Unos individuos entran en el recinto de la asociación protectora de animales Ribercan, situada en Carcaixent (Valencia) provocando destrozos en las instalaciones. Abren jaulas donde se refugian perros que han sido abandonados. El pánico se apodera de las víctimas. Los miserables roban varios canes, pero su instinto violento no se detiene ahí. Ven a una indefensa perra, dócil y cariñosa, que les mira asustada, presagiando el peligro. Su nombre es Regina. Esta víctima observa aterrorizada cómo alguno de los canallas coge unos alambres que, sobrados de imaginación, utilizan para atarle las patas. Regina queda inmovilizada, asustada, entre las risas de los desconocidos y los ladridos del resto de los canes. Regina siente como abusan sexualmente de ella, le introducen una fruta por el ano. Regina prevee que ha llegado su fin. Exausta, recibe fuertes golpes en la cabeza, hasta que su cuerpo, ya sin fuerzas, agoniza en un charco de sangre.
Estos hechos ocurrieron el 30 de mayo del 2008. En estos días se celebra el triste segundo aniversario de su muerte. Pero Regina no fue un caso aislado. En España la tortura y matanza de animales indefensos ocurren con una asiduidad de la que la mayoría de los ciudadanos de este país desconocen. Miles de voluntarios, personas anónimas que dedican su escaso tiempo libre a la protección y ayuda de animales abandonados, conocen con detalle hasta dónde llega la maldad de algunos individuos que, sabedores de la nula protección que reciben estas criaturas, perpretan actos tan abyectos y cobardes, que harían sonrojar a cualquier persona con un mínimo de sensibilidad y empatía. Sensibilidad y empatía de la que carecen no sólo los protagonistas de estas salvajadas, sino los responsables políticos que se niegan a cambiar las leyes para proteger a las víctimas. Estas víctimas que poseen un sistema nervioso similar al de cualquier persona son tratadas por los las leyes y los juristas como mera “propiedad”, como un objeto sin valor ni sentimientos.
Los animales tienen derecho a la vida, derecho a ser protegidos del daño causado por individuos sin escrúpulos. El negarles estos derechos indispensables es una muestra más de hasta dónde llega el atraso y la pobreza moral de nuestros gobernantes. “El dolor por el dolor ajeno es una constancia de estar vivo” escribió Benedetti. Muchos son los muertos andantes que deambulan con sus máscaras sonrientes en nuestra sociedad. Individuos sin corazón, famélicos de compasión, marionetas de su propia arrogancia y superficialidad.
El próximo 29 de mayo tendrá lugar en Valencia, una manifestación contra el maltrato animal en la plaza del ayuntamiento. En este acto, se recordará a Regina y a todas las víctimas inocentes torturadas y asesinadas en nuestro país.
Seguiremos luchando por un cambio en la sociedad, abriendo los ojos a los que aun no perciben la necesidad de socorrer a estas víctimas de la maldad humana. Para tanto dolor, no hay olvido ni perdón.
Yolanda Plaza Ruiz
http://delavidaylapalabra.blogspot.com/2010/05/ni-olvido-ni-perdon.html