Quizá sea porque en la sociedad occidental cada vez vamos más deprisa haciendo las cosas aunque paradójicamente tengamos menos tiempo, o porque cada vez hacemos las cosas más rápidas y breves para poder tener tiempo para un mayor número de ellas, en un ansia por no morir que no termina nunca, y que muchas veces sacrifica la calidad por la cantidad, o lo que es lo mismo, se pierde profundidad en el intento; quizá sea por eso o quizá no pero cada vez prolifera más y goza de mejor salud el cuento breve o microrrelato y grandes escritores vuelven los ojos a este formato de la Literatura para dejar de hacerle ascos, aunque en las librerías y en los vagones del metro (a veces creo que son desgraciadamente lo mismo) siga gobernando en solitario la novela, a ser posible fantástica, larga y pesada como una serie de televisión.
Lo cierto es que Páginas de Espuma regresa para darnos un nuevo banquete, auténtica orgía que disfrutarán los amantes del estilo, estando la edición a cargo de Clara Obligado quien demuestra saber más que un mucho sobre el relato corto, incluido el cómo debe nombrarse o las fases por las que ha pasado su nombre, según las modas. La calidad de los cuentos se mide por su originalidad, por su espontaneidad, por el obvio aprovechamiento de los recursos y por la huella que son capaces de dejar apenas unas líneas. El planteamiento del libro es ir presentando los textos de mayor a menor extensión, hasta llegar a la supresión del contenido bastando un mero título para constituir una historia o la sugerencia de la misma.
En ocasiones, esa limitación, convierte los relatos en juegos de palabras, en ingeniosas metáforas narrativas que llegan a recordar por su rotundidad e ironía a las famosas Greguerías de Ramón Gómez de la Serna.
Si bien es cierto que el género, en su perversión, puede limitarse a un artificio técnico que busca contar o fingir que se cuenta, apostando por hacerlo con dos líneas o tres palabras menos de las que otros utilizaron, también produce una sensación de inteligencia y agilidad mental que estimula al lector y que, en no pocas ocasiones, le deja una sonrisa impregnada. La ironía y la fantasía parecen ser notas comunes a la mayoría de los autores que deciden dejarse seducir por este tipo de escritura.
Muchos cuentos, muchas formas, opciones para elegir entre lo breve, pues ya se sabe que lo bueno si breve, etc.
“Si evaporada el agua el nadador todavía se sostiene, no cabe duda: es un ángel”.
Prueba de Vuelo. Eugenio Mandrini.
“En el campo amanece siempre mucho más temprano.
Eso lo saben bien los mirlos”.
Meditación del vampiro. Hipólito G. Navarro.
“Según mi amigo L., Cristo vivió siete días antes de Cristo porque nació el 24 de diciembre y el primer año cristiano no comenzó este el 1º de enero siguiente a su nacimiento”.
El milagro. Eduardo Berti.
“La madre se ha puesto a llorar y me jura que su hija ha muerto hace años. Como no le he creído me ha llevado hasta su tumba y allí estaba ella, blanca como una azucena y con mi casaca negra sobre los brazos abiertos. Parecían alas”.
La chica del auto stop, I. Fernando Iwasaki.
“Apostados cada uno en una esquina de la cama le veían cada noche rezar y dormir”.
Ángeles. Espido Freire.