Fue el tiro al aire de los Setenta, esa absurda coda de los Sesenta, porque ya para entonces muchos emblemas habían nacido; así, a él no le quedaba más que eso… o ser nadie. Se decidió por ser un loquito lindo.
De chico, fue el nene mixtura: padre alemán y madre inglesa, ambos judíos. Mucha idea de nombres no tenían, por eso lo llamaron Billy, que vendría a ser un nombre feísimo pero soportable. Lo bueno fue que le dejaron el apellido y a él nunca se le ocurrió cambiárselo: Joel.
Mucho Grammy, mucho L.A., mucho Phil Spector en esa primera época. Luego, en los Ochenta, mucha Elle McPherson, mucha Christie Brinkley y todo ese hato de Uptown Girls que le gustaba a rabiar. Fue también la época en que el hermano de su primera mujer, Frank Weber, le robó la mayor parte de sus ahorros, dejándole la obligación de ganarse el pan con música y más música.»¨ Así pasaron los Noventa y The Entertainer vio llegarle el siglo 21 con menos certezas que pelos en la cabeza.
Habiendo crecido en Hicksville, Nueva York, metido entre Berlioz, Beethoven, Schumann, Brahms y Liszt, en 2001 decidió honrar su decisión de no componer más música popular y de la manga se sacó el as de Fantasies & Delusions: Joel Op. 1–10, música para piano. De debajo de la otra manga se sacó al británico Richard Joo para que interpretara todas las piezas de este debut singular, destinado a ser un momento de luz para después sumirse en una penumbra tenue, más que nada porque si decimos “Billy Joel”, inmediatamente nos contestarán Just The Way You Are, o bien Honesty, o Piano Man y punto.
Poco justo el trato a Fantasies & Delusions, porque tiene joyitas como el Opus 4, Fantasy (Film Noir), con una reminiscencia lisztsiana tan asimilada tanto por el compositor como por el intérprete que es fácil imaginarse al tío Franz aplaudiendo. En el Opus 8, está esa loca Suite For Piano (Star–Crossed) dividida en tres: Innamorato, Sorbetto y Delusion. Ahí está escondido, como quien no quiere la cosa, el Lennon de la era Beatles; está el Ludwig van, una pizca de Schumann y la categoría indudable de Richard Joo con sus dedos alados. Finalmente, en el Waltz # 3 (For Lola), hay tanto talento como hay desparpajo.
Ah, este Billy, que de chico no quería saber nada del piano y que, ahora, no sabría hacer nada sin él.