Si tú, amable y desocupado lector (digámoslo al modo cervantino) te has sumergido, como la mayoría de tus compatriotas en los inacabables fastos quijotescos y en las innúmeras conmemoraciones cervantinas de este año del V centenario, posiblemente hayas llegado tomar inquina, cuando no odio, a El Quijote y a la lectura literaria en general. Por ello quiero darte estos consejos, a modo de antídoto de aquel veneno.
Primero. Aprende a no hacer demasiado caso a eso que llaman “actualidad”. Las conmemoraciones, las modas, lo “años de”, todo eso es efímero. Llenan los medios de comunicación durante unas semanas, unos meses, hacen ruido, ocupan los espacios públicos; luego, pasan. La auténtica cultura es lo que permanece, lo que se mantiene a flote y sobrevive a los naufragios del tiempo.
Segundo. Percátate de que toda “política cultural” es “política” antes que “cultura”. Nunca la verdadera cultura se ha impuesto desde el Gobierno ni se ha pagado de los Presupuestos Generales del Estado. Surge espontáneamente de la sociedad y los artistas. Si planificar la economía produce pobreza, planificar la cultura supone incultura.
Tercero. No olvides que la lectura tiene que ser sobre todo diversión y gozo. No te obligues a leer lo que no te gusta o para lo que no estás preparado. Otra cosa es que hagas lecturas con cierta dificultad (creciente conforme te vas convirtiendo en un lector más avezado), pero que superarlas sea para ti una forma de alegría, un comprobar que avanzas poco a poco, no una fastidiosa obligación.
Y cuarto. No te avergÁ¼ences de reconocer que no has leído El Quijote. Eres uno más. Consuélate pensando que casi ninguno de los políticos que fomentan esta algarabía lo ha leído.
Publicado en 2005, año del IV centenario de la obra