Tenía once años cuando empezó a tocar la batería, porque era el instrumento más barato de la tienda donde lo pusieron a trabajar como mandadero. Originalmente, se dedicaba al saxo y sus padres querían que fuera cura.
Gene Krupa le dijo chau a la idea del alzacuello y en 1925 comenzó a tocar la batería en serio; hasta se sindicalizó. También fue el primero que creyó que un batero merecía ser solista, en un tiempo en que los bateros eran sólo “los que hacían ruido”. La batería moderna fue su idea, porque insistió en que los tom–toms eran afinables y convenció al fabricante de Slingerland Drums para que los tensara por separado para tener la posibilidad de cambiarles el sonido.
Como no sabía leer música, se hacía tararear las partes en que entraban sus palillos y así salían sesiones históricas de ritmo. El hombre tocaba la batería de un modo tal que asustaba a los técnicos de grabación: les daba miedo que ese sonido intenso sacara la aguja del master de cera y se fuera volando hasta la calle.
El Eugene se convirtió en un ídolo de matiné y su participación en la película Some Like It Hot con la Marilyn hizo que a los ojos de Hollywood pareciera el Tyrone Power de la música. Un día lo arrestaron por andar con marihuana en el bolsillo y estuvo en la cárcel durante ochenta y cuatro de los noventa días de su sentencia. Cartón lleno. En el ’59, el actor Sal Mineo interpretó al polaco en una biografía medio loosey–goosey; lo rescatable fue el soundtrack que grabó el mismo Krupa.
Su corazón no era tan fuerte como los tambores, así que le dio preaviso con un ataque. Ni bien se recuperó volvió al ritmo enloquecido que le gustaba, pero no pudo seguir más allá del año ’67. Tuvo que dedicarse a entrenar equipos de béisbol porque no daba más. Su última presentación ya no mostró esa habilidad de solista.
En Taxi Driver hay un lindo homenaje al loquito de la batería; es una frase sola: “Now back to Gene Krupa’s syncopated style”. Volvamos, entonces.