Hace unas semanas reseñábamos la obra de Raúl Portero que fue merecedora del Premio Terenci Moix de Narrativa en su cuarta edición: La vida que soñamos. Hoy entrevistamos a su autor que ha tenido la valentía de romper con esquemas sobre la extensión que las novelas deben tener para ser comerciales, con el tabú de la espiritualidad en un campo minado por el materialismo y con el riesgo a ser criticado por su estilo ,muy cercano al cine.
Ellibrepensador: ¿Qué significa para ti Terenci Moix y ganar un premio que lleva su nombre? ¿Cuál es, de sus obras, tu favorita?
Raúl Portero: Yo descubrí el cine clásico gracias a Terenci Moix. De adolescente, cayeron en mis manos los tomos que sacó sobre el Hollywood de antaño, Mis inmortales del cine y disfruté tantísimo que me convertí en un amante del séptimo arte. Después seguí a Terenci Moix como narrador, era un escritor formidable; de él ya se han escrito todos los elogios posibles y yo sólo diría más de lo mismo además de quedarme corto. Ganar el premio me deja satisfecho; yo siempre quise tener la oportunidad de hablar con él o al menos darle las gracias por los buenos momentos pasados con sus libros, que siempre me remitían a otros, pero nunca pude conocerle; de manera que esta suerte de unión salva el desencuentro. De todos los libros, me quedo con Chulas y famosas, que siempre me hace reír y reir.
El: ¿Qué valores crees tú que han hecho a la novela merecedora del premio?
RP: En mi opinión, la novela ganó el premio porque el lector se siente inmediatamente reflejado con los sentimientos de los personajes. Esta es una novela sobre la muerte, pero más que nada es una novela sobre el amor, y el proceso en que una persona se enamora de otra; de lo contrario, si no hubiera marcado tanto hincapié en esto, en la descripción de todos esos momentos en que uno se descubre a sí mismo estudiando e interiorizando los gestos y detalles de la otra persona, el final no hubiera tenido ni efecto ni lógica. El lector se mete en la piel del personaje, se enamora y vive con él toda la trama hasta el final, y cuando cierran el libro, parte de la historia se queda con los lectores, creciendo y viva.
El: Salvadas las preguntas insoslayables, déjame preguntarte si el estilo cinematográfico de la obra es algo conscientemente planteado o un reflejo de tu «otra vida profesional» en la grabación de cortometrajes.
RP: Supongo que es el fruto de la unión de ambas cosas. Por un lado, haber escrito guiones cinematográficos para cortometrajes marca cierto estilo, que luego adopto a la hora de escribir una novela. Me interesa plantear al lector una narración desnuda para poder ahondar en la complejidad de otros planteamientos, tales como determinados aspectos de la historia o la profundidad de los personajes.
El: La novela me ha parecido muy valiente. No le tienes miedo, parece, ni a los formatos que venden (tu obra son ciento cuarenta y una páginas y creo que no falta ni sobra nada en ella); ni a los tabúes temáticos…
RP: A la hora de escribir, uno no debe temer a nada. Creo que, precisamente, los tabúes están ahí para adentrarse en ellos, aunque a veces a uno le tiemble el pulso. De lo contrario quedaría un texto muy anodino que a mi no me gustaría leer, y por lo tanto, que no encuentro interesante escribir. Por lo demás, la literatura todaváa es muy conservadora y parece que para poder leer algo decente hay que irse a autores de más de cuarenta años y a novelas de trescientas páginas en adelante, como si las historias entendieran de edades o extensiones; en ese sentido, y para muchos, soy un autor arriesgado.
El: Un cáncer acaba con la vida de un hombre. ¿Por qué un cáncer y no el VIH? ¿Querías huir de prototipos? ¿No querías entrar en cierto tipo de debates?
RP: No, no hice que Josep sufriera cáncer para huir de prototipos, sencillamente formaba parte del personaje y de la historia. Si el personaje hubiera tenido VIH, como bien dices, hubiera sido necesario entrar en cierto tipo de debates que no tenían lugar en La vida que soñamos y que quiero tocar en una novela que ya estoy meditando.
El: El estilo que has elegido es claro, directo, sencillo… aunque podría pensarse que estructuralmente la novela se complica al haberse roto en muchos pequeños pedazos, retazos de la vida en com·n que luego han sido pegados en desorden, dejando ciertos huecos que la memoria no salvó. Sin embargo, a pesar de todo, la historia es completa y se puede entender sin esfuerzos. ¿Por qué estas formas concretas? ¿Querías decirnos algo con ellas?
RP: Con esta estructura quería imitar cómo funciona la memoria. Siempre recordamos las cosas de manera desordenada e incluso distorsionada, y la memoria, que es caprichosa, elimina ciertos recuerdos y les da más importancia a otros. Por eso la novela no sigue un orden lógico; va como dando bandazos de un sitio a otro, de una situación a otra… pero en realidad, la vida de los personajes –incluso la mía- también tiene ese aire «desordenado». Y por otro lado, esta estructura me ayudaba a mantener el interés del lector sobre la obra; si hubiera seguido un orden convencional, la novela no hubiera tenido tanta fuerza.
L: No quiero desvelar el final de tu obra a nadie pero, ¿no has creÁŒdo que un mundo materialista como el que vivimos criticaría tu ultimo giro argumental?
RP: Sí, de hecho el final de la novela por sus características, siempre ha sido fruto de debate, precisamente con algunos detractores. Cada uno se lo lleva a su terreno, y a partir de ahí decide qué es lo que ocurre cuando cierran el libro o cuál es el motivo de dicho giro (que yo tampoco voy a desvelar). La conclusión a la que llega el personaje es, por otro lado, la conclusión a la que llegan la mayoría de los lectores y aunque hayan diferencias, generalmente se complementan bien. Todo el libro está pensado alrededor de ese último giro, que cambia el sentido de toda la novela, de manera que era muy importante integrarlo bien.
L: ¿Te gustaría grabar un corto o un «largo» con un guión basado en tu novela? ¿Lo has barajado?
RP: Una parte de mí quiere ver la novela adaptada al cine, ¿a quién no le gustaría? Eso sí, yo me mantendría al margen; creo que intentaría aferrarme demasiado a la novela y sólo conseguiría hacer perder el tiempo al director, de manera que lo dejaría a manos de otro guionista, que al fin y al cabo, se dedica a escribir guiones.
L: ¿Siempre queda la esperanza? ¿La fe? ¿Qué es lo que queda después de la muerte?
RP: Después de la muerte, en un primer momento, queda la desolación más absoluta. Eso es irremediable, pero después también queda la calma. La calma de saber que todo ha terminado y la esperanza porque las heridas que hemos sufrido por el camino sanen pronto; la de una segunda oportunidad. La muerte nos pone a prueba con nosotros mismos, y nos hace crecer.