Sociopolítica

Perfil histórico golpistas en Honduras

En Honduras ha existido una lógica inexorable en las condiciones que permiten los golpes de Estado consuetudinarios. Recurriendo a nuestra particular historia, nos damos cuenta que los enfrentamientos civiles de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX tuvieron como revulsivo las confrontaciones del eterno bipartidismo, mismas que tuvieron su paroxismo en la guerra civil de 1924, la misma guerra que subió al poder -con la ayuda directa de las transnacionales bananeras al dictador Carías Andino hasta su retiro el 1 de enero de 1949.

A partir de esas fechas y con las inconformidades civiles resueltas bajo el fuerte peso de la represión militar, el incipiente movimiento obrero y campesino tuvo su punto de partida como movimiento organizado en la lucha de la Gran Huelga de 1954, en la cual por primera vez aparecía en Honduras la defensa plena de los excluidos y marginados, en un discurso totalmente nuevo en relación a los sostenidos durante la represión cariísta.

Esto condujo -por igual- a una toma de conciencia empresarial en cuanto a lo que ahora estaba en juego: la reorientación de los reclamos de la población trabajadora hacia una dialéctica de clase.

Es evidente que la represión que pusieron en  práctica entre el pueblo llano se dio a través del ancestral caudillaje, y -con mayor sofisticación gracias a la ayuda de la CIA- a través de la supresión del revisionismo histórico en el currículum nacional básico. ¿Cómo se ha expresado esto en las generaciones educadas bajo este sistema? Pues en el estudio sistemático de los acontecimientos del siglo XIX e inicios del siglo XX, tomando tan solo como estudio y conquista de la Huelga del 54 la elaboración de un inédito Código del Trabajo y el «permiso» para la sindicalización.

Más allá de estas dádivas históricas que se les da todavía a los alumnos, no existe -a la luz de esta sistematización- nada más en la historia de la lucha popular hondureña, a menos que la investigación sea un atributo exótico de alumnos y ciudadanos condenados a ser llamados -entre otros epítetos- rebeldes sin causa o cabezas calientes (término con el que fueron bautizados en los ochentas los hondureños organizados en la izquierda).

También se debe rescatar de este olvido sistematizado el hecho que la Guerra de 1969 contra El Salvador, fue una válvula de escape del Gobierno de Oswaldo López Arellano para esfumar el  movimiento de inconformidad estudiantil que irradiaba desde la UNAH (Universidad Nacional Autónoma de Honduras) y que amenazaba directamente la estabilidad de la Junta Militar, la misma que defenestró al Presidente electo RamónVilleda Morales, de corte progresista y de amplio apoyo popular.

Y es desde este marco de las juntas militares de los años 60 y 70 donde empiezan a surgir los integrantes de la actual clase política, que hoy, ancianos recalcitrantes, se han coludido con las Fuerzas Armadas (las mismas de siempre). Desde ese entonces comenzó la promiscua negociación del poder con los militares, el aval a sus acciones de Seguridad Nacional que condujo a los desaparecimientos forzosos y al aparecimiento de personajes como el terrible General Gustavo Alvarez Martínez y sofisticados matarifes ideológicos como Billy Joya, Capitán del 3-16 y hoy nombrado Asesor Presidencial en Materia de Seguridad por sus antiguos amigos Roberto Micheletti Baín, Enrique Ortez Colindres, Rafael Pineda Ponce, Emilio Larach, Carlos Flores Facussé, Rafael Ferrari, Jorge Canahuati, Rafael Leonardo Callejas y otros fundadores de la APROH (Asociación para el Progreso de Honduras, la organización empresarial que financió y avaló a los grupos de dirigencia estatal durante los gobiernos de los liberales Suazo Córdova y Azcona del Hoyo).

Toda estos personajes se han convertido en una auténtica gerontocracia fría y ultra reaccionaria, sustentada por un fundamentalismo cristiano innegociable. Obviamente, lo que tienen en juego ahora que han ido a fondo como respuesta a la amenaza revisionista del Presidente Manuel Zelaya, son sus enormes actos de corrupción y toda su complicidad en los asesinatos selectivos de las tres décadas pasadas. Se juegan su impuesta pulcritud social en sus nombres, se juegan la condena y la cárcel, su ilegítimo y cínico proceder político, su historia.

Cuando el sanguinario y longevo Herodes El Grande -paranoico al final de sus días- supo que su muerte sería inevitable festejo, ordenó como última vileza el asesinato selectivo de todos los hombres con ascendencia entre el pueblo. Su lógica se demostró implacable: nadie tuvo oportunidad para celebrar con alegría la muerte del terrorífico Rey. Todos estaban demasiado conmovidos llorando sus propios muertos.

En Honduras estamos a un paso de esto, y por ello, nuestra resistencia es vital para que la comunidad internacional se de cuenta del tamaño de nuestra vulnerabilidad, como ya ha comenzado a revelarse en las calles, bajo la represión brutal de nuestra indignación y bajo el Estado de Sitio que ya ha sido decretado.

Un día más que ellos se mantengan en el poder, es un día más para que la Fuerzas Armadas incuben el temor y la sospecha entre una nueva generación desorientada y que se creía a salvo de los retrógradas. Será un día más para acomodar y ocultar sus crímenes históricos. Y será un día más de tentación para todos los militares de Latinoamérica.

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.