Me dijiste que me esperabas, volví, pero ya no estabas, pregunté, pero nadie sabía de ti, indagué, pero no hallé nada. Me mentiste o te cansaste de esperar, me dolería lo primero, entendería lo segundo, porque la espera agota y un amor agotado no es más que la nimiedad más ínfima en un infierno de sentimientos.
Te dije que no regresaría, pero regresé, no te mentí, la vida siguió su curso y yo me dejé llevar, obvié el camino fácil y opté por el agestre, buscando algo de lo que todo el mundo habla pero que pocos han llegado a disfrutar, la felicidad.
Sigo soñando contigo pero ya no te tengo cerca para contártelo, te marchaste, no sé donde, y eso me mata, espero que seas feliz, que encuentres al hombre que sepa darte lo que yo no te pude dar, aunque yo te lo habría dado todo.
Si no me hubiera marchado te tendría junto a mí, de otra forma, tal vez, pero cerca, podría hablar contigo, sentir tu presencia, escuchar tu risa, enamorarme de tu sonrisa, pero me fuí, si no te hubieras marchado te tendría junto a mí, de esa forma, podría contarte cosas al oído, pero te fuiste.
Dos caminos condenados a no encontrarse jamás, dos personas que se conocieron y justo cuando quisieron conocerse más tuvieron que separarse. Una pesadilla recurrente que no me deja conciliar el sueño.