Cultura

«Por favor, quitadme la locura»

En apariencia, la escena ocurre en medio de un placido paisaje estival, la luz indica una hora matinal y deja intuir una absoluta soledad y el silencio. A lo lejos se vislumbra una población, estamos en los suburbios de la urbe, cuyos símbolos, la iglesia y la torre municipal, son visibles. Pero el grupo de la pintura está en los limes que marcan los límites entre civilización y barbarie. El paciente está sentado de buen grado, y acepta el obvio dolor con estoicismo, aunque los que se han operado del cerebro saben que la operación en sí misma es indolora. Se trata de un hombre de posición acomodada, un comerciante quizá como lo muestra el bolso de cuero repujado que cuelga de la silla del cirujano. Una especie de venda o faja lo sostiene para que no caiga de la silla en caso pierda el conocimiento.

Detrás del paciente, el cirujano efectúa la operación con gesto delicado pero seguro, habituado quizá a este tipo de menesteres. Se trata de una trepanación, y está extrayendo una flor de la cabeza del paciente: los historiadores del arte han identificado la flor como tulipán y su presencia se explica por un juego de palabras entre el nombre de la flor, el cual en el siglo XVI también tenía una connotación de estupidez e insensatez.

Un cura, con una garrafa de vino de misa en la mano, dirige la operación y parece arengar al paciente, y una monja con actitud de tedio contempla la operación. La monja se apoya sobre una mesa de piedra con un pedestal con forma de bulbo. Sobre la mesa ya se encuentra otro tulipán, quizá extraído del paciente en un primer movimiento. Dos detalles no insignificantes disturban la escena: el sombrero del cirujano, el cual es un cono propio de los bufones y el libro que la monja lleva en la cabeza a modo de toca.

Los dos versos caligrafiados alrededor de la pintura (pintada en forma de medallón y a modo de espejo), otorga una pista al espectador de la pintura:

Meester snijt die keye ras/ Maestro sacadme la piedra
Myne nam is Lubbert das/ mi nombre es el Lubbert

Lubbert, en Holandés, significa el “tonto del pueblo”, y la piedra en cuestión es una alusión a la “piedra de la locura” la cual era la causa de la melancolía y otras enfermedades mentales en el imaginario medieval. Así, el tonto del pueblo pide que le saquen la piedra y lo hacen nada menos que un cura borracho, una monja loca y un bufón disfrazado de cirujano.

Una curiosidad más: aún hoy en día en el español de Colombia se utiliza la expresión “me saca la piedra” que significa me “pone furioso” y a la luz de la pintura de Bosch aparece ahora de una claridad excepcional.

La pintura de Bosch es una magistral ironía, pues nos habla de la estupidez y de la locura, y nos la muestra en forma de espejo.

¿Soy yo el loco?, o ¿soy el tonto del pueblo, y he caído en manos de los verdaderos locos?

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.