No me he vuelto loco. No me creo Napoleón. Lo de las pirámides alude a la Historia. Soy lo suficientemente viejo como para pensar que esa señorona me ha contemplado, y yo a ella, en infinidad de ocasiones. Verdad es que no soy un mameluco, como Bonapobama en Kheops, ni tengo 40 siglos, pero, ¡caramba!, dentro de poco cumpliré 73 años (si no me da por hacer lo que a mi edad ha hecho David Carradine en el mismo sitio donde yo suelo hacer cochinadas también históricas, pero más juiciosas), y nada. Repaso los acontecimientos históricos que han desfilado ante mis narices, hago con los dedos la cuenta del viejo que ya soy y no llego ni a tres. Vi el gol de Marcelino, pero fue por la tele y me sentó como si me lo hubiese marcado en la boca del estómago, porque era yo comunista y quería que ganase Rusia. Intervine en la algarada antifranquista del 56, pero no sirvió para derribar el Régimen (de Nochebuena no pasa, decíamos… Ya, ya). La muerte del Caudillo me pilló en Tokio. La de Paquirri, también. Siempre estoy fuera cuando la gente se muere. Seguro que también lo estaré cuando yo lo haga. Ya me lo decía mi madre: ¡corretón! Y corretón fui la noche de Tejero, pero lo que iba a ser noche de Walpurgis se quedó en escena del camarote de Una noche en la ópera (los de la canallesca en el Palace). Estaba en Hong Kong cuando el ejército rojo liberó del yugo británico a los vecinos de esa ciudad y puedo asegurarles que impresionaba ver a los soldaditos de Xian marcando el paso de la oca al ritmo impuesto por los tanques de Milans del Bosch que llegaban desde los Nuevos Territorios, pero también eso lo seguí por la tele mientras digería la mariscada ingerida unas horas antes en compañía de Alfonso Rojo, que nunca ha hecho honor a su apellido. Cayetana no me invitó al bautizo laico de su hijo (no comment… Es compañera de columna), de modo que también me he perdido ese acontecimiento histórico. ¡A ver si por lo menos asisto a la ceremonia planetaria del matrimonio morganático entre ZiPiZaPe y el nuevo conde don Julián que acaba de enviar el manuscrito carmesí de los nazaríes al moro Muza Ben Laden Tarik y confunde las témporas de la Inquisición con el culo de Erdogan, pero seguro que para entonces tengo la gripe palmípeda de Leire Pajín, porque las gansadas son altamente contagiosas! Total… Que desde lo alto de mis siete décadas sólo he visto pasar la historia ante mí en dos ocasiones. La primera fue en Sevilla, allá por el 83, cuando Manolo Vázquez se cortó la coleta en la Maestranza. Una eucaristía. La segunda fue el viernes, cuando Paquito Esplá se despidió de la plaza de Las Ventas, dio una lección de hombría (pues hombría es la torería), toreó a la antigua, convirtió Madrid en sede de los Juegos Taurinos y salió a hombros no del hombre masa de los mítines de los políticos, sino de la santa afición convertida en pagana devoción, porque lo sucedido ese día frente a la Puerta Grande dejó chiquito a lo que hacen los de Almonte con la Blanca Paloma. ¡Ave, Esplá! ¡Gloria in excelsis Paco!
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Sobre el Autor
Jordi Sierra Marquez
Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.