Mala noticia. Cierran dos librerías de la avenida Dieciocho de Julio. Estas eran muy queridas para mí. Con alguien a quien quise mucho la visitábamos asiduamente, luego, cuando más nos quisimos, pero ya no estábamos juntos, (supongo) la recorríamos por separado, en solitario… Debido a esa realidad sentimental aplicaba lo que decía Giovanni Papini: Cuando era joven leía casi siempre para aprender; hoy, a veces, leo para olvidar.
Ahí compré libros (que son la boca de los escritores) para regalar en viajes, así en otros países conocían nuestra cultura. Adquirí libros, para regalos de cumpleaños, este presente es un delicado elogio, (no se le regala un libro a cualquiera).
En esa biblioteca, y me permito citar a Borges cuando imaginaba que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca, en ella conocí la pluma (la cual es la lengua del alma), de Sándor Márai. Claramente recuerdo cuando con lluvia fui por un ejemplar de: el camino de las lágrimas, de Bucay el mismo era para una amiga que tristemente fue a darle tierra a su hijo. En esos locales obtuve buen material para escribir mis novelas. Supongo en estos días abrirá un local de venta de ropa, o perfumes. De la cual la avenida esta llena de lugares similares. Yo afirmo que es una posibilidad menos para vestir la imaginación o para perfumar mis encuentros con los otros. Soy un convencido de que mi conversación será tan interesante como mi lectura.
Con este cierre también cerramos la impresión de ciudad culta. También es verdad lo que gritaba Steinbeck,
que por el grosor del polvo en los libros de una biblioteca pública puede medirse la cultura de un pueblo.
Es cerrar la persiana del contacto de la población con el libro. “Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mi me enorgullecen las que he leído.”
Siempre exhorto a que el mensaje del buen libro no pase por nuestras vidas sin detenerse. Por ese motivo es que mi última novela la cual saldrá en estos días a la venta, comienza diciendo que, el mejor invento del hombre, es la escritura. Un escritor nunca olvida las primeras palabras de su obra. El lector recuerda con más facilidad las primeras letras de lo que lee.
Me resulta significativo que el mismo Dios teniendo miles de formas de legar su mensaje eligió un libro, la Biblia.