La cigarra quedó muda;
ya no canta, ya no danza.
El tiempo de despilfarro
dejó escuálidas las vacas.
Ahora toca lamentase,
crisparse, llorar de rabia.
La avaricia de unos pocos
empobreció hasta las ratas
y el llamado “primer mundo”
se desploma y desbarata.
El hambre que superamos
se cierne como amenaza,
se ensaña contra los pobres
sin tener culpa de nada.
Y la tristeza se expande
sobre los aires de España
carcomiendo los cimientos
de una ficticia pujanza.
El festín, para unos cuantos;
otros miseria y migajas.
Pero el dedo del destino
nos acusa y nos señala,
y nos indica el camino
para encarar esta etapa,
para salir de este pozo
de aguas emponzoñadas.
O aprendemos la lección
o adiós a la especie humana,
capaz de grandes proezas
y terribles canalladas.
De vampirizar al débil,
de engullir hasta la nausea,
de atesorar posesiones
que contaminan el alma
pisando cualquier cadáver
para trepar a la parra.
¡Pobre mundo de peleles
que vagan como fantasmas
con la coyunda a los hombros
y en la boca la mordaza!
Despertad y espabilaos,
haced valer vuestra causa,
o la mano que maneja
este guiñol de barraca,
sin piedad ni miramientos
os tajará las entrañas.
Ojalá que amaine pronto
tan virulenta borrasca
y la luz, ahora liviana,
brille intensa y reforzada.
Que la honestidad triunfe
y los valores renazcan.
Que fenezca lo caduco,
lo que oprime, hiere y para…
Y un nuevo hombre se yerga
libre de trolas y trabas.