Por: Belisario Rodríguez Garibaldo
Jurista, Periodista, Sociólogo,
Analista Político, Profesor y Escritor
E-mail: brodgari@hotmail.com
Web: http://www.pa/secciones/escritores/rodriguez_belisario.html
Ya no es un niño. Por lo menos es lo que aseguran quienes lo conocen. Ese muchacho es un demonio; siempre en broncas, con horribles fiestas, de música estridente, todos ellos bebiendo y fumando; ese muchacho y sus amigos son unos corruptores. Hay que ponerles un freno, por el bien de nuestros hijos, de la comunidad. Todas estas trascendentales cuestiones se discuten en casa de Doña Leonor, a la luz de las velas, con unas tazas de té, después del Rosario de la Tarde.
– Como sus padres no le ponen freno – asegura Doña Carlota – ese muchacho es un peligro para la comunidad.
– ¡Dios Bendito! –réplica Doña Remedios.
– Hasta se dice que consume y vende drogas – asegura Doña Soledad.
– No pienso que haya que verlo de esa manera – Dice Carmen, la Joven profesora de Psicología, que recién se ha mudado a la comunidad – Esas rebeldías son válvulas de escape de los adolescentes. Supe que su padre quedo sin trabajo. Hay que ver los problemas que puede tener esa familia.
– No lo defiendas Carmen. Lo cierto es que ese muchacho puede corromper a nuestros hijos e hijas. Supe que esta de novio con María Inés, la chica de la casa 7. ¡Pobres Padres de la niña!, los que les puede esperar con ese diablo cerca de su hija – Reposta nuevamente Doña Carlota, con ademán más decidido, como si les pronunciará un discurso a los feligreses reunidos.
Cuando el Sol empieza a ponerse en el horizonte salimos de casa de la Maestra Leonor, agradeciéndole el té, y acordando con ella volver el otro miércoles a la hora convenida para rezar el Rosario. Una Luz tenue brilla en el horizonte, mientras las “buenas cristianas” se despiden o se dirigen acompañadas unas de otras, caminando hasta sus casas, como una procesión con velas encendidas; desde lejos se les puede ver el brillar de sus miradas, lo que me deduce a adivinar que conversan de los jóvenes, como si preparasen una inquisición para exorcizar demonios juveniles que nos las dejan dormir tranquilas, que les llenan sus noches de temores y ansiedades.
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Por estos días se dice que está peor Rodrigo, el muchacho de la casa numero 11. Que tuvo bronca con su Padre, que le levanta la voz a la Madre. Dicen que se fue de la casa y que no ha vuelto en dos semanas. Todo se puso peor desde que a la niña María Inés le prohibieran que lo viera, le exigieron que lo mandase a rodar, que no era buen muchacho, que ni siquiera trataba bien a su joven corazón enamorado. Rodrigo empezó a beber más y más, por despecho; dicen que ama a la chica, que no puede vivir sin ella; que el muchacho quiere mejorar, que desea volver a recuperarla. Inclusive a vuelto a su casa y dicen que ingreso a la Universidad; pareciera que está más tranquilo, más sereno, que ahora estudia Economía y empieza a demostrar su inteligencia con sus amigos.
Cuando enciendo el televisor en horas de la tarde acostumbro a tomar una copa de vino, después de la comida, pues dicen que es bueno para el corazón. Sin embargo se sobresalta mi corazón de repente al enterarme en las noticias donde se trasmite la lista de oficiales del Ejercito y la Policía que fueron dados de baja, después del conato de Golpe de Estado del viernes en la noche.
¿Qué país este, ah?, ¡Qué problemas!. De repente pasan un cintillo de última hora para transmitir la marcha de obreros, funcionarios públicos y estudiantes que se dirigen al Parlamento esta tarde.
Me acomodo suavemente en el sillón, dejando la copa de vino en la mesa, frente a la estampa de la Virgen de Fátima, para así prestar más atención a las imágenes Dantescas que transmite la televisión: Helicópteros norteamericanos sobrevuelan el área y otros tantos en coordinación con efectivos de la Policía arrestan a miles de manifestantes. Los soldados gringos arremeten con saña contra los universitarios y trabajadores, golpeándolos con la culata del fusil mientras están en el suelo. De pronto observo en mi pantalla la entrevista que le hacen al secretario general de la “Coordinadora Estudiantil por el Derecho a la Vida”, un muchacho erguido, altivo y con buen léxico que réplica ante las luces de las cámaras:
– Han arrestado a centenares de estudiantes y trabajadores. Marcos Isaacs de la Coordinadora Sindical se encuentra desaparecido. Exigimos la liberación de los compañeros. Exigimos una amnistía para el General Herrera y el resto del movimiento militar. Exigimos que los soldados americanos vuelvan a sus bases militares. Que cese la represión policíaca y los despidos en el sector público. Exigimos que se cumplan los 10 puntos de nuestro pliego de Demandas, incluido la renuncia en pleno del Gobierno Provisional títere de los Estados Unidos, y que se convoque a nuevas elecciones generales.
Asombrado abro los ojos al reconocer a Rodrigo, aquel muchacho rebelde, que ahora se ha convertido en líder estudiantil. Con espanto veo como lo conducen esposado y a empujones dentro de un camión de la policía, junto con otros detenidos, mientras vocifera ante las cámaras antes que introduzcan bruscamente su cabeza en el oscuro camión:
– ¡Esto no es Democracia! Si siguen estas situaciones las personas van perder las esperanzas. Que más les va a quedar. Nos iremos a las Montañas; vamos a desatar a los perros de la guerra. ¡La revolución es inminente!.
Observo como le dan un culatazo de fusil en la cabeza en el instante en que la transmisión se va misteriosamente del aire. Cambio de Estación de Televisión, abrumado por las vistas anteriores, me relajo en mi sillón mientras observo en un documental a un Neurólogo Francés, recién galardonado con el Nóbel de Medicina, al que entrevistan en ese momento:
– “la situación en el 68 era convulsionada en La Sorbona, y mis colegas me decían cobarde por no participar y refugiarme en mi laboratorio. Pero ocurre que al leer un viejo libro de un científico que estudiaba las curaciones desde la fe, nos planteaba que las convulsiones sociales, no son sólo por causas económicas o políticas, también pueden ser por causas naturales; existe algo en la mente y el corazón humano que nos tiene intranquilos desde el principio de la historia. Estudiar la mente humana, la conducta humana y las aprehensiones y dolores profundos del ser humano, fue mi meta, mi compromiso como Humanista en 1968 cuando París ardía en las llamas revolucionarias, que no son mas que llamas de Hombre”.
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Años después, cuando voy manejando en mi automóvil me espanta ver el tráfico de la ciudad a esa hora de la tarde; pienso que la vida moderna es muy acelerada a finales de este siglo. Nadie deberá mal interpretarme: Me alegra ver la bonanza económica, los letreros comerciales luminosos, ver que cada día surgen fábricas y negocios a lo largo de las anchas avenidas de esta ciudad. Pero en transcurso del trayecto me conduele ver indigentes en las aceras. Al virar la vista a mí alrededor, más me conduele ver los rostros inexpresivos de los otros conductores, tan indiferentes, fríos y competitivos, casi temerosos; es como si la bonanza económica no puede llenar los antiguos valores espirituales y sociales que antes compartíamos.
Con dolor cavilo la esperanza de que algún día los hombres encontraremos un punto medio que nos haga sentir un poco más dichosos. Al estacionar mi confortable automóvil observo que la hermosa construcción Residencial de dos pisos que se encuentra frente a mi casa ha sido ya ocupada, y desde mi garaje observo una familia bajar de un automóvil elegante, en conjunto con un camión de una compañía de mudanzas. Observo a una bella mujer que supongo deberá ser la esposa con un varoncito no tan pequeño y dos hermosas niñitas que parecen muñequitas de algún cuento de hadas. Mientras, aparece en la puerta de la casa un Hombre con vestido formal y con ademanes de caballero que al parecer es el Padre de Familia. De pronto, toma a su esposa entre los brazos y la deposita enamorado, muy suavemente, dentro de la casa, mientras que sellan un pacto secreto con un beso. Sale al rato el hombre para respirar el horizonte. Me observa el hombre desde lejos y me saluda. Veo que se aproxima caminando lentamente hacia mí como si me conociera:
– Hola señor Cura, como le va – dice Rodrigo con voz serena – no me reconoce Padre, ha pasado tiempo realmente. Regresé de Inglaterra desde el año pasado, donde estudiaba el Doctorado en Economía. Ahora soy asesor en el Ministerio de Economía y Finanzas. Mi esposa y yo decidimos mudarnos aquí, pues esta comunidad me trae buenos recuerdos; aquí queremos crezcan también nuestros hijos.
– Me alegra verte hijo, tienes una bonita familia. No cabe duda de que Dios te ha sido generoso – Le respondo yo sinceramente a ese buen muchacho, que la vida ha cruzado en mi camino.
De pronto, un balón de fútbol americano se estrella como un proyectil y conecta una ventana de la nueva residencia, mientras que tres adolescentes con rostros asustados se dirigen hacia Rodrigo. El mayor de ellos alto y decidido, con un extraño arete en la oreja izquierda y cabello largo, le dice apenado:
– Perdone señor, fue un accidente- balbucea el jovencito – usted diga cuanto vale la ventana y se la pagaremos poco a poco.
– Por esta vez pasa, muchachos; yo la compraré. Si este vidrio no cuesta casi nada. Además ustedes no tienen la culpa – le Responde Rodrigo paternalmente – Estos accidentes pasan cuando se juega en media calle. No tienen un buen parque y una cancha. Tampoco tienen ligas deportivas formales, supongo. Yo tengo un amigo en el Ministerio de Deporte que puede conseguirles una partida para construirles todo esto en la comunidad, y puede darles partidas deportivas para sus ligas; inclusive se puede hacer un pequeño local en el nuevo parque para sus reuniones. Pero van a tener que organizarse, eh, me gustaría que invitaran a todos sus amigos a mi casa para conversar sobre el tema, si les parece el viernes a las 7 de la noche; Aquí no hay ningún compromiso de nada, Ah – conversa Rodrigo mientras palmea en el hombro al joven del arete.
– ¡Nos parece Súper! Nos ayudaría mucho su apoyo señor, pues tenemos problemas para hacer nuestras ligas – Replica emocionado el jovencito –Estaremos todos allí, muchas gracias, señor, eh, este…
– Díganme Rodrigo, muchachos – Dice mientras camina con ellos hacia la calle.
Desde mi acera observo como conversa con los muchachos, indicándoles un terreno baldío para construir el parque. Mientras tanto ellos lo escuchan con atención, mientras que él les entrega unas tarjetas de presentación, para que llamen cuando quieran. Camina Rodrigo entre los jóvenes, mientras la cálida sonrisa de su esposa pareciera entender que detrás de ese ritual paternal, se encuentra el reencuentro de Rodrigo con sus raíces. Llama él a su hijo para que se aproxime al grupo. De pronto se quita la corbata y la camisa, y empieza a hacer un pase del balón con los jóvenes, y luego para con su pequeño hijo, tratando de enseñarle la forma correcta. Desde mi acera los puedo observar, más allá, la luz tenue del crepúsculo. Rodrigo, mas acá, en la calle, compartiendo con la juventud al mismo tiempo que busca sus raíces. Y yo, observo con la complacencia de quien entiende que solo venciendo los horrores y fantasmas del pasado, es como la humanidad podrá construir desde el presente, el porvenir de los hombres del futuro. Al ver absorto aquella escena rememoró como válida la frase de García Márquez al recibir el Nóbel de Literatura en Estocolmo, Suecia: “…por que los pueblos condenados a los cien años de soledad todavía tengan en esta tierra una oportunidad”.
* Belisario Rodríguez Garibaldo. VEINTICINCO AÑOS DE SOLEDAD. Cuentos & Relatos. Editorial CIEN. Panamá, 2005.
– Este pequeño libro consta de cinco cuentos (“Ángel y Alma”, “Entre el Bien y el Mal”, “La Estatua de Afrodita”, “El Muro de los Lamentos” y “Veinticinco Años de Soledad”) y un breve Prólogo del escritor y biólogo panameño David Robinsón. Á‰ste señala que Belisario Rodríguez Garibaldo “nos reta a salir de la charca al plantear situaciones narrativas que obligan a pensar y no solamente contestar la pregunta sobre la función del libro de cuentos, también una pregunta mayor: ¿Para qué vivir?”.