Suavemente se rompió el silencio.
con un aleteo de ángeles traviesos.
Como un belén de juguete, el Paraíso
acoge pájaros, flores y libélulas.
Una niña inocente ha descubierto,
asombrada, el fondo del abismo.
San Gabriel le confía su secreto
y ella asiente. Nota como brasas
el vientre y las manos. Ya lo sabe:
la luz es una forma de dulzura.