«L» de Libertad, «I» de Igualdad, «F» de Fraternidad. Bajo estas siglas se cobija una exposición que se mantendrá en la Lonja de Zaragoza hasta el 23 de agosto y que se encuadra dentro de los actos del Bicentenario de la Guerra de la Independencia, aunque su objetivo no sea la contienda en sí, sino una toma de contacto con los ideales de la Revolución Francesa y su situación en el mundo actual.
No es casualidad que sea Zaragoza la ciudad elegida para iniciar la gira de LIF, antes de que haga escala en Madrid, Pamplona y Las Palmas. Y no es casualidad, porque Zaragoza resistió de forma notable el avance de las tropas de Napoleón, en aquellos complejos días que enfrentaron a españoles y franceses, con la presencia, nada disimulada, de los ingleses al fondo de la escena. Con este «ménage Á trois» se escribió una historia que costó mucha sangre.
Hoy, vencidas viejas rivalidades, tan frecuentes entre países vecinos, un grupo de creadores franceses, españoles y portugueses, reflexionan sobre nuestra libertad, el estado de la igualdad entre los seres humanos y la difícil fraternidad que debería regir la convivencia entre los pueblos. El francés Bernard Marcadé y la española Isabel Durán, son los comisarios de esta muestra.
La lista es larga, pero merece la pena citar a todos los participantes. Dos de ellos, Dionisio Casas y Carlos Edmundo de Ory, aportan sus poemas. El resto son artistas plásticos: Antoni Abad, Jean-Michel Albérola, Elizabeth Ballet, Christian Boltanski, José Manuel Broto, Jean Marc Bustamante, Daniel Canogar, Rui Chafes, Chema Cobo, Ninar Esber, Joan Fontcuberta, Luis Gordillo, Cristina Iglesias, Cristina Lucas, Annette Messager, FranÁ§ois Morellet, Jean-Luc MoulÁ¨ne, Antoni Muntadas, Francis Naranjo, Marina Núñez, Bruno Peinado, GonÁ§alo Pena, Jaume Plensa, Bernardí Roig, Fernando Sánchez Castillo, Alain Séchas, Bruno Serralongue, Niele Toroni, Tatiana Trouvé, Eulalia Valldoseray Yan Pei-Ming.
Bastaron diez años para que el poder que obtuvo la Revolución Francesa en 1789 llegara a manos de Napoleón y otros nueve para que el general, bajo de estatura y alto de ambiciones, intentara consolidar en el trono de España a su hermano José Bonaparte. Hay que ver el peligro que tienen los generales bajitos, deberían prohibirlos en las ordenanzas militares.
De Francia nos podían llegar aires nuevos, una cultura más refinada, la idea de ciencia no subordinada a la religión. Pero aquí la Inquisición era algo reciente y la idea de que el poder de los monarcas emanaba de Dios se había grabado a fuego y espada en las conciencias durante siglos. El escritor y periodista Pérez Reverte dice que en 1808 nos equivocamos de enemigo. Es posible, pero los españoles debieron pensar que si no creían en Fernando VII, menos iban a creer en Pepe Bonaparte.
Quizá por ello es acertado que LIF no se centre en los acontecimientos de la Guerra de la Independencia, sino en los ideales de una revolución como la francesa, que consiguió un cambio, traumático desde luego, pero también radical, en la sociedad del antiguo régimen y dio paso a una forma nueva de pensar el mundo.
La Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, el Ministerio de Cultura, el Ayuntamiento de Zaragoza y la Fundación Zaragoza 2008, son los organismos que han hecho posible que los ciudadanos tengan la oportunidad de contemplar LIF. Para ello también han contado con la colaboración del Gobierno de Aragón y la Embajada de Francia.
A nadie se le oculta que los ideales de libertad, igualdad y fraternidad, como ocurre con tantos otros ideales, no vasta con identificarlos y darles nombre, esa es sólo la semilla, queda por delante un largo trabajo de atención, riego constante, abono, poda y cuidados antes de que se obtengan los frutos. Y entre tanto hay heladas, pedrisco, lluvias a destiempo y sequías. Pero en ello estamos.