Este pasado domingo, he hecho algo que no sé cúantos años que no hago. He sacado al patio una vieja silla de playa aprovechando el silencio dominical y ese sol andaluz, para leer, con música de fondo, Treinta poéticas, la última compilación de Leo Zelada.
He de decir que el tono de la obra es aceptable, si bien es cierto que existe una diferencia importante entre la forma de componer de los escritores españoles frente a los escritores de Latinoamérica. No es mejor ni peor. Diferente. Por ejemplo usan aspectos visuales que los de aquí, ni imaginamos. Y su riqueza en palabras, expresiones, dignas de envidia. En defensa de los de aquí, somos algo más urbanos pese a algunos poemas que redundan en la misma temática de siempre. Además, a toda esta amplia muestra poética, hay que añadir que, algún autor, se ha preocupado de intentar definir la poesía, en un acto de intimidad con el compilador.
El autor que sin duda ha llamado poderosamente mi atención ha sido el joven José Manuel Sanrodri. Á‰l dice que el creador tiene una percepción del arte distinto al de una perosna no creadora, y cuendo ese arte está vivo, entonces el ambiente para él no es un contenedor, es un proceso.
Lola Martínez afirma por ejemplo: los versos no mienten, las palabras tampoco; las personas sí. María Elena Blanco, por ejemplo añade: lo no dicho es siempre infinitamente más que lo dicho.
Por su parte Juan Carlos Gómez Rodríguez afirma que el poeta, por medio del pomea, pone en cuestión su relación con aquello que le rodea, y así la poesía se convierte en un viaje intuitivo y perosnal de dentro a fuera y de fuera adentro.
Nicolás Zimarro aporta su propia idea: la tarea del poeta y de la poetisa consiste en estampar en trazos gráficos el acontecimiento de la realidad vida-poesía. Cualquier soporte materail es válido.
Sobre el poemario estricto sensu, destacar la obra de los siguientes autores.
El manejo del tiempo de Héctor Hernández:
Y me encontrarás en algún sitio
de esos
Donde sobra el cielo
quizás
donde te prestan
lo que te pertenece.
El deseo de vivir de Lucía Rosa González:
Exísteme contigo,
vuélame en secreto,
deshabítame del resto,
llégame a nada,
sola,
tú,
y nuestros ojos
despiertos.
La poderosa convicción de Susana Arroyo-Furphy:
El que se va de viaje, de fin de semana, de muerte
El que se va sin rumbo ni esperanza
El que se va etéreo, soñador
El que se va dormido, sonriente, perfecto
El que se va miedo remoto (…)
El que se queda está hueco
le han extirpado las entrañas.
La insultante creatividad y sinceridad del citado Sanrodri:
El cristal se rompe por el fondo de su tripa
extravagante reflejo de esa mentira
que hay detrás de la ventana,
donde la invitación de pétalo de flor
se arruga por la fisura de su alma de plomo.
En general, una buena obra. Una obra que muestra qué ve cada autor cuando compone en ese viaje místico -dicho por Leo- que es la creación poética.