo hacemos en un territorio desmontamos el estado de bienestar de nuestros pueblos y la gente que los habita.
Con las elecciones vendrá de la mano un ejercicio de reflexión hacia las necesidades de nuestros pueblos para los próximos cuatro años. En un momento tan delicado políticamente, un momento en el que la comunicación y la escucha de las necesidades de la sociedad es mas reclamado que nunca, solo desde la madurez política no caeremos en la trampa de propagar populismos enfocados al electorado de Zaragoza capital como las que hoy comento. Pues al final, por encima de cualquier monumento, nuestros vecinos son el mayor patrimonio de cada pueblo.