Un viaje por la geografía de la vida es la apasionada propuesta de Francisco Morales Lomas (Jaén, 1957) en su reciente poemario “La última lluvia” (Ediciones Carena, 2009), un libro lleno de sabiduría lírica y de un profundo dominio del oficio de poeta.
Desde las “Ensenadas” partimos en busca del otro y de nosotros. Parece el arranque del poemario ser el destino, el final, pero solo hemos comenzado y nos encontramos “Náufragos en el misterio”, el poema que más hondo me ha llegado, que tensa la realidad en la que todos nos encontramos, “siempre náufragos”, siempre en busca de una barca en la cual partir hacia la búsqueda del otro.
Pasamos por el “Destino” pero aun no hemos llegado. Apenas se enuncia, se dimensiona. Tal vez sea la memoria el destino último, los recuerdos, la contemplación de ellos, los hospitales, las tristezas y el frío, “que son el andén en el que nos vamos/ alejando un poco más de todo lo querido”. Porque en esa memoria insistente, en esa visión pausada de lo que fuimos, está lo que alimenta la necesaria empatía que nos convierte en mejores, que nos hace tener al otro como hermano y amigo, porque todos hemos estado en ese andén, porque la tristeza y los hospitales y las pérdidas nos son comunes a todos.
De allí caminamos con el poeta hacia la certeza de que los malos tiempos son fugaces, “Tempus horribilis Fugit” lo que no deja de ser una invitación a la vida, a la creencia resuelta que después del otoño y del invierno, con su tristeza de arboles desnudos, viene una primavera que tiene la perfección única en su vuelta cíclica e inexorable, que comunica que la vida y la búsqueda del otro sigue y que no debemos jamás abandonarla. La primavera y su fin, que en lógica debe dar paso al verano, es en este punto sólo figura de la muerte, de la vida que se precipita a un invierno terrible. Aquí la primavera es símbolo, metáfora. “La consistencia de la noche” y su canto de recuerdo da paso a “Razones del mundo” (“siempre insólito”) y nos pone delante del nuevo comienzo “Una mujer y un hombre” vuelven a amarse a pesar de todo “para que las heridas del mundo no los ahoguen”, esperanza. Entonces se suceden dos poemas “Crearnos hasta la vida” que preludia un arranque nuevo, “comenzar desde lo imprevisto”. Luego “Luz” (“alienta en el dulce huerto/la esperanza del vuelo”) que pone en nuestras manos, en este viaje, el arcano, la herramienta, para salir del invierno en el que nos encontramos en esta búsqueda de los otros y de nosotros mismos. Cierra este pasaje el hermoso “Tempus horribilis Fugit”, “Cabe el invierno entero en un soneto” y la esperanza de mejores días brota como “el esplendor del cielo en las alturas”, va a amanecer, viene la luz y las ventanas abiertas.
En medio del camino, del viaje, Francisco Morales Lomas nos abre “El sur” como ciudad de paso y de posibles, de verdes esperanzas y de descarnadas certezas. Aparece el Sur como “…el río en el centro, abriendo el mundo/ con su lluvia de resplandores”. Un Sur evocado con sus sombras y sus luces, con sus olores y caminos de agua, con sus vencedores y con su sol que nos alienta para seguir el tránsito propuesto por el poeta.
Llegamos a “Descubrimientos”, claro, y al propósito del viaje y a su esencia fundamental. Nos preguntamos “¿Qué hay en el fondo de las cosas?” y descubrimos su poder sobre nosotros. Aquí llegamos al alma, tocamos humanidad, la propia y la de los otros. Miramos a Marte y a su conquista (“Y ahora quieran que Marte sea un sueño”) que sirve al poeta para advertirnos que hasta allí solo llevaremos lo peor de nosotros, que será otro escenario pero con el mismo ser humano, con sus terribles consecuencias, el protagonista de otra historia de terror: “más que hombres seremos una nueva raza”, nos dice el poeta y aquí se suscita la comprensión de que hemos de resolvernos entre nosotros aquí y ahora antes de mirar más allá de la luna. La guerra también se hace presente (“Ya llegó el amigo americano”) y descubrimos una voz crítica con una manera de pensar y de hacer que nos llevó a un fracaso de proporciones planetarias.
Llegamos a “Las orillas”, poemas dedicados a todos los que en estos momentos se sienten apátridas y perseguidos. Son poemas desde los que se otea un horizonte de esperanzas. “el negro ocupaba su pasado, /ya definitivamente muerto”. (“Apareció la barca como un nadador curtido”), “Amar la vida intensamente/ debe ser todo un oficio de hombres” (“Amar la vida intensamente”). Pero ese horizonte guarda dos grises necesarios con todo es tan simple y sé poco sobre dioses que reflejan como este poemario no ofrece una vida flotante en colores malva y sueños cumplidos, no: llegados a este punto el poeta nos hace ver los gozos y las sombras de una vida auténticamente humana, en la que “cae la sombra cada mañana” o la que confiesa “una fe ciega en el hombre/ y muy poca en sus obras”. La intensidad vital y sus esperanzas no cancelan las tragedias pero nos ayudan a enfrentarlas de un modo que llamaremos más luminoso.
“El regreso” es el último tramo del viaje. Siete poemas, el número bíblico de la perfección, (“Compases”, “Tarde”, “Canción del mundo”, “Sueño”, “Eternidad”, “Cadenas” e “Ádolos”) que evocan nostalgia, que fijan los deseos que el viaje nos ha suscitado. Les invito a descubrirlos, a que paladeen el final del poemario sin que aquí les revelemos ni un verso. Son una brillante reflexión final, la última lluvia que nos trae la tarde cuando ya vamos llegando a casa y allí nos encontramos con “Ádolos” el poema que cierra el libro que nos lleva a los pies de los otros y de nosotros mismos fin último de este viaje.
Poemas transparentes, certeros en su cadencia y en sus imágenes, profundos en su contenido vital. Francisco Morales Lomas consigue que le acompañemos por el viaje que emprende al centro del ser humano, al lado más sensible y desgarrador de la vida de los hombres. Un poemario que a los que no conocían la obra del autor les hará buscar más de ella y que a todos nos empujará a crecer y a crecernos ante la vida, a mirar de frente su lado más oscuro y a disfrutar, junto a los demás, de las tardes de primavera que la vida nos ofrece. Una última lluvia esta de versos la cual hay que salir a disfrutar sin paraguas.