En una de esas uno se pierde, porque The Five Spot no estaba en la mera esquina, sino en el número 5 de la Plaza Cooper, Tercera Avenida —entre las calles 3 y 4— cuando empezó a presentar el sonido de uno, otro y otro jazzman. Hoy por hoy no existe, aunque sí subsiste el sonido de las teclas aporreadas Á la Thelonious, o al decir cariñoso de su mujer: “Melodious Thunk style”, como un aura fantasmal que se pega al pavimento, a los árboles y hasta a esas escaleras de emergencia de todos los edificios del barrio, tan flaquitas que sólo pueden mantener a flote la melodía del Blues Five Spot bien montada en el aire, repartida en los alrededores y en la memoria de todos los jazzmen del mundo. Fue, junto con la Plaza, el hito de confluencia del Bowery, el East Village y el Lower East Side. Muy Nueva York, muy Jazz con mayúscula.
A veces —sólo a veces— cuando alguien se permite el carísimo trago de la nostalgia, también se escucha, bajito y melódico, el cántico por excelencia de la hora del hechizo: It begins to tell, ‘round midnight, midnight. I do pretty well, till after sundown, suppertime I’m feelin’ sad; but it really gets bad, ‘round midnight.
En el Five Spot la gente literalmente se codeaba con los músicos porque el cafetín tenía las dimensiones de un pañuelo de abuelita. En el invierno, los abrigos se dejaban amontonados casi encima de las bisagras de la puerta de entrada por falta de espacio, y también porque el buen gigante Mingus abarcaba todo desde el suelo hasta el techo con su humanidad imponente. De hecho, el Charlie fue el último jazzman standing en el Five Spot antes de que lo demolieran.
De ser un pedestre bar de barrio, se convirtió en la cueva–refugio de pintores y poetas que poblaban, incansables, esos lofts de “vuelta de la esquina” atiborrándolos de lienzos, pintura, ganas, y en una de esas hasta genio.
En el ’57, durante siete impagables meses, fue la guarida del Monk; esa estadía casi permanente le cambió el estatus al boliche y el Village se llenó la boca con los nombres del Trane, Wilbur Ware y Shadow Wilson. También el ’59 fue un año de eventos para el Five Spot: al tío Ornette se le ocurrió llevar a su cuarteto sin piano con Don Cherry, Charlie Haden y Billy Higgins. Durante seis semanas estremecieron al barrio y sus cimientos. La de buenos recuerdos en los que se perderá el tío Coleman, igualito a como se perdió en el metro de Buenos Aires el año pasado: Memories always start ‘round midnight; haven’t got the heart to stand those memories, when my heart is still with you, and ol’ midnight knows it, too. ¡Larga memoria a The Five Spot!